“Feliz de estar aquí”: una pancarta resumía este jueves el sentimiento de decenas de miles de católicos que se congregaron armados de banderas y paciencia en un parque de Glasgow para asistir a la primera misa de un Papa en el Reino Unido en 28 años.
“Hoy es el día de nuestra independencia y he venido a saludar al Papa con mucho cariño en nombre de México”, explica Lourdes, una mexicana de 47 años afincada en Airdrie, cerca de Glasgow, haciendo ondear su pequeña bandera tricolor “feliz de la vida” con su marido Philip entre 70.000 peregrinos.
Lourdes forma parte de los inmigrantes que, tras años de declive, han permitido a la Iglesia Católica estabilizar desde 2005 el número de fieles en este país oficialmente anglicano en más de cinco millones.
Entre la inmensa mayoría de escoceses presentes en esta ceremonia celebrada en un ambiente festivo, podían verse también este jueves irlandeses, polacos, argentinos y hasta kenianos luciendo orgullosamente sus emblemas.
La hermana Mary Dominique, de las hermanitas de los pobres de Glasgow, se declaró “satisfecha” de asistir a este acto “memorable”, esperando que contribuyera a la “unidad” de todos los británicos.
Lourdes, la mexicana, que ya había visto el Papa en dos ocasiones, una de ellas durante su luna de miel en Roma hace cuatro años, dijo no entender las críticas que ha recibido Benedicto XVI, el primer Papa que efectúa una visita oficial al Reino Unido en casi cinco siglos.
“Este es un país con mucha diversidad de creencias y deben respetarse, como nosotros respetamos a las otras religiones”, afirmó, defendiendo que el Papa pueda expresar libremente sus opiniones.
Además, dijo, el Sumo Pontífice ya se ha disculpado públicamente por los abusos sexuales en la Iglesia, “una situación muy triste” pero que “no se produjo durante su papado” iniciado en 2005.
Para otros fieles, como Sarah Jane, una colegiala escocesa de 14 años, que acudió con su amiga Kirsty, la misa tenía un aliciente añadido, la presencia de Susan Boyle, la ex cantante parroquial escocesa que se convirtió en un fenómeno mundial tras participar en un concurso de televisión británico.
“Es una oportunidad que se produce sólo una vez en la vida”, dijo esta adolescente que aplaudió casi tanto a Boyle cuando interpretó su gran éxito “I Dreamed a Dream” como al Papa alemán.
Difícil encontrar opiniones discordantes entre la asistencia, en la que destacaban numerosos jóvenes y niños, con sus padres o con sus profesores y luciendo sus uniformes escolares, pero todos bien pertrechados para la larga espera en este día soleado.
En ella sólo podían participar las personas que a través de las parroquias pagaron 20 libras (24 euros) que les daba derecho a la mochila amarilla de peregrino que la mayoría llevaban en la espalda y que incluía un disco y otros objetos conmemorativos.
Pero no todos los escoceses mostraban el mismo entusiasmo con la visita, criticada en particular por su alto coste -20 millones de libras, la mitad para el contribuyente- cuando el país ha entrado en una era de rigor presupuestario.
“Es triste que en el ambiente económico actual, tengamos que pagar por esto”, dijo Amelia Black, una protestante escocesa que no quiso perderse, como otras 125.000 personas el recorrido del Papamóvil por las calles de Edimburgo.
Aunque las protestas fueron discretas, muchos le reprochan también sus posturas consideradas “retrógradas” en temas como la mujer, la familia o el sexo, y la escasa reacción de la Iglesia ante las numerosas denuncias de abusos sexuales a niños por parte de miembros del clero.
Y aunque el Papa admitió fallos de la Iglesia a la hora de gestionar esta lacra y tomar las medidas necesarias camino de Escocia, algunos, como Lucy Douglas, consideraron que se trataba simplemente de “un buen ejercicio de relaciones públicas”.