El autor del libro “El Negro Palma. Retorno desde el Punto de Fuga”, Tomás García Álvarez, afirma que Ricardo Palma Salamanca “burló al Estado y sus aparatos de seguridad. Pocos lo logran, y lo quieran o no, para ciertos sectores eso es una gran victoria”.

Por Francisco Marín Naritelli

“La vida nunca está hecha a la medida de uno, sino a la de muchos. Que está rodeada de malos recuerdos, pero que estos no merecen un lugar determinante. Son solo eso, dijo El Negro, recuerdos”, fragmento del libro.

“(…) para la generación que vivió el horror, que una organización haya tenido la capacidad de realizar esas acciones para recuperar la dignidad es sumamente valeroso. Esa generación hoy puede pararse desde un escalón mínimo para hablarle a la historia. La justicia está en cualquier lugar, y esas acciones tuvieron ese objetivo: buscar justicia”, otro fragmento del libro.

Tomás García Álvarez (nacido el 6 de julio de 1995) es Licenciado en Comunicación Social y Periodista de la Universidad de Chile. Ha colaborado durante los últimos años con reportajes y artículos en medios digitales como El Desconcierto y La Voz de los que Sobran. Fue periodista del sitio de memoria Londres 38 y actualmente forma parte del equipo de la productora audiovisual BTF Media en Chile.

Conversamos sobre “El Negro Palma. Retorno desde el Punto de Fuga” (Ceibo Ediciones, 2020), libro que aborda la vida de Ricardo Palma Salamanca, su infancia, sus años en el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, la prisión y la fuga, la larga clandestinidad en Argentina, México y luego en Francia. Una vida -mejor dicho, una experiencia de vida- marcada a sangre y a fuego por la historia reciente de nuestro país, llena de fantasmas, amores, anhelos de justicia social y traiciones; y viejas heridas todavía abiertas.

Ceibo Ediciones (c)

-¿Cómo surge la idea de contar la historia de Ricardo Palma Salamanca y qué impresión te dio al conocerlo en persona, y al hablar con él?

Creo que Palma encarna la lucha de un gran grupo de jóvenes. No es que sea el representante de todos y todas ellas, pero si de un momento histórico que marcó a su generación. Por otro lado, hay un cierto reconocimiento por la voluntad de volcarse a una causa para buscar justicia en un momento tremendamente injusto. Reinaba el terror y perder el miedo para luchar por la libertad que no se hallaba por ningún lado, me sigue pareciendo muy valeroso.

Conocerlo fue desmontar un imaginario que pesaba sobre él. Comencé a hacerlo mucho antes eso sí: leyendo primero sus libros y luego conversando con las personas que lo rodearon durante su juventud. Me dio la impresión, y esto es una opinión, de que Palma Salamanca es un hombre que ha ido construyendo su identidad en base a algunos recuerdos y a gran parte del borrón de ellos. Entonces, habita contradicciones como todo ser humano. La cuestión es que es un personaje público al que se le exigen ciertos comportamientos y él es consciente de ello. Y aun cuando lo sabe, prefiere romper con los estigmas y mostrarse tal cual es. No le interesa caer bien ni quedar bien con nadie.

-¿Cómo fue el proceso de investigación que derivó en este libro, toda vez que esta obra tiene como eje fundamental el testimonio de El Negro? ¿Fue un proceso largo, difícil? ¿El trabajo con las fuentes, la reconstrucción histórica? ¿Cuáles fueron las principales dificultades que encontraste?

Lo primero fue nutrirse y permearse de toda la historia. No solo la de Palma, sino la de toda una generación que estuvo en las calles peleando en contra de la dictadura de Pinochet. Fue larga la revisión bibliográfica y documental de ese período, pero también de la Transición. En ese proceso me di cuenta de que sabemos muy poco de esos años, de los acuerdos y pactos que permitieron el retorno a la democracia, y de las funciones que cumplieron ciertos personajes políticos para proyectar una estabilidad en el país a costa del silencio y la perpetuación de la impunidad. Creo que hay una tarea enorme que debemos hacer como sociedad que es reflexionar sobre ese período que por más arcoíris que tuviera, también tuvo sus oscuridades.

Lo más complejo fue volver a abrir los cajones de la historia familiar. Abrir algunas heridas que se creían cerradas. Ese contacto con su familia fue muy cuidadoso porque sé que todavía existen eventos que no están resueltos y por eso me preocupé de construir un ambiente en el que ellas se sintieran cómodas y confiadas para contar sus historias.

Ceibo Ediciones (c)
Ceibo Ediciones (c)

-Sabemos que nuestras biografías de alguna forma nos determinan, ¿Cómo determina a una persona como Palma Salamanca su historia familiar?

