Con un 7% menos de incendios a nivel nacional (23% menos en la región del Bío Bío), que la temporada pasada, pareciera que empezamos a ver la luz al final del túnel en la segunda temporada de incendios forestales más catastrófica desde que hay registro de superficie afectada en Chile (década de los 60), y por cierto la más trágica en materia de personas fallecidas, afectación de bienes e infraestructura, e impacto en la economía, especialmente local, de la que exista recuerdo.

El tiempo y los estudios posteriores solo confirmarán lo señalado, pues debemos recordar que, lamentablemente, el indicador que domina en
Chile es el de hectáreas afectadas, algo que desde ya muestra la estrecha aproximación que tenemos a un tipo de emergencias que en la última década nos ha presentado las seis temporadas más catastróficas de la historia.

Uno de los debates que suele marcar los momentos más complejos de la emergencia, suele ser el de la intencionalidad de los incendios. Esta vez no fue diferente, como tampoco lo han sido las condiciones de base y la debilidad en preparación que asume el Estado, a pesar de las advertencias y propuestas que se han dado a conocer en la última década.

En febrero el gobierno afirmaba que el 25% de los incendios serían intencionales. El sector privado representado en la Corporación Chilena de la Madera (CORMA) señalaba que dicha cifra ascendería al 90%. ¿Cómo es posible que exista tanta diferencia en el diagnóstico? Probablemente, es lo que muchos se preguntaron en una polémica que terminó por escribirse en más de un titular y editorial.

Para agregar algo a la confusión, ¿qué tal si además señalo que ambas cifras podrían ser correctas?.

Para poder explicar lo señalado es necesario ir a las cifras históricas y oficiales de CONAF. Cuando observamos las cifras entre 2003 y 2022, la intencionalidad es de un 34%.

Probablemente, el gobierno, al hablar de un 25% de intencionalidad (febrero pasado), se refería a la estimación nacional para ese momento, algo que al considerar los datos históricos sin duda podría estar significativamente subestimado, y de ser efectiva, correspondería a una reducción bastante excepcional que requeriría ser analizada en profundidad.

Por otra parte, si analizamos la realidad específica de las regiones de Bío Bío, Ñuble (creada en 2017 y en vigencia en 2018), es posible estimar que lo señalado por CORMA (Intencionalidad 90%) no solo es muy preocupante, sino que también es un dato que no se aleja de lo posible.

En Gestión de Emergencias o Emergency Management se indica que todas las emergencias son locales, dando así relevancia a los factores propios del territorio, algo que en incendios forestales no es diferente y requiere ser
observado.

Las cifras históricas y oficiales son claras. La intencionalidad en estas regiones sale totalmente de los promedios nacionales, alcanzando esta causa incluso el 76,9% de la totalidad de incendios registrados en la región de La Araucanía (2022).

Si observamos con mayor detalle la región del Bío Bío, podemos ver que en la última década el 60% de los incendios intencionales ocurren en esta región, donde la mayor participación se registró el año 2014 con el 71% del total de incendios intencionales ocurridos en el país.

Otro elemento interesante en materia de causa es que solo el 3,7% del total de incendios en la región del Bío Bío (2003 – 2022) tiene como causa general Faenas Forestales, mientras que los Intencionales representan el 46,1%, y Tránsito de Personas, Vehículos o Aeronaves el 16,2%.

Esto no deja de ser interesante frente a una supuesta asociación entre incendios y las actividades en faenas forestales. De igual manera, los datos oficiales de los últimos 20 años, sin considerar la temporada en curso, nos muestran que en esa zona del país la principal causa de incendios es la intencionalidad y no la accidentabilidad como es en el resto del territorio nacional.

En estas regiones del país la situación de incendios forestales difiere significativamente de la realidad y promedios nacionales, sumando a las condiciones de base, como es cambio climático, expresado en clima extremo y extensa sequía, disponibilidad de combustible, problemas de planificación territorial, debilidad en preparación frente a incendios de comportamiento extremo y simultaneidad, etc., la variable asociada a la acción humana ya no accidental, sino al crimen organizado y crisis de orden público que existe en las regiones del Bío Bío, La Araucanía, y Ñuble.

Lo más sorprendente de la polémica en esta temporada, es que sorprenda. Los datos citados no son de un estudio en particular, es simplemente la realidad en números generados por una institución del Estado. Datos que claramente no se correlacionan hoy con el debate político, como tampoco ha sido en el pasado, pues si algo podemos tener claro, es que hay una inercia en el Estado, incluso de coherencia discursiva, que permanece a través del tiempo más allá de los gobiernos de turno, la evidencia, las advertencias, siendo urgente que nos hagamos cargo de la realidad para enfrentar de mejor manera estos desastres históricos que, especialmente por respeto a las víctimas y evitar que se repita, no pueden quedar solo en la estadística.

Nuestra sección de OPINIÓN es un espacio abierto, por lo que el contenido vertido en esta columna es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial de BioBioChile