Con una elección que se anticipa como una de las menos participativas de la historia reciente en nuestro país, cabe preguntarse por las razones que provocan tan alta abstención entre los votantes. Para muchos, es la expresión del descontento ciudadano frente a las mismas opciones que logran volver a imponerse una y otra vez en el poder, donde los votos blancos o nulos pasan a ser sólo mudos testigos de esta insatisfacción.

Pero… ¿y si pudieran ser más que eso?

Fue en Colombia donde los legisladores pensaron en dotar a los votantes con un modo efectivo de validar su descontento. Esto porque desde 2011, todas las papeletas de elecciones presidenciales, municipales o legislativas, incluyen entre sus opciones al contendor más temido por los candidatos cafeteros: el voto en blanco.

Según la normativa C-490 de 2011, si en una elección popular la opción “voto en blanco” obtiene la mayoría absoluta (es decir, 50+1 de los votos), los comicios no sólo deben repetirse, sino que los candidatos perdedores no pueden volver a correr en la misma elección.

Y es que para la constitución colombiana el voto blanco no es sólo un voto inválido como en Chile, sino que lo reconoce expresamente como “una expresión política de disentimiento, abstención o inconformidad, con efectos políticos”.

“El voto en blanco constituye una valiosa expresión del disenso a través del cual se promueve la protección de la libertad del elector. Como consecuencia de este reconocimiento la Constitución le adscribe una incidencia decisiva en procesos electorales orientados a proveer cargos unipersonales y de corporaciones públicas de elección popular”, recoge la Registraduría Nacional del Estado Civil.

“Corrió solo… y perdió”

Al parecer, el general Pinochet no es el único candidato que podría ameritar el tan irónico comentario por parte del extinto Fortín Mapocho, luego de que perdiera el plebiscito del 88.

En 2011, la ciudad de Bello, la segunda más poblada de la provincia de Antioquía en Colombia, tuvo como único candidato a la alcaldía a Germán Londoño, un resistido candidato conservador que pensó tener la victoria asegurada luego de que la Registraduría anulara la inscripción de Luz Imelda Ochoa, su más cercana contendora.

Sin embargo, un movimiento ciudadano lo dejó literalmente fuera de juego, al lograr que el voto en blanco alcanzara una mayoría del 56.7%, obligando a repetir la votación sin que Londoño pudiera volver a postularse, siendo la primera vez que la normativa C-490 se ponía en práctica.

Ahora el temor de los políticos colombianos es patente. Una encuesta difundida el mes pasado por la firma Gallup reveló que si las elecciones presidenciales previstas para el 25 de mayo de 2014 fueran ahora, el actual presidente Juan Manuel Santos obtendría sólo un 27% de las preferencias, contra un 30.6% del voto en blanco.

La sola posibilidad de que estas cifras pudieran costarle la elección hizo a su partido evaluar dejarle la candidatura a uno de sus ministros, aunque finalmente se resolvió que Santos volverá a postular al cargo.

En todo caso ya sabe que a quien debe temerle no es a la oposición, sino a un candidato que no tiene cara: el voto en blanco.

Registraduría Nacional de Colombia

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