Como a cualquier joven que vivió la dictadura y que habitó un espacio familiar que peleaba por la caída del régimen de Pinochet. Es cierto que las y los Palma Salamanca desde chicos crecieron en un ambiente muy politizado, pero finalmente cada uno tomó sus decisiones y El Negro no fue la excepción.

-¿De qué forma se podría definir el rol de Ricardo Palma Salamanca dentro de la resistencia armada a la dictadura militar, que era básicamente el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, en vista luego a la llamada Transición, a los pactos de silencio, a las delaciones?

Creo que es el rol que tuvieron muchos y muchas de su generación, el asunto es que él se volvió público por las acciones en las que estuvo involucrado. Hay muchas historias de jóvenes que pelearon en las calles y posteriormente en la Transición y que nunca han salido a la luz. Fueron más anónimos, pero pusieron el mismo corazón y la misma energía para alcanzar la libertad y la dignidad de un pueblo que estaba siendo golpeado a través de la violencia estatal. Palma fue un joven de los tantos que hubo y que creyeron en otro país posible.

-Según el libro, Palma Salamanca no estaba muy convencido del “ajusticiamiento” de Jaime Guzmán, pero en el momento de los hechos actúa, cumpliendo su misión, ¿cómo se explica esto, entendiendo la orgánica del Frente en ese periodo y sus tensiones internas?

Él lo deja muy claro en las conversaciones que tuvimos y que están contenidas en este libro: fue un soldado y no estaba involucrado en los espacios de discusión, menos de toma de decisiones. Hay que tener en cuenta que una organización militar es extremadamente vertical y muy compartimentada, y más allá de que en ese tiempo existieran confianzas cultivadas, cada quien estaba en el lugar que le correspondía por sus capacidades personales y preparación física y militar. El lugar de Palma era operar y eso hizo.

-Se habla en un momento de las difíciles condiciones carcelarias que le tocó vivir a Palma Salamanca en la cárcel de San Miguel, y luego en la Cárcel de Alta Seguridad. ¿Qué reflexión puede hacerse en ese punto, desde los DD. HH., considerando que es una realidad que viven muchos y muchas todavía en la actualidad?

Este es un gran tema que se extiende con los años y creo que tiene diversas aristas. Por un lado, a quiénes se encarcela, y sabemos que está muy ligado con la pobreza y con las oportunidades para educarse y potenciar otros oficios que nos permitan desarrollarnos. Por otro lado, están las condiciones de hacinamiento y maltrato constante que viven los y las presas en las cárceles de Chile. Pese a que existe una denuncia permanente por parte de los organismos de derechos humanos, el Estado no ha hecho los esfuerzos para revertir esta realidad. Todavía se cree a nivel general que por estar preso no estás facultado para que se respeten tus derechos básicos y eso es un error tremendo.

Otra de las aristas es la prisión política. Durante los noventa se instaló la idea de que quienes seguían participando en organizaciones armadas eran un “germen” que había que exterminar, incluso se permitían ciertas prácticas de la dictadura para hacerles frente después de que eran detenidos sus integrantes. Palma acusa que fue torturado durante su detención, desde la justicia niegan rotundamente esto, pero lo cierto es que en esos años si existieron otros tipos de torturas que apuntaban a debilitar y quebrar a las personas: amenazas a sus familiares, no dejarlos dormir ni darles de beber, ruidos constantes durante la noche. Y todo eso sigue presente. Hoy Mauricio Hernández Norambuena, preso en la CAS, evidencia alteraciones del sueño y un aislamiento que ha deteriorado su salud. Que te apaguen las luces durante todo el día también es maltrato y nadie merece eso. Con la revuelta social la prisión política ha vuelto a estar en boga desde los sectores organizados, por ejemplo, ya van más de ocho meses desde que las y los presos por contexto de protesta dejaron de recibir visitas. Si eso no es una violación a los derechos fundamentales de las personas, ¿Qué es?

-Una pregunta que surge en la introducción del libro, ¿Cómo se vive en la clandestinidad? ¿Cómo Palma Salamanca vive la clandestinidad? ¿Qué significa cambiar de identidad y partir de cero? ¿Cómo su visión acerca de sus años en el Frente fue cambiando a lo largo de los años producto de esto?

Creo que la decisión de pasar a la clandestinidad, dejar todo aquí para recuperar la libertad, es una decisión de vida muy fuerte. Te determina para siempre. Palma, al igual que otros y otras, tuvo que crear una nueva persona. Claro, su personalidad siguió siendo la misma, pero la historia que lo constituía debía pasar a segundo plano al menos en el relato que uno le cuenta a los otros. Me pasó que cuando le preguntaba cosas sobre el Frente, incluso cuando le nombraba a personas, él no las recordaba. A veces se esforzaba para hilar ciertas cosas porque literalmente las había enterrado en algún lugar de su cabeza. Y sobre su paso por el Frente, claro, fueron madurando sus reflexiones desde que se escapa de la cárcel y así haciéndose de un nuevo presente que estuviera alejado de todo lo que había hecho antes. Crítica su propia experiencia y a la vez rescata a algunas personas con las que peleó durante esos años.

