Los paquidermos asiáticos como Ramba, son muy comunicativos. Sin embargo, los que se encuentran en los circos no suelen emitir sonidos.

El proceso de adiestramiento del mamífero terrestre en peligro de extinción, incluye el quebrantamiento de su espíritu. Los animales conservan su fuerza, pero pierden su voluntad.

Por Alejandra Cassino M. (Prensanimalista)

El 4 de enero de 2012 quedará grabado a fuego en la historia de la protección de los animales en Chile. Ese día, Ramba, la elefanta que desde 1997 fue el símbolo del circo chileno, finalmente fue trasladada al Parque Safari de Rancagua, dejando atrás casi 15 años de maltrato, negligencia de autoridades y una historia ligada al lucrativo negocio del tráfico de animales. Allí se recuperará para poder, finalmente, viajar al que será su hogar definitivo: el Santuario de Elefantes de Tennessee, Estados Unidos.

Scott Blaise, cofundador del Santuario de Elefantes, estuvo a cargo del procedimiento que culminó a las 00:10 del 5 de enero, cuando Ramba por su medios, sin otro estímulo que su curiosidad, bajó del container en el que fue trasladada. Primero asomó su trompa absorbiendo los nuevos aromas que la rodeaban, luego sacó su mano izquierda, miró a su alrededor y comenzó a caminar hasta encontrar arena, con la que se dio un baño seco. Los testigos del procedimiento estaban en silencio, igual que el resto de los animales del zoológico. Ramba, no fue la excepción.

La paquidermo permaneció muda, sólo se limitó a reconocer su nuevo hogar. En un elefante asiático el mutismo no es una característica propia de la especie, por el contrario, en su hábitat, vocalizan con frecuencia y cada actividad se relaciona con alguna “voz”. Es así, por ejemplo, que para comunicarse a distancia usan sonidos de baja frecuencia, perceptibles por sus pares a más de 20 kilómetros. También, al igual que los gatos, ronronean cuando se sienten cómodos o realizan alguna actividad placentera.

“Durante el tiempo que pasamos con ella en la parcela del Circo – 24 horas -, no barritó y tampoco emitió otro tipo de sonidos. De todos modos, esto es habitual en animales que han sido adiestrados para las rutinas circenses”, comentó Scott a Prensanimalista.

El método de Pavlov que castiga la conducta inadecuada y premia la esperada, encuentra su campo práctico más amplio en los circos. Cuando los elefantes son “entrenados” para sentarse en un pequeño taburete, pararse en las patas traseras o moverse al ritmo de la música, son sometidos con cuerdas, palos, cadenas y el famoso ankus, una fusta eléctrica con un gancho en la punta que “facilita” los movimientos del paquidermo.

Pero eso no es todo, se busca doblegar a la bestia en todos los sentidos. No basta entonces con limitar sus movimientos, de allí que su “voz” es silenciada. El mundo del elefante de circo se construye entonces por los sonidos de otros, por movimientos restringidos y actitudes aprendidas por sometimiento. Su espíritu desaparece, su sonrisa se desvanece y su imagen se reduce a la caricatura cultural de los afiches circenses, donde el majestuoso mamífero terrestre aparece vestido con borlas, pecheras y hasta turbantes.

“Los elefantes que han ‘perdido’ su voz, vuelven a recuperarla cuando están en el santuario o cuando han sido reubicados en lugares como éste (Parque Safari), donde comienzan a construir una relación con sus cuidadores. Es un proceso individual que puede tardar semanas, meses, incluso años. No sabemos cuánto demorará Ramba. Por ahora, lo está haciendo bien. Ya muestra cambios en su expresión corporal. En su primer día en su nueva casa, sonrió y comenzó a ronronear”, relató emocionado Blais.

Quebrantar el espíritu de un elefante

Si bien los paquidermos ocupan un lugar especial en las culturas de Asia, la forma en que los animales son domesticados para cumplir con tareas de transporte acuático, turismo o de tiro y carga, dista mucho de la sabiduría que se le atribuye a Ganesh, la venerada deidad con cabeza de elefante y cuerpo de hombre del panteón indio.

El método tradicional para quitarle la voluntad y todo deseo de libertad a un elefante toma tres días, tal y como relata el fotógrafo Palani Mohan en su libro Vanishing Giants, donde registra seis años de travesía buscando el alma del elefante asiático. Es así como en Burma, en el sudeste asiático, retrata el “break in“ (quebrantamiento) del espíritu de este mamífero en peligro de extinción.

De acuerdo al relato visual de Mohan, primero se debe contar con un ejemplar joven que es alejado de su madre. Luego, para completar el proceso con éxito, se requiere de un pequeño corral que limita al máximo la movilidad del animal, cuerdas, palos con clavos y seres humanos que cultivan esta práctica que doblega al paquidermo mediante golpes y privación de agua y alimento. Al tercer día, el espíritu del animal es quebrantado. Pierde su voz, su sonrisa y su estampa. Sólo conserva su fuerza, recurso por el que será explotado por años.

Aunque usen materiales más refinados, los circos ocupan el mismo método. En 2007, la organización Personas por el Trato Ético para los Animales (PETA, por sus siglas en inglés) reveló el “break in” (quebrantamiento) de espíritu de un elefante bebé en el Ringling Brothers and Barnum and Bailey Circus. El pequeño es sometido del mismo modo que su pariente en Burma. No tiene escapatoria y crecerá creyendo que no la tiene. Además viajará constantemente y; sin importar que esté enfermo y mal alimentado, deberá actuar noche tras noche en la pista del renombrado circo estadounidense.

Las conductas aprendidas deben reforzarse y en el caso de los animales de circo esta norma se cumple a cabalidad. En marzo de 2011 la organización Defensores de los Animales (ADI, por sus siglas en inglés) expuso el maltrato al que a diario eran sometidos los animales del Super Robert’s Circus en Inglaterra por el entrenador Rumano Nikolae Nitu.

Monty el camello y la elefanta Anne son los protagonistas del video grabado por ADI, en el que ambos son golpeados. La paquidermo luce desnutrida y sucia. Ella, en silencio y sin reparos, recibe los castigos que además incluyen el uso del ankus, otras herramientas similares y elementos contundentes.

Anne de 59 años y Monty, en abril fueron entregados por los dueños del circo, Moira y Bobby Roberts, al Longleat Safari Park, el primer santuario de animales en Europa, esperando que esta acción sirva como antecedente en el juicio por crueldad contra animales que deberán enfrentar en junio próximo.

Lo primero que hizo Anne en su nuevo hogar fue darse un baño de arena. 24 horas después volvió a sonreir. Ella y Ramba, aunque en continentes distintos, comparten una historia de tortura y explotación que comienzan a dejar atrás gracias al esfuerzo de las organizaciones de protección animal. Ahora sólo falta que el espíritu de estas elefantas se fortalezca y logren, finalmente, reencontrarse con su voz.

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