“Llevará un vestido impresionante”, predice Amanda Hijazin, una estadounidense de 13 años. “No, sencillo, elegante, bonito”, vaticina una amiga durante el cambio de la guardia real en el palacio de Buckingham el domingo, a cinco días de la boda entre el príncipe Guillermo y Kate Middleton.

“Será un día histórico”, asegura Hijazin, que lleva una pequeña chaqueta de encaje, el pelo largo y aparatos para los dientes. “No estaré aquí el día de la boda, pero saber que estarán aquí es genial”, añade, mirando el palacio londinense desde donde la pareja saludará a las masas el próximo viernes 29 de abril, una vez ya se hayan convertido en marido y mujer.

“¡Las niñas son unas fanáticas del príncipe!”, explica la profesora de inglés de las chicas californianas, Rebecca Adams. “También están interesadas por el príncipe más joven, Enrique, el hermano de Guillermo que no está casado”, comenta.

Las adolescentes se quedarían para ver la boda, pero es imposible modificar el billete, los aviones están llenos, lamenta Hijazin. “Miraremos el enlace por la tele. Empieza a las 02H00 (hora de Los Angeles), ¡Pondremos nuestro despertador!”, promete.

Adams recuerda haber seguido ella también por televisión, en 1981, cuando era alumna de secundaria, la boda del príncipe Carlos y Lady Diana, los padres de Guillermo. “Una generación más tarde, mis alumnos harán lo mismo”, señala entusiasmada.

En la abadía de Westminster, donde la pareja de novios contraerá matrimonio, los turistas acuden al templo para visitarlo, pero está cerrado coincidiendo con el domingo de Pascua.

“Queríamos ver la iglesia dónde se casarán, pero está cerrada”, lamenta una turista italiana, Silvia Bosisio, que ha aprovecha el puente de Pascua para visitar Londres.

“Hacen una bonita pareja, es una pena que no nos podamos quedar para la boda”, añade la mujer, que trabaja en una agencia matrimonial.

No es el caso de los Slade, una familia estadounidense de San Francisco. “Reservamos nuestro viaje en octubre y es una auténtica coincidencia que haya la boda”, se alegra Randy Slade, que va acompañado de su mujer y su hija.

“Somos auténticos fans de la familia real. Encuentro que la reina es increíble, tiene una presencia constante a pesar del paso del tiempo”, dice el hombre.

Koshi Kawata, un pequeño japonés de nueve años, también está “muy contento”.

“Podré decir a mis amigos que he visto donde se han casado”, cuenta bajo la divertida mirada de su madre.

“Será increíble ver al futuro rey”, dice el chico, que verá la ceremonia por televisión desde su casa, en Bélgica.

Los Gache, una familia francesa de Saint-Etienne se lamentan de haber viajado hasta Londres unos días antes de la boda. “No se puede ir a ningún lado. ¡Hay tanta gente!”, lamenta la madre, Fabienne.

“Miraremos el enlace por la tele para ver cómo es el palacio… porque hoy no podemos ver nada”, añade su hijo, Clovis, de ocho años, tras haber renunciado a buscar un hueco entre los centenares de turistas que quieren ver los famosos guardias de Buckingham con sombrero de piel de oso.