-Para bien o para mal, la figura de Palma Salamanca es controvertida, reivindicada por unos y satanizada por otro… ¿Héroe o asesino? Lo interesante es que el mismo se define simplemente como una persona “coherente”. ¿Cómo lo ves tú, a partir de esta investigación?

Como una persona rodeada de contradicciones humanas, absolutamente válidas por lo demás. Esta investigación tuvo por objetivo desentrañar al personaje y alejarlo de etiquetas. Quise saber quién estaba detrás de la pañoleta y el pasamontañas. Al final te encuentras con un hombre que en algún momento queriendo cambiar el mundo, o luchando por la dignidad, puso su cuerpo al servicio de una causa. Y si bien hoy no es el militante que muere con las banderas en el ataúd, vivir en la clandestinidad por más de veintidós años podría ser su más larga batalla: burló al Estado y sus aparatos de seguridad. Pocos lo logran, y lo quieran o no, para ciertos sectores eso es una gran victoria.

-¿Cómo es para un periodista de tu generación encontrarse con esta historia, poder contarla? ¿Con qué se encontrarán los lectores y lectoras cuando lean tu libro?

Ha sido un enorme desafío, principalmente porque tuve que sumergirme en una historia que podría considerarse no es la mía. Nací un año antes de que Palma saliera en una canasta y se perdiera por largos años. Quiero que se lea, que las personas puedan reconocerse en estas líneas y que sirva como un recurso para contar la historia de una generación y la de un país. Que nos permita reflexionar también sobre el presente que se está construyendo de la mano de las nuevas generaciones.

Portada, Ceibo Ediciones (c)

-Fuiste a París, pero no fue fácil. Incluso hubo actividades de recaudación. ¿Cómo se hace periodismo de investigación en la actualidad, con la crisis de los medios de comunicación y el siempre complejo acceso al financiamiento?

Tú lo has dicho, no es nada fácil. Hoy los medios conviven en un vaivén que los lleva a competir. Si miramos cómo funcionan la mayoría debe exponerse a las reglas del mercado y yo me pregunto dónde está el valor de un buen periodismo. Creo que es una urgencia pensar en subvenciones estatales, incluso a través de un organismo autónomo para no perder la independencia que requiere el periodismo. Ninguna democracia funciona sin medios y periodistas que fiscalicen y cuestionan al poder. En mi caso, esta investigación se hizo a puro pulso a través de la solidaridad. Hubo otros y otras que confiaron en mi idea y también aportaron. Entonces, tú ves que esta idea de “financiarse a través de completadas” atraviesa distintas dimensiones de nuestra vida. Di la pelea para poder hacer esta investigación y no quiero que en este nuevo Chile que se está gestando otros talentos jóvenes queden a medio camino porque les dijeron que no era posible, y que el dinero sea la barrera para echarse a volar.

-Dice Ricardo Palma Salamanca, al comienzo del libro: “Chile no ha podido revisar su historia reciente, y existe una permanente sed de venganza y odio”. Y tú mismo, al final del texto, te preguntas: “¿Podrá esta nueva juventud, la de nuestros tiempos, ir tras los leones del modelo político chileno (…)? ¿Qué hubiera hecho Palma Salamanca en medio del nuevo estallido social?”. A la luz del 18-0, ¿Cuáles son las lecciones que dejan historias como esta? ¿Por qué son tan importante recordarlas y leerlas con sentido de futuro?

Mira las coincidencias, Palma criticaba justamente esa falta de revisión de la historia y yo creo que en este momento estamos en eso. La revuelta social de octubre que sigue en curso nos ha llevado a mirarnos, reencontrarnos y preguntarnos sobre el presente, pero también sobre el pasado. Hace tres décadas había presos y presas políticas, hoy también los hay.

Hace cuatro décadas la policía actuaba con brutalidad y no han dejado de actuar así hasta la fecha. Los que se instalaron en la Concertación hoy quieren ser constituyentes. Creo que conocer nuestra propia historia nos invita a no tropezar con la misma piedra y lo central hoy día es no dejar los vínculos y articulaciones que se han creado en los territorios. Por más que haya triunfado el Apruebo, la tarea es seguir recomponiendo el tejido social para que un futuro sean las mismas personas quienes representen y encabecen las transformaciones sociales. Y creo que la mayor lección es confiar en nuestra propia fuerza. Si millones se mueven nadie puede detenerles, aun cuando el terror se vuelva a tomar las calles.