Uno de los aspectos más llamativos que tuvo la cuarta temporada de The Crown fue el ascenso de Margaret Thatcher como Primera Ministra del Reino Unido. El personaje fue interpretado por Gillian Anderson y evidenció las principales características de la mandataria: carácter fuerte, trabajólica, severa y mostrando desdén por las labores que cumplían las demás mujeres de la época.

La entrega dedicó cuatro capítulos que mostraron, desde la ficción, cómo fue la relación que tuvo Thatcher con Isabel II, dos mujeres que nacieron el mismo año pero mostraban diferencias totales en su modo de ver la realeza, sociedad inglesa y las relaciones exteriores.

Los cronistas de la época definen este vínculo como una relación estrictamente profesional, en la cual ambas sostenían reuniones periódicas donde intercambiaban diversas opiniones, aunque nada que traspasara lo “laboral”.

A eso agregan que las dos siempre procuraron mostrarse respeto mutuo en público, pese a que en sus entornos más privados, cuando ya no estaban juntas, solían hacer hincapié en sus diferencias más esenciales.

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El viaje a Balmoral

Todos los Primeros Ministros de Reino Unido alguna vez han sido invitados por la monarca a su residencia de descanso en Balmoral, Escocia, donde los integrantes de la Familia Real suelen mostrarse algo más “relajados” en cuestiones como el trato o los quehaceres.

El segundo capítulo de The Crown mostró cómo habría sido la experiencia de Thatcher en aquel lugar, dando a entender que la “Dama de Hierro” se habría retirado bastante disgustada e incluso hastiada de los Windsor y sus tradiciones.

Para el periodista e historiador inglés Andrew Marr, ex editor de la BBC, efectivamente Thatcher habría considerado estos viajes de verano como “una tediosa pérdida de tiempo”, ya que no podía dedicarse en un 100% a sus labores en Downing Street.

“Esta dedicación a la gestión eficiente del tiempo fue notada, con cierta ironía, por palacio. Cuando se le preguntó si la primera ministra se uniría al resto para un paseo campestre, la reina respondió con sorna: ‘Me temo que se encontrará con que la Sra. Thatcher solo circula por carretera’ (haciendo alusión a que la mandataria no se acostumbraba a pasear por caminos rurales)”, expuso Marr en una de sus memorias.

Para el comunicador, otro foco de tensiones entre ambas fue que Thatcher parecía no soportar que la Reina la atendiera mientras realizaban comidas al aire libre en el lugar, ya que encontraba que eso era una actitud servil e inaceptable para una monarca.

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Sin ir más lejos, se dice que en una ocasión quiso ayudarla a servir ensalada mientras realizaban una barbacoa campestre, a lo que Isabel se negó. “¿Alguien le puede decir a esta mujer que se siente?”, habría dicho.

Para Robert Lacey, consultor histórico de la serie y autor de la biografía de la reina Majesty y de Battle of brothers, Thatcher siempre procuró mostrar un respeto casi “extremo” por la figura de la reina, lo que Isabel no toleraba y asumía como “condescendencia”.

“El estilo de la reina es más práctico y doméstico, mientras que la señora Thatcher (que es más alta) es la que se comporta como si fuera la reina”, señala.

Desencuentros en política

La serie también aborda como fue el estilo de la mandataria cuando llegó al poder en Reino Unido, quitando la intervención del estado en la vida social de los ingleses, disminuyendo el gasto público e incluso vendiendo acciones del gobierno en la petrolera BP.

Sin ir más lejos, todas estas medidas se conocen hasta nuestros días como el “Thatcherismo”, lo cual es entendido como un “espaldarazo” a las políticas neoliberales y las libertades individuales.

Estas situaciones, en ese entonces, no habrían sido bien vistas por Isabel II, quien a sí misma se reconocía como una servidora pública y, presuntamente, estaba a favor de que el estado debía intervenir para paliar los efectos de la crisis económica que vivía el país en la década de los 80.

Para el documentalista Anthony Sampson, escritor de The Queen and her prime ministers, uno de los desencuentros más fuertes entre ambas se vivió en 1984, en medio de las protestas sociales por los recortes de Thatcher.

En ese entonces la monarca habría mostrado su descontento en varias ocasiones hacia la Primera Ministra, más aún durante las manifestaciones de mineros del carbón ocurridas en 1985.

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“Durante más de una década libraron una guerra silenciosa tanto en el plano personal como en el político, discrepando en cuestiones clave, como las sanciones contra Sudáfrica, la huelga de mineros y la autorización a los aviones estadounidenses para bombardear Libia utilizando bases militares británicas”, expresa.

Precisamente la cuestión de Sudáfrica fue otro punto de desencuentro entre ambas. Esto por que, en un inicio, Thatcher se negó a imponer sanciones al país africano por el Apartheid que allí se vivía.

Para Isabel la Comunidad de Naciones, “Commonwealth”, era un organismo clave y que le interesaba preservar incluso por temas familiares, ya que había sido fundada por su padre, el Rey Jorge VI.

En ese entonces, la monarca temía que la falta de sanciones hacia Sudáfrica pudiera dividir a la Commonwealth, por lo que en reiteradas ocasiones envío mensajes a Thatcher para que mostrara una posición firme hacia Sudáfrica.

Según muestra The Crown, para la mandataria esta Comunidad de Naciones no tenía la misma importancia e incluso se dejó entrever que también “le significaba una pérdida de tiempo”.

“El momento más delicado de su relación fue en 1985, cuando la reina temió que la oposición de Thatcher a imponer sanciones al régimen racista de Sudáfrica fracturara la Commonwealth”, detalló Sampson.

Últimos años

Para Lacey, la relación entre ambas mejoró con el paso del tiempo, aunque nunca más allá de lo estrictamente formal y profesional.

Se dice que a Isabel II le molestó bastante la forma en que el Partido Conservador retiró a Thatcher de su cargo hacia 1990, luego que Michael Heseltine criticara y desafiara su liderazgo.

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Fue así como, dos semanas más tarde, la monarca concedió a su ex Primera Ministra la medalla a la Orden del Mérito, en la que habría sido su última audiencia en el Palacio de Buckimgham.

Asimismo, en 2013 asistió a su funeral, siendo esta la segunda vez que realizaba algo así por un exmandatario de aquel país. La primera había sido para el deceso de Winston Churchill.

En sus memorias, Margaret Thatcher se refirió en algunas párrafos hacia su relación con la Reina, negando que existiesen roces o problemas entre ambas.

“Las historias de enfrentamientos entre ‘dos mujeres poderosas’ eran demasiado buenas como para no inventarlas”, expuso a modo de broma.

Lacey aporta que entre ambas también hubo un profundo respeto de códigos: “(Thatcher) nunca traicionó ni el más mínimo detalle de lo que discutían en sus audiencias en el palacio de Buckingham, en teoría confidenciales, y eso fue algo que a lo largo de los años la reina valoró mucho”.