El sexismo tiene dos vertientes altamente tóxicas: una en su versión más hostil por medio de la que se reproduce el machismo. Aquel que considera abiertamente que el rol de la mujer está supeditada al permiso para existir que el hombre le quiera dar.

El que reivindica abiertamente la dominación masculina y consecuente confinamiento de la mujer al espacio privado. Un ejemplo de frase típica que se ha escuchado desde este punto de vista es: “la mujer fue violada porque se lo buscó, porque provocativamente andaba por la calle”.

La teoría luego comprobará que los discursos sexistas hostiles muestran mayor disposición a responsabilizar a las víctimas por la desigualdad de género (Connor y Fiske 2019) y una mayor tolerancia al acoso sexual (Russell y Trigg 2004; Gothreau et al. 2022:4).

Sexismo benévolo

El sexismo benévolo (bajo el cual se camufla el deseo irrefrenable de algunos hombres por piropear a sus objetos de deseo) es igual de tóxico aunque socialmente más aceptado.

Surge de una visión tradicional que idealiza a la mujer en función de una división sexual del trabajo (y de los espacios de interacción) donde el patriarcado se ofrece como “protección” a partir de que las mujeres acepten seguir reproduciendo dichos roles tradicionales en función de las “necesidades” de los varones (Glick y Fiske, 1996).

En una reciente investigación titulada: “Discursos sexistas acerca de los intereses de las mujeres en el Parlamento chileno: un desafío pendiente para la representación descriptiva y sustantiva de género” y que nos publicaron en base a datos recogidos en el Parlamento chileno para las dos últimas legislaturas, comprobamos que el discurso sexista es mayormente reproducido por hombres mayores de 40 años posicionados en la derecha del espectro ideológico. Mientras que los discursos carentes de sexismo son reproducidos en mayor medida por diputadas más jóvenes posicionadas hacia la izquierda ideológicamente. (Miranda Leibe, Roque López y Eyzaguirre, 2022).

Hace unos días Lorena Baeza, periodista de newtral.es a través del medio español La Sexta, describía cuales estaban siendo las estrategias comunicacionales de la extrema derecha para adherir a sus seguidores:

1) Generar una sensación de que todo está mal y en debacle, para 2) posicionarse como salvadores de la patria y de los valores tradicionales de la sociedad, 3) por medio del aliento de un discurso que apela a la emocionalidad (sobre todo rabia e ira).

En una fecha que no es casual, donde lo que debería ser noticia es cómo Chile hace 34 años logró poner fin a la dictadura de Pinochet aprobando masivamente el plebiscito por el No; nos vemos teniendo que superar un discurso añejo y plagado de violencia que la extrema derecha se empeña en seguir reproduciendo.

Las declaraciones de diputados de extrema derecha como De la Carrera, Kaiser o Urruticoechea son lisa y llanamente machismos que reivindican la superioridad y deber de primacía de una masculinidad altamente violenta. Tildan de feminazis e incitan al odio hacia quienes reivindican su derecho a existir y ocupar los espacios de representación libres de un juicio de género.

Desde la perspectiva de la representación descriptiva, la composición de género o étnica de las instituciones políticas es fundamental ya que la legitimidad del proceso democrático radica en que quienes ejercen la representación respondan a cómo está conformada sociodemográfica la sociedad.

La subrepresentación de grupos específicos en las instituciones políticas y espacios de toma de decisión es un problema de legitimidad y justicia democrática (Phillips 1998). Una distribución equitativa de los puestos en el Parlamento no sólo contribuye a un sistema político democrático más justo, sino que implica más equidad en la dimensión formal y descriptiva de la representación (Allen y Cutts 2016).

Mas allá de que sea contradictorio que De La Carrera increpe a una persona a no opinar sobre el aborto por no poder quedar embarazada (lo que técnicamente lo inhabilita a él mismo a hablar sobre el asunto), la actitud de violencia por parte de los diputados de extrema derecha hacia toda persona que viva su género desde una posición que no sea la dominante, implica la vulneración del principio de representación democrática y debe ser sancionado no solo moralmente, sino que también de manera práctica.

Con las actitudes de diputados como Kaiser, De la Carrera o Urruticoechea se adhiere a un grupo de electores que “preden” con discursos que incitan al ejercicio del odio y de la violencia, cumpliendo así la fase 3 antes enunciada en la estrategia del discurso de la extrema derecha.

Las palabras no se las lleva el viento, las palabras hacen daño, sientan precedentes y en el espacio parlamentario, cuando incitan al odio y a la violencia, son un obstáculo a la efectiva representación democrática.

A 34 años de la aprobación del plebiscito por el fin de la dictadura, seguimos diciendo NO a la violencia, al odio, la discriminación y a toda actitud que venga a destruir los principios de convivencia cívico-democrática.

Lucia Miranda Leibe
Investigadora y académica de la Fac de Ciencias Sociales Jurídicas y Económicas de la UCSH
Doctora internacional en Estudios Latinoamericanos, Universidad de Salamanca, España.
Máster Oficial en Estudios Latinoamericanos, Universidad de Salamanca, España.
Especialista en Técnicas de Análisis e Investigación aplicadas a las Ciencias Sociales, Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), España.
Licenciada en Ciencia Política y de la Administración, Universidad de Santiago de Compostela, España.