Junio de 2023 nos recordó de la manera más implacable que las comunidades insertas en territorios estamos expuestas a la acción de la naturaleza. En menos de una semana la respuesta hidrológica ante precipitaciones intensas con isoterma sobre los 3.000 metros, provocó grandes crecidas en los ríos de la zona centro y sur de Chile, impactando siete regiones con un dramático saldo de 13.379 personas damnificadas, 1.632 albergadas y 12.314 aisladas, cerca de 1.500 viviendas destruidas, y un fuerte impacto en infraestructura vial y ferroviaria, con más de 100 caminos interrumpidos, 3 puentes ferroviarios dañados y más de 15 puentes viales afectados.

Esta arremetida de las aguas sucede a pocos meses de que amplias zonas de nuestro país se vieran afectadas por mega incendios forestales, todo esto antecedido por una sequía sin precedentes que ya ha durado casi 14 años.

Lamentablemente, dadas las tendencias climáticas, esta dupla incendios – crecidas será cada vez más frecuente, así como las condiciones climatológicas particulares del pasado evento descritas en detalle por René Garreaud.

La ausencia de vegetación y la erosión de suelos provoca que la superficie donde se genera la escorrentía, en lugar de estar preparada para retener las aguas generando un efecto esponja y que parte de ella se infiltre, actúa como una costra con material listo y dispuesto a ser arrastrado por las aguas el que se integra al gran flujo que llega hacia la infraestructura. Por otra parte también afecta la estabilidad de laderas aumentando el riesgo de derrumbes.

Al revisar el abundante material audiovisual que se ha generado en torno al funcionamiento de las obras, se pueden sacar distintas conclusiones; podemos verificar la respuesta de las estructuras que funcionaron bien, como por ejemplo los vertederos de los embalses, y analizar las obras que fallaron a la luz de su antigüedad, su estado de conservación o su diseño. Bajo esa mirada, seguramente encontraremos que las fallas se debieron a múltiples factores, algunos de ellos asociados al diseño adoptado en su momento.

Los parámetros de diseño fueron definidos durante años de desarrollo de la ingeniería chilena, plasmados en manuales de diseño que nos han permitido gozar del servicio de excelentes obras de ingeniería que constituyen un orgullo para Chile. Entre los parámetros de diseño más importantes desde el punto de vista hidráulico está el caudal asociado a un determinado período de retorno, que se relaciona con una frecuencia de ocurrencia. Por ejemplo, para el diseño de puentes el Manual de Carreteras adopta un período de retorno de 200 años verificado para 300 años. Claramente debiésemos poner atención a este criterio teniendo en cuenta el cambio climático.

Entonces, la gran pregunta es ¿qué parámetros de diseño se deben considerar dadas las condiciones climáticas que enfrentamos y las proyectadas? El equipo del Manual de Carreteras del Ministerio de Obras Públicas ha venido trabajando estos temas hace un tiempo y han avanzado.

Sin embargo un trabajo colaborativo amplio, con la participación de expertos que trabajan en distintos espacios, tanto académicos como en los sectores público y privado, entregaría elementos fundamentales para elaborar y llevar a la práctica las mejores respuestas posibles a esta pregunta.

Además podemos pensar en una reparación y reconstrucción que considere otros factores que permitan el diseño de obras más resilientes al cambio climático y/o que se complementen con soluciones basadas en la naturaleza; que permitan, además de ayudar a la respuesta hidráulica frente a eventos extremos, mejorar los servicios ambientales de los ecosistemas asociados a los ríos y considerarlos en su manera más amplia como corredores fluviales.

El hacernos cargo de esta nueva situación requiere tener una mirada estratégica generosa, salir de la caja y producir las condiciones para que el conocimiento que se está generando en la academia y en otros espacios muy reducidos pueda ser aplicado con soluciones innovadoras, complementando los sólidos desarrollos de la ingeniería tradicional. Para lograr esto la interdisciplina juega un rol fundamental.

Estos eventos no llegan en cualquier momento, el 13 de junio de 2022 se promulgó la Ley Marco del Cambio Climático que establece como meta que el país sea carbono neutral y resiliente al clima a más tardar el 2050, una fecha que incluso podría adelantarse si las circunstancias así lo permiten; en esta ley se menciona la necesidad de adaptación y mitigación a los efectos del cambio climático asociado también a la infraestructura.

Por otro lado, al 17 de mayo de 2023 se han declarado 100 humedales urbanos, donde aún queda por resolver cómo realizar la conservación de cauces exigida en el DFL 850 del MOP, orientada a prevenir desbordes y anegamientos y a la vez proteger estos importantes sistemas. Sumemos además la creación del Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas y el Sistema Nacional de Áreas Protegidas, legislación aprobada el 18 de junio de 2023 y en espera de su promulgación después de 9 años de tramitación y que pone la vara mucho más alta respecto de la acción humana sobre los sistemas hídricos, en especial, considerando su rol frente a la protección de biodiversidad.

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La infraestructura es fundamental para el desarrollo del país y el desafío al cual nos enfrentamos en ello es enorme. Cambiar la mirada respecto de los diseños no sólo incorporando aspectos medioambientales, sino que también respondiendo a sociedades más complejas, requiere un mayor esfuerzo financiero en las etapas más tempranas de los proyectos. Sin duda, esta inversión se traducirá en importantes beneficios en las siguientes etapas, incluida su operación y hasta su desmantelamiento.

Los acontecimientos recientes nos recuerdan que estamos frente a una gran oportunidad para la infraestructura sostenible, sólo debemos tomarla y responsablemente actuar después de la crecida.

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