El “Mayflower 400”, el primer barco inteligente que puede navegar sin piloto, detiene sus motores en la bahía de Plymouth, en el suroeste de Inglaterra, a la espera de recibir la autorización oficial de las autoridades británicas para zarpar y cruzar el Atlántico.

Equipado con paneles solares, este barco trimarán de 9 toneladas y 15 metros de eslora es capaz de tomar sus propias decisiones y navegar de forma totalmente autónoma. La idea es utilizarlo para poder realizar nuevas investigaciones sobre los ecosistemas marinos.

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Brett Phaneuf, fundador de la asociación ProMare y artífice del plan que comenzó hace cuatro años, dijo que “cientos” de personas y proveedores de tecnología en todo el mundo mostraron interés y participaron en el proyecto, lo que sirvió para abaratar los costos.

“El mar es un entorno implacable, por lo que disponer de un barco sin personas a bordo permite a los científicos ampliar el área que pueden observar” abaratando los costes, añadió Rosie Lickorish, especialista en tecnologías emergentes de IBM.

Tres semana para llegar a Plymouth, pero en EE. UU

Previsto para zarpar el 15 de mayo, dependiendo del tiempo y una incierta autorización de las autoridades británicas, el barco debe tardar tres semanas en reproducir el trayecto hasta otra Plymouth, en EE. UU., que el “Mayflower” original efectuó hace 400 años, en 1620, con un centenar de peregrinos a bordo.

La construcción del barco, en que todo está robotizado, desde el timón hasta el generador diésel que complementa la energía solar, llevó un año. Mucho más largo fue el desarrollo de su capitán virtual, una inteligencia artificial de numerosos algoritmos que empezó aprendiendo a identificar obstáculos marítimos mediante el análisis de miles de fotografías.

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Los programadores también le proporcionaron las reglas para evitar colisiones, como el código de carretera para los coches autoconducidos, utilizadas por todo capitán humano. A partir de ahí, el barco empezó a salir al mar para hacer un “aprendizaje supervisado” en el que “podíamos decirle qué son buenas acciones y malas acciones, qué es seguro o peligroso”, explicó por su parte Ollie Thompson, ingeniero de software y robótica.

Sin embargo, por limitaciones regulatorias a la aún inédita navegación no tripulada, a dos semanas de la partida el “Mayflower 400” aún no había podido “salir a una alta mar agitada, con grandes olas, viento, lluvia, el peor escenario” de una violenta tormenta, lamenta Jenking-Rees, encargado de revisar los motores.

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En su lugar, el capitán virtual debió entrenarse frente a olas habitualmente de 50 metros, uno de los principales peligros, en un simulador. La inteligencia artificial se utilizará también para los experimentos científicos, agregó Lickorish.

El barco analizará también la composición química del agua utilizando una “lengua inteligente”, medirá el nivel del mar y tomará muestras en busca de microplásticos, entre otros experimentos ideados para recolectar datos como hacen los robots espaciales desde hace décadas.

Pese a su total autonomía, el equipo vigilará al barco las 24 horas desde Inglaterra para intervenir por control remoto en caso de peligro o ir a buscarlo si se produce un error fatal del sistema.