El Premio Nacional de Ciencias 2018, Romilio Espejo Torres, y el físico Boris Chornik Aberbuch son los protagonistas del libro "Los pétalos de la Rosa Blanca: dos científicos chilenos durante la dictadura de Pinochet", publicado bajo el sello Ediciones Estrofas del Sur.

En 1970 Chile comenzaba su revolución socialista “con sabor a empanada y vino tinto”, hecho inédito en el mundo, por ser Chile el primer país en elegir un gobierno socialista y de orientación marxista por la vía del voto, convirtiéndose en un precedente que marcaría el rol y figura que Estados Unidos tendría en nuestras políticas internas y en Latinoamérica.

A comienzos del año 2020, cumpliéndose 50 años de la intervención de Estados Unidos en nuestro territorio, el país de Norteamérica liberó una serie de documentos oficiales del Archivo de Seguridad Nacional (NSA) donde se detallan conversaciones entre el expresidente Richard Nixon y el exdirector de la CIA, Richard Helms, donde el primero le da a este último instrucciones explícitas para evitar la llegada de Salvador Allende a la presidencia, y las condiciones que crearían, con la connivencia de civiles chilenos, para derrocarlo. De allí proviene la famosa frase: “Haremos chillar su economía”.

Desde el inicio del gobierno de Salvador Allende las presiones internas y externas se manifestaron. Con el paso de los meses los conflictos entre partidarios y contrarios a la Unidad Popular (UP) se fueron agudizando.

La intervención punzante de Estados Unidos para frenar esta nueva vía al socialismo aportaba a que las relaciones entre conciudadanos fuesen cada día más tensas y extremas.

Uno de los hechos que marcó el inicio de lo que sería la presión para derrocar al presidente Allende fue el intento de secuestro y asesinato del comandante en jefe del Ejército René Schneider, y uno de los motivos por los cuales el bioquímico Romilio Espejo Torres, hoy Premio Nacional de Ciencias Aplicadas y Tecnológicas 2018, decidiera defender activamente el gobierno de la Unidad Popular.

“Sentía que debíamos comprometernos para protegerlo colaborando en distintas actividades de voluntariados de la UP. Éramos pocos los científicos que lo hicimos. Varios tenían la posición ideológica y nada más, porque los investigadores suelen ser escépticos con la política”, señala Espejo en el capítulo Los laureles rojos marchitos de mi libro Los pétalos de la Rosa Blanca: Dos científicos chilenos durante la dictadura de Pinochet, publicado bajo el sello Ediciones Estrofas del Sur en el año 2018, y que da a conocer las vivencias de Espejo y del físico Boris Chornik Aberbuch como presos políticos que sobrevivieron a la tortura, a la exoneración y al exilio impuesto por la Junta de Gobierno de 1973.

Espejo entró al Partido Comunista siendo profesor universitario, alentado por profesionales de diversas ramas que buscaban sumar más adherentes a la causa popular. Él no era el único ni menos fue parte de una iniciativa eclosionada en unos pocos. Durante las décadas del 60 y 70, el calor del debate por la justicia social era intenso. También se discutía acerca del rol de la educación, la misión de la universidad, y cómo se potenciaría el desarrollo del conocimiento científico en el país que ya contaba con marcadas y destacadas publicaciones e iniciativas.

El bioquímico Romilio Espejo Torres fue detenido en su lugar de trabajo, en el Instituto Tecnológico de Chile (INTEC) que pertenecía a la Corporación de Fomento a la Producción (Corfo).

De allí fue enviado a la Escuela Militar y luego al Estadio Nacional donde permaneció hasta el 3 de noviembre de 1973, solo días antes de que este centro de detención cerrara sus puertas y el resto de los detenidos fueron enviados a otros centros de tortura clandestinos y reconocidos por el SENDET.

La salida de Espejo del Estadio Nacional se debió a la influencia de destacados científicos chilenos y extranjeros, quienes enviaron cartas y tuvieron reuniones con las autoridades de entonces para solicitar su liberación y la de otros profesionales de las ciencias.

