El sacerdote Mario Aurelio Poli, elegido por el Papa para sucederlo como arzobispo de Buenos Aires, es un religioso que cultiva la sencillez y la austeridad, virtudes que distinguen a Francisco, con quien se conoce de toda la vida.

“Es sencillo, austero y humilde como el (ex) cardenal Bergoglio, pero multiplicado”, dijo a la AFP Federico Wals, responsable de la Oficina de Prensa del Arzobispado de la ciudad de Buenos Aires, la principal jurisdicción eclesiástica de Argentina.

Poli, de 65 años, obispo de la diócesis de Santa Rosa, provincia de La Pampa, ocupará a partir del 20 de abril el cargo que había quedado vacante tras la elección del Pontífice el pasado 13 de marzo.

“El Papa lo conoce de toda la vida. Fue su asistente entre 2002 y 2008, cuando se traslada a La Pampa”, dijo Wals, quien señaló que como Francisco, Poli “es muy pastor, viaja en colectivo (bus) y no le gusta que lo sirvan”.

A Poli se lo describe como un sacerdote de bajo perfil, con un estilo cercano a la gente, distante de los factores de poder y con vínculos casi nulos con el mundo de la política.

“Es un cura abocado ciento por ciento a su tarea pastoral, a estar cerca de los pobres, a trabajar con los jóvenes y casi no ha interactuado con políticos”, señaló una fuente de la provincia de La Pampa citada por el diario La Nación.

Se trata de un hombre de “confianza” del Papa, que además durante más de 20 años fue uno de los superiores en la formación de sacerdotes en el seminario del barrio capitalino de Villa Devoto (1981-2002), recordó Wals.

El nuevo arzobispo fue protagonista, en agosto de 2012, de un episodio que había concitado el repudio social, cuando el sacerdote de su diócesis Jorge Hidalgo saludó por Facebook al ex dictador Jorge Videla por su cumpleaños. “No fueron 30.000 (desaparecidos) ni fueron inocentes, feliz cumpleaños general”, había escrito el cura.

Un semana después en una carta, Poli dijo que el cura Hidalgo había causado “un grave daño a la Iglesia” e incurrió en un “insoportable escándalo con frases ajenas a nosotros y a nuestro oficio de amar. Y nos causó un profundo pesar”.

La elección de Francisco volvió a poner sobre el tapete el papel de la Iglesia durante la última dictadura (1976/83).

A modo de autocrítica, la Iglesia lamentó en 1996, 2000 y 2012 no haber hecho lo suficiente para ayudar a las víctimas, pero esas declaraciones fueron consideradas insuficientes por organismos humanitarios y familiares de desaparecidos, que reclaman que la institución abra sus archivos para echar luz sobre ese período oscuro de la historia argentina.