“Para ir a votar, voy a tener que viajar cinco horas en auto desde mi pueblo hasta el consulado en Nueva York, pagar hotel, y devolverme en cinco horas más. Me va a salir como 300 lucas la gracia. Si algún conchesumadre no va a votar porque “le quedaba lejos”, me lo apuñalan por favor”.

Con este sardónico tuiteo, Camila Gutiérrez se ganó la simpatía de los usuarios de la red social, quienes replicaron rápidamente su mensaje más de 1.500 veces, y dándole 6.200 “Me Gusta”.

Probablemente, muchos vieron en su actitud algo que trasciende a las opciones de ‘Apruebo’ o ‘Rechazo’, sino al cumplimiento de nuestro deber cívico como chilenos, en el que probablemente sea el proceso eleccionario más importante desde el plebiscito que marcó el retorno a la democracia para nuestro país en 1988.

Pero ya en serio… ¿10 horas y 300 lucas?

Camila Gutiérrez no es la típica usuaria de Twitter que dice cosas a la ligera. Tampoco su vida ha sido típica. Con una licenciatura en Literatura Inglesa de la Pontificia Universidad Católica de Chile y actualmente cursando un doble doctorado en Literatura Comparada (algo que tuve que pedirle que me explicara de qué se trata sin estar seguro aún de comprender bien) y Estudios Visuales, que la han llevado a vivir desde Estados Unidos hasta Japón, podría pensarse que la vida ha sido generosa con ella.

Camila en Japón
twitter.com/millychu

Pero las apariencias engañan. De infancia humilde y beneficiada por becas de estudio, Camila forjó su camino hasta la Universidad Estatal de Pensilvania, donde actualmente estudia, enseña y vive junto a su marido, quien también es chileno e irá a votar con ella.

“Muchos creyeron que si voy a hacer este viaje es porque la plata me sobra pero no es así. Vivimos con un estipendio que nos entrega la universidad para nuestros gastos, por lo que venimos planificando y ahorrando para él hace meses -explica- Revisamos los pasajes de avión en oferta, los buses disponibles, los lugares donde poder quedarnos, y finalmente optamos por viajar en auto junto a una colega estadounidense que también irá a votar y compartir gastos. Lo bautizamos como la ”gran gira de las democracias””, clama sin ocultar su orgullo.

¿Pero y no que las elecciones gringas son en noviembre?

Camila se apura a explicarme que, por las condiciones de la pandemia, existe una ventana mucho más amplia de votación para las presidenciales estadounidenses. Así, se puede emitir el voto en distintas fechas para evitar abarrotar los locales de votación. (Y nosotros que ni siquiera pudimos ponernos de acuerdo para votar a distancia).

El periplo no será menor. De haber decidido viajar en bus hasta Nueva York, solo el boleto les habría costado 70 mil pesos chilenos debido a las restricciones de ocupación. Además, por el alto riesgo sanitario prefirieron no optar por quedarse en un B&B o pensiones en las que pudieron haber economizado, sino en un hotel que cumpla con todas las disposiciones de higiene.

“Sumando bencina, peajes, comida e incluso el estacionamiento que en Manhattan -donde está el consulado- es carísimo, estimamos el viaje en unos 350 dólares, eso sin contar imprevistos. Pero si uno lo toma con responsabilidad y compromiso, se puede organizar”, resume.

Por supuesto, esto nos lleva a la pregunta principal: ¿por qué? ¿vale la pena el gasto, la molestia y el riesgo?

“Como votantes, lo que siempre se nos pide es que aprobemos el proyecto de otra persona, por lo general acomodada. Este marca el momento en que por primera vez podemos crear nuestro propio proyecto y quiero ser partícipe de su construcción. Es algo que pocas veces Chile, si es que alguna vez, ha tenido. Es la oportunidad de crear una Constitución desde cero”.

Huelga decir que la opción de Camila es votar por el ‘Apruebo’.

“En Chile no tenemos el país en nuestras manos”

Afilando las garras del cinismo, no puedo contener la pregunta. Pero Camila, tú provienes de una familia humilde, pese a lo cual pudiste llegar a estudiar dos posgrados, conocer países y vivir en el extranjero. ¿No eres la mejor muestra de que si te esfuerzas el actual sistema funciona?