Uno de ellos fue Hermann Niemeyer, quien es considerado el impulsor de la Bioquímica en Chile. Así también, colaboró en su liberación, la Academia de Ciencias de Estados Unidos. Espejo vivió en México y en Estados Unidos, y se asentó definitivamente en Chile a finales de la década de 1980.

Un físico en el MIR

La situación del físico Boris Chornik Aberbuch, protagonista del capítulo ¡Ahora es el turno del MIR! del libro citado, no estuvo alejada de las vivencias de Romilio Espejo Torres. Ayudista del Movimiento de Izquierda Revolucionario, Chornik fue detenido en su departamento ubicado en el casco histórico de Santiago Centro el 15 de diciembre de 1974 por agentes de la DINA.

Su detención sorprendió no solo a sus más cercanos, sino que también a su círculo académico. Chornik no acostumbraba a participar en actividades políticas. O, al menos, eso era lo socialmente sabido antes de la toma del poder por parte de la Junta Militar.

El físico teórico y académico de la U. de Chile, Patricio Cordero Simunovic, hoy fallecido, recordó aquel momento: “Inmediatamente nos organizamos y enviamos dos cartas, una dirigida a Sebastián Salomó (físico de la U. de Chile y exiliado en Venezuela tras el golpe) para que la difundiera por todo el mundo, y otra que unos colegas distribuyeron en la prensa chilena. La idea era generar presión para que lo soltaran”.

La inquietud social de Chornik venía desde mucho antes del golpe de Estado. Finalizando su doctorado en física en la Universidad de California, Berkeley, fue testigo de la agitación social que brotaba en distintos parajes de Estados Unidos por causas como el asesinato del presidente John F. Kennedy, la participación de EE.UU. en la guerra de Vietnam y el racismo que provocaba constantes conflictos internos.

En la Universidad de California esta ebullición se vio reflejada en el Free Speech Movement de 1964. El ruido de sables que enfrentaba América Latina a principios de las décadas del ‘60 y ‘70’ también lo sedujeron, aunque en esos años “solo fui observante”, acotó.

Los agentes de la DINA llevaron a Chornik a lo que hoy conocemos como Venda Sexy, uno de los centros de detención clandestinos destinados, generalmente, a simpatizantes y militantes tanto del MIR como del Partido Socialista, y que se caracterizaba por disponer de música ambiental permanente para acallar los gritos de los(as) detenidos(as).

Centro detención conocido como "Venda Sexy"
Centro detención conocido como “Venda Sexy” | Sue Carrié

En este recinto, ubicado en pleno barrio residencial de la comuna de Macul, se utilizaron diversas técnicas de tortura, entre ellas la llamada parrilla, la ruleta rusa, golpes de puño y pie, quemaduras, privación de sueño, entre otros. Pero la tortura más frecuente fue la de violencia sexual. Estas acciones eran cometidas por los guardias –personal de las Fuerzas Armadas y de orden, también civiles- y agentes que, con frecuencia, utilizaban un perro pastor alemán llamado

“Volodia”, amaestrado especialmente para cumplir con tales fines. La responsable de adiestrar a este can era Ingrid Olderock Benhard, mayor de Carabineros y agente de la DINA.

En Venda Sexy Boris Chornik estuvo detenido junto a su entonces pareja Nora Guillen Graf, también ayudista del MIR, hasta pocos días antes de Navidad. Desde allí fueron enviados, junto a otros detenidos, a 4 Álamos, otro centro clandestino considerado “de paso”, ya que los prisioneros, en ocasiones, eran sacados de allí y devueltos a las casas de la DINA para ser interrogados, liberados o hechos desaparecer. El 1° de septiembre pasado, este centro de detención, utilizado hasta ese día por un privado, fue expropiado por el Estado y declarado Monumento Histórico por parte del Ministerio de Vivienda y Urbanismo.

