La Universidad Complutense de Madrid, una de las instituciones educativas más emblemáticas de España, enfrenta actualmente una feroz crisis financiera, la cual afecta profundamente a su comunidad: profesores que deben buscar empleos paralelos para llegar a fin de mes, instalaciones que parecen ancladas en el pasado, y estudiantes que se enfrentan a la precariedad son solo algunas de las caras visibles de este problema.
Se trata de una situación que lleva gestándose más de 15 años, exponiendo las grietas de todo el sistema público universitario español.
La crisis en la Universidad Complutense de Madrid
“Hay alumnos de mi clase que ganan más trabajando en un McDonald’s que yo”, declaró a El País una profesora asociada de la facultad de Ciencias Políticas. Con 40 años, doctorado y 12 horas lectivas semanales, percibe 758 euros al mes, a los que debe descontar los 260 euros de su cotización como autónoma.
Su testimonio revela el nivel de la precarización laboral que afecta al 49% de los docentes en las universidades públicas españolas, donde predominan contratos temporales.
Aunque no es una situación exclusiva de los académicos. El personal de servicios también sufre los efectos de los recortes. En la misma Facultad de Ciencias Políticas, por ejemplo, el equipo de limpieza se ha reducido drásticamente: hace dos décadas eran casi 20 personas; hoy son solo siete.
Los problemas de financiamiento se reflejan también en el deterioro de las instalaciones. En la Facultad de Ciencias Químicas, los laboratorios tienen campanas de extracción de madera, peligrosas e inadecuadas.
Las ventanas y sistemas de calefacción datan de los años 70, mientras que los fondos destinados para prácticas y materiales básicos son insuficientes. Los docentes recurren a reciclar equipos donados o a financiar con sus propios proyectos la compra de aparatos esenciales.
“Como seguimos como en los 70, cuando se inauguró el edificio, aquí vienen muchas productoras a grabar series de época”, asegura Jon Sanz Landaluze, profesor titular de Química Analítica, al medio español, quien ha recurrido a ingeniosas soluciones como reciclar equipos donados o desviar fondos de sus proyectos de investigación para cubrir necesidades básicas.
Pero detrás del humor, la realidad es alarmante. Este año recibieron 58.000 euros para un equipo de 30 profesores, cuando aseguran que el monto necesario es de al menos 100.000.
Una universidad histórica en declive
La Complutense, con más de 100 hectáreas y 26 facultades, ha sido cuna de figuras emblemáticas, incluidos cuatro presidentes españoles y siete premios Nobel. Sin embargo, la crisis amenaza su rol como motor de movilidad social y su posición en el sistema educativo español.
El año pasado, la universidad acumulaba una deuda de 65 millones de euros. Mientras que la inflación subió un 34% en 15 años, los presupuestos para las universidades públicas madrileñas solo crecieron un 5%. Este estancamiento financiero ha provocado una caída de 7.000 estudiantes en la última década, lo que equivale a una pérdida de ingresos de 9 millones de euros anuales.
Frente a las presiones, el Gobierno regional de Madrid anunció un incremento del 4,2% en el presupuesto para 2025, lo que suma 47,3 millones de euros adicionales. Sin embargo, los rectores habían solicitado 200 millones para revertir los efectos de los recortes. Para el profesorado, esta cifra es simbólica. “Nos han tirado las cáscaras de los cacahuetes”, comentaron en un chat interno.
Actualmente, Madrid destina solo el 0,47% de su PIB a las universidades públicas, por debajo del promedio nacional (0,6%) y muy lejos de países europeos como Alemania, que invierte el 1,2%.
“Tarda años en construirse y muy poco en destruirse”
La catedrática Marisa Montoya compara la crisis universitaria con el cambio climático: “Es un sistema complejo que tarda años en construirse y muy poco en destruirse”. A pesar de las adversidades, la Complutense sigue destacándose en investigación y programas de posgrado.
En 2023, logró posicionar 19 áreas de conocimiento entre las mejores 300 del ranking de Shanghái, superando incluso a muchas universidades privadas. Además, alberga a más doctorandos que todas las universidades privadas del país juntas.
Sin embargo, la competencia con instituciones privadas es feroz, especialmente en áreas como Medicina, donde la falta de personal y recursos han obligado a reducir plazas y prácticas en hospitales públicos, mientras las universidades privadas ofrecen mejores incentivos a sus docentes.
Falta de profesores y becas
Los estudiantes también enfrentan dificultades. En carreras como Derecho y Ciencias Políticas, algunos grupos comenzaron el año sin profesores. Entre los problemas que enfrentan destacan la falta de docentes, bibliotecas que solo extienden sus horarios en época de exámenes y la carencia de becas que permitan a los estudiantes adquirir los materiales necesarios para sus estudios.
De acuerdo con Duna Boullosa, de 20 años, el doble esfuerzo es inevitable. Según explicó a El País, mientras cursa una exigente carrera, trabaja 15 horas semanales como dependienta para no ser una carga económica para su familia. “Hay compañeros que no pueden estudiar porque no pueden permitirse comprar los libros”, se lamenta.
A pesar de su largo historial y su relevancia como institución educativa, la universidad se encuentra en un proceso de crisis y adaptación a un contexto cambiante. Su rol en la educación y la investigación sigue siendo importante, aunque los obstáculos que enfrenta dificultan su capacidad para mantener el mismo nivel de excelencia de años anteriores.