Camila Gutiérrez Fuentes
Camila Gutiérrez | Zoom

“Estoy en desacuerdo con eso”, responde tranquila. “Esa es una visión que valora el mérito y en efecto, yo pude armar mi proyecto de vida y llegar a muchas partes pese a todas las barreras que tuve, ¡pero fue injustamente difícil! En Chile no tenemos igualdad de oportunidades ni de justicia, porque todo se limita a tu poder adquisitivo. Para muchas personas, es muy difícil aspirar a un nivel educacional que les permita abrirse camino. En mi caso, fue gracias por una BecaChile y está en mi proyecto de vida regresar a Chile para trabajar y enseñar allá”, explica.

“Eso es una gran diferencia con la educación acá en Estados Unidos. Fíjate que pese a su modelo económico, incluso en todas las escuelas públicas hay canchas para hacer deporte, algunas tienen teatros, y los alumnos pueden optar por clases que sean de su interés. Acá hay mayores oportunidades de asumir de una forma más creativa el país y eso es una ciudadanía que se hace cargo de sí misma. En Chile no tenemos el país en nuestras manos”, sentencia.

Pero -pregunto- ¿en gran parte no es eso porque como sociedad desconocemos nuestras propias realidades? El mismo estallido nos dejó como lección que nuestras autoridades estaban totalmente desconectadas de la realidad de mucha gente. Y así lo seguimos comprobando. Una de las últimas declaraciones del ministro Mañalich fue reconocer que estaba sorprendido por el nivel de hacinamiento que existe en algunos sectores de Santiago.

Quizá no sea un tema de ser malas personas, aventuro, sino de desconocimiento.

Camila se toma un minuto para pensarlo y exclama con firmeza: “No. La clase política es cruel, en Chile o en EEUU”.

“Para mí fue todo un descubrimiento salir del país, lo que normalmente no podría haber hecho, y descubrir que el mundo puede ser distinto. Sin embargo ellos viajan, ellos lo saben y se lo niegan a Chile. Una persona que trabaja en política tiene el deber de acercarse a las personas. No puede alegar que desconoce cuál es su realidad”, afirma.

“Es más, los senadores y los diputados deberían vivir en sus distritos. Tienen la obligación de conocer sus realidades. Es lo mismo que me pasa a mí siendo profesora. Yo tengo la obligación de saber quiénes son mis estudiantes y las condiciones en que viven o estudian. ¿De qué otra forma podría ser eficiente en enseñarles?”.

“Trump es un peligro para la sociedad”

Precisamente uno de los grandes vínculos de la educación -o sus deficiencias- es con la creciente polarización que vemos en las sociedades, así como en el auge de los gobiernos populistas, independiente de su ideología de izquierda o de derecha.

No podía dejar pasar la oportunidad de preguntarle a Camila, tras 8 años de vivir en Estados Unidos, como ve las próximas elecciones presidenciales, quizá las más reñidas o tensas de las últimas décadas.

“Siento un ánimo de resignación a que la democracia ejemplar estadounidense colapsó. Actualmente vivimos una pseudodictadura, a cargo de una figura autoritaria, violenta y racista. Trump es un peligro para la sociedad. Es un hombre peligroso”, remarca.

Le comento sobre un documental de la cadena alemana DW que vi tiempo atrás, sobre la pobreza en Estados Unidos, y cómo me impresionó ver a un hombre que, pese a vivir en la indigencia y a que Trump había anunciado que recortaría el programa de cupones de comida con los que se alimentaba, manifestaba que de todos modos votaría por él.

“Gran parte de la base de votantes de Trump se ha fraguado en la falta de educación y en el fenómeno del “inmigrante imaginario” al que se debe combatir. Existe tal nivel de desencanto con la política, de la sensación de que el sistema te maltrata, que acabas apoyando a cualquiera que prometa sacarte de esa frustración”, concluye Camila.

Podrás seguir el viaje de Camila desde su cuenta de Twitter, donde agregará fotos y videos de la jornada.