En 4 Álamos tuvo un encuentro fugaz con el agente de la DINA Osvaldo Romo, y con el conscripto Carlos Carrasco Matus. Hasta hoy este último es detenido desaparecido, y acusado de traición por sus correligionarios debido a su amabilidad para con los detenidos(as). Solo cuando se produjo el trasladado a 3 Álamos, Chornik, Nora y el resto de los detenidos fueron considerados prisioneros registrados y reconocidos por la Junta Militar.

También pasó Melinka, ubicado en Valparaíso. Tras su regreso a 3 Álamos se casó con Nora en ese lugar y, a las pocas semanas, fueron expulsados del país en mayo de 1975. A mediados de 1980 regresó a Chile y se asentó definitivamente en nuestro país.

Romio Espejo Torres y Fernando Shultz
Romio Espejo Torres y Fernando Shultz

Ciencia con identidad social

Hubo otro destacado científico chileno que también ocupó un rol fundamental en la resistencia contra la dictadura. El biofísico y Premio Nacional de Ciencias año 2000, Mario Luxoro Mariani, quien, de acuerdo con el testimonio del exestudiante de Biología de la Facultad de Ciencias de la U. de Chile, Javier Bertín, era un activo ayudista de los movimientos revolucionarios.

“No sé si él militó en un partido de izquierda, pero Mario estaba muy comprometido y atento a los procesos de transformación que se estaban viviendo. En el periodo de [Eduardo] Frei Montalva, cuando se persiguió a los militantes del MIR, y en particular al compañero Alejandro de la Barra, Mario le dio protección cuando este era perseguido. Nano de la Barra estuvo en su casa”.

Bertín se refiere al cientista político Alejandro de la Barra que, junto a su pareja Ana María Puga, fueron ejecutados en plena vía pública por agentes de la DINA el 3 de diciembre de 1974, a la salida del jardín infantil donde asistía su hijo.

Tres días después del golpe de Estado, Bertín fue detenido. Por unos días, los agentes del estado lo mantuvieron recluido en la Posta Central debido a que fue herido a bala en un brazo y en una pierna.

“Me fue a ver el Fiscal Militar, y ahí viene un largo proceso que duró de septiembre de 1973 a abril de 1974, que es cuando nos llevan a un Consejo de Guerra. El abogado pidió que viniera una persona para que hablara de mí antes de yo caer detenido, y en la Facultad de Ciencias se planteó mi situación. Mario Luxoro fue quien atestiguó en favor mío en el Consejo de Guerra. Lamentablemente, después de ese Consejo no nos vimos hasta 12 años después en una marcha del NO. Nos abrazamos. Fue muy emotivo ese encuentro, y ahí me dijo que en estas cuestiones hay que tener cuidado para que a uno no lo traicione el corazón”.

Mario Luxoro, quien fue el creador del laboratorio Montemar, ubicado en la Región de Valparaíso, así como fue uno de los fundadores de la Facultad de Ciencias de la U. de Chile, y reconocido como el primer chileno en doctorarse en el extranjero, vivió una situación similar con su hija mayor, Paz Luxoro Vicencio. Militante del MIR, Paz o Pachi como la conocen sus más cercanos, fue detenida y enviada al Centro de Orientación Femenina a principios de 1980.

“Mi padre fue súper respetuoso de nuestras decisiones y de nuestras opciones, pero exigiéndonos, a la vez, hacernos cargo de ellas. Yo creo que, indudablemente, para un papá es duro hacerse cargo de los riesgos de su descendencia. Pero en eso Mario fue todo lo respetuoso que su sangre italiana le permitió. Conmigo peleó mucho”.

Laboratorio Montemar
Sue Carrié

La educadora de aula del Colegio Latino Cordillera, recordó cuando, a los 15 años, se fue de la casa de sus padres y se sumó a los trabajos campesinos del MIR en Linares, Región del Maule, antes del golpe de Estado.

