Esta semana, una ola de calor histórica sofoca a Moscú, con un récord de temperaturas en 120 años.

El lunes, la capital rusa igualó los 34,7 ºC, el máximo alcanzado en un mes de junio, en 1901, según la agencia Rosguidromet.

Y el mercurio no bajará, ya que el jueves y el viernes se podrían superar los 35 ºC.

“Esto se explica por el cambio climático mundial y conlleva récords de calor en la capital”, dijo Marina Makarova, meteoróloga de Rosguidromet.

Entre los moscovitas, aunque cada vez más avezados en estos episodios de ola de calor o canícula, las sensaciones eran encontradas.

“¡Es insoportable!”, dijo a la AFP Pavel Karapetian, un auditor de 35 años.

“Cuando salimos, no podemos respirar”, se quejó Alexéi Rajmáninov, un estudiante de 19 años.

“A mí me gusta, me va bien”, celebró por su parte Olga Andreieva, una decoradora de interiores de 32 años.

Rusia sufre, pero ve oportunidades de negocio

El récord total de temperatura en Moscú (+38 ºC) se remonta a julio de 2010, cuando una amplia parte occidental de Rusia atravesó la canícula y sufrió enormes incendios.

Según numerosos científicos, Rusia, en particular Siberia y el Ártico, figuran entre las zonas más expuestas del mundo al cambio climático.

En los últimos años se batieron varios récords de calor, así como gigantescos e inhabituales incendios.

En junio de 2020, en Verjoyansk, dentro del círculo polar ártico, se alcanzó una temperatura de 38 ºC, el nivel más elevado desde que comenzaron los registros meteorológicos a fines del siglo XIX.

El derretimiento del permafrost – el suelo helado – amenaza infraestructuras y puede lanzar a la atmósfera inmensos volúmenes de gases de efecto invernadero.

Pese a todo lo negativo que esto significa, el calentamiento ofrece ventajas para Rusia.

¿Por qué? Mientras el hielo retrocede, el país puede lanzarse a la explotación de los recursos naturales del Ártico.

A eso se suma el desarrollo de una nueva ruta marítima gracias al retroceso de la superficie helada.