Alan Gross, un estadounidense de 65 años liberado este miércoles tras haber pasado cinco años en cárceles cubanas acusado de espionaje, hizo una gran parte de su carrera en el ámbito de la ayuda humanitaria y el desarrollo internacional.

“Alan es un especialista en desarrollo internacional (…) muy respetado que recorrió el mundo durante más de 25 años, ayudando a la gente en más de 50 países y territorios de Medio Oriente, Europa, Africa y otras partes”, se puede leer en el sitio “Bring Alan home” (‘Traigan a Alan a casa’), la campaña que apeló a su liberación.

“En 2009 Alan fue reclutado como subcontratista para un proyecto de la USAID (la agencia estadounidense para el desarrollo internacional) para mejorar el acceso a internet de pequeñas comunidades en Cuba, en particular de la comunidad judía”, agrega.

Acusado de espionaje, fue juzgado y condenado en 2011 a quince años de cárcel por haber “cometido actos contra la independencia y la integridad territorial de Cuba”.

Nacido en Nueva York, estudió trabajo social en Maryland y Virginia, y luego comenzó su carrera en el área de desarrollo internacional.

Este especialista en comunicaciones satelitales trabajó sobre todo en Pakistán, territorios palestinos, Azerbaiyán y Bulgaria, en proyectos mineros, de creación de empleo y agrícolas.

Ingresó cuatro veces a Cuba con un visa turística. La última vez, con teléfonos celulares e inteligentes, ordenadores portátiles y teléfonos satelitales. Algunos están autorizados en Cuba, otros no.

Durante su quinto viaje, en 2009, habría tenido en su poder un chip para impedir la localización de llamadas realizadas con un teléfono satelital.

En ocasión del reciente quinto aniversario de su detención, su esposa, Judy, estuvo muy preocupada por la salud de su marido. “Temo que estemos cerca del fin (…). Es tiempo de que el presidente Barack Obama traiga a Alan a Estados Unidos, si no será demasiado tarde”.

Contó que su marido se había despedido de ella y de sus dos hijas en julio y que se negó a que lo visitaran. También rechazó el resto de las visitas.

Según su familia, Gross pasaba 23 horas diarias encerrado en una pequeña celda con otros dos prisioneros, perdió 45 kilos, sufre de depresión y de artritis degenerativa en una pierna. En abril concluyó una huelga de hambre de diez días para “protestar contra el trato inhumano” del que, a su juicio, era víctima en prisión.

Su prima Linda Gross declaró el miércoles a la cadena MSNBC que su familia estaba “llena de júbilo. Simplemente lloramos”.

“Es un milagro de Hanuka (fiesta judía). Es increíble. Es una buena manera de terminar 2014. Es simplemente fabuloso”, agregó.