“Recuerdo que me fue a buscar, primero, Miguel Henríquez, antes que mi papá. Entonces mi papá habló con Miguel y le dijo: ‘mijito, si usted quiere seguir teniendo plata, casa, auto, y todo lo que yo le presto, tráigamela’. Yo, que era una pequeña insolente, le pregunté por qué me buscaban, y me contó que si no lo hacía mi papá no le prestaría nada más. Entonces yo le dije que me echara [de la militancia], porque yo no me iba a ir. Me quedé y seguí con mis actividades sin problemas”.

Tomás Luxoro, hijo mejor de Mario Luxoro y el único de su segundo matrimonio, evocó una de las historias que le contó su padre de cómo colaboraba con quienes estaban siendo perseguidos tras el golpe.

“A Björn (Holmgren), que hasta el día de su muerte tenía un marcado acento sueco, lo subieron a un Fiat 600 que tenía mi mamá. Lo disfrazaron de turista, le pasaron cámaras fotográficas, y lo pasearon. Lo tuvieron escondido en Viña del Mar, en la casa de Guayo (Eduardo) Rojas y después lo trasladaron a Santiago para sacarlo rápido del país”. Björn Holmgren Nilson fue un fisiólogo y militante del Partido Comunista que, tras la asonada militar, salió del país en diciembre de 1973 con destino a Cuba y años después a México. Regresó a Chile a finales de los 90. Falleció en marzo de 2010.

Ciencia en Dictadura, ¿hubo?

“Estamos en guerra, señores”, afirmó el comandante en jefe de la Fuerza Aérea Gustavo Leigh Guzmán la noche del 11 de septiembre de 1973 con el fin de explicar la naturaleza del golpe y del nuevo régimen. Esta afirmación fue ratificada al día siguiente por los integrantes de la Junta en una conferencia de prensa marcada por un acendrado antimarxismo, y tuvo como consecuencia el congelamiento del mundo científico y todo el espectro cultural chileno.

El biólogo especializado en Neurociencia Juan Bacigalupo Vicuña, sostuvo que el interés del régimen dictatorial en fomentar y desarrollar la ciencia en el país durante este periodo fue deficiente. “Para mejorar nuestras investigaciones, las universidades extranjeras ayudaban y mucho. Por ejemplo, cuando terminé mi doctorado en Estados Unidos me ofrecieron algunos equipos para traerlos a Chile, y así fui mejorando mis investigaciones acá. Había una gran solidaridad y sintonizaban con nosotros. La comunidad científica en el extranjero nos apoyó bastante”.

Durante la dictadura se hicieron propuestas para reactivar dicha área. Dos muestras de ello fueron la aprobación del primer Plan Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (1976) en el país, iniciativa que nunca pudo llevarse a cabo por falta de financiamiento, y la creación de Fondecyt (1981) como uno de los primeros fondos concursables del Estado para la investigación científica en Chile. Sin embargo, estas medidas no contribuyeron a un mayor crecimiento del conocimiento científico ni tecnológico en comparación al incentivo que sí tuvieron aquellos países que utilizaron la ciencia, para bien o para mal, con fines militares.

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial (1939 – 1945), científicos nazis fueron reclutados por Estados Unidos para crear uno de los mayores programas secretos de la historia, el Proyecto Manhattan, que pretendía acelerar el proceso de construcción de armas nucleares que ya había comenzado el Tercer Reich con el Proyecto Uranio, liderado por el Premio Nobel de Física de 1932 Werner Karl Heisenberg, tras el descubrimiento de la fisión nuclear en 1938.

Sin embargo, hubo un plan de la Junta Militar que pretendía construir un lugar destinado a desarrollar y fabricar armas químicas en Chile. Este proyecto, llamado Andrea, estaba ubicado en una casa de Lo Curro, comuna de Vitacura, y fue encabezado por el exgeneral de Ejército y director de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), Manuel Contreras. En