El líder histórico cubano Fidel Castro levantó esta semana polvareda con la afirmación de que el modelo cubano ya no funciona ni siquiera en la isla, pero esa confesión no implicaba reconocer un fracaso político, según la experta Julia Sweig, que asistió a la entrevista.

Imagen: lawanddisorder.org

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“No estaba bromeando y cuando escuché que dijo eso, lo tomé como que el modelo económico ya no funciona, pero no la revolución, el espíritu de independencia”, puntualiza a la AFP Julia Sweig, experta estadounidense en la región del independiente Consejo de Relaciones Exteriores.

Autora de libros sobre Cuba, Sweig fue invitada por el periodista Jeffrey Goldberg, de la revista Atlantic, a acompañarlo en ese viaje a La Habana para hablar principalmente de la actual obsesión sobre política exterior de Castro, de 84 años: el riesgo de un enfrentamiento nuclear.

Fidel Castro los recibió a lo largo de tres días, hace poco más de dos semanas, para hablar de Israel, Irán y de la tensión en Oriente Medio, pero también, como es habitual en él, de otras muchas cosas.

“Me pareció en gran forma. Obviamente envejeció, pero su conversación es chispeante, y diría que está presente al 1000%”, considera Sweig.

Durante esos encuentros, Castro deslizó la frase “el modelo cubano ni siquiera funciona para nosotros”, a una pregunta de Goldberg sobre si ese modelo, “fetiche” en América Latina, según Sweig, era aún exportable.

La respuesta no fue más allá de una simple frase pero ha provocado polvareda, reconoce Sweig, teniendo en cuenta que Fidel y su hermano Raúl impusieron hace 51 años el comunismo en la isla con mano de hierro.

“Hay mucha gente dentro del gobierno cubano que afirma públicamente que pueden preservar su independencia, su soberanía, que pueden mantener una relación distante con Estados Unidos, y seguir siendo Cuba”, explicó Sweig.

El liderazgo cubano intenta hallar una salida al marasmo económico sin parecer que pierde en su estrategia de plantar cara, utilizando como bumerán el embargo vigente desde 1962, o criticando el liderazgo mundial de Washington, cree Sweig.

Hay otro aspecto de la entrevista que Sweig cree particularmente importante: “sé que es difícil de creer, pero creo que su hermano es quien está al mando. Fidel es consultado, no hay duda, pero dejó de estar en la línea de frente”, añadió Sweig.

Sus comentarios son los de “un estadista”, añade. “Quiere participar como figura pública” en el debate, insiste.

Su comentario sobre el fracaso del modelo cubano serviría por lo tanto de empujón para vencer resistencias en el interior del régimen y facilitar la tarea gigantesca que recae ahora en las espaldas de Raúl, sin querer ir más allá.

El tono de las horas de entrevista a lo largo de tres días, en lugares como el acuario de La Habana, fue de simple “conversación”, recuerda Sweig.

Pero esta experta reconoce que ese tono aparentemente ligero de Castro no coincide con sus diatribas directas contra el gobierno de Barack Obama, cuando sus palabras se dirigen a la opinión pública cubana.

En julio, Fidel Castro acusó a Washington de querer “presionar” a Cuba para que libere a Alan Gross, un contratista del Departamento de Estado detenido desde hace nueve meses tras visitar la isla para distribuir material de comunicaciones e informático.

En marzo calificó a Obama de “fanático creyente del sistema capitalista” que dice “tonterías” sobre Cuba, en una columna en Granma.

“Hablamos de muchas cosas, pero Fidel Castro no dirige la política exterior cubana en este momento”, insiste Sweig.

La comparación con el modelo chino, de reformas controladas por un régimen de hierro, parece inevitable, pero Sweig matiza que la historia de relaciones entre Cuba y Estados Unidos es mucho más compleja, por su cercanía.

“Ellos creen que pueden cambiar el modelo económico sin perder la cara porque lo están haciendo ellos solos, y no por el poder estadounidense”, considera.

Jeffrey Goldberg tiene previsto publicar otros artículos en Atlantic sobre la entrevista a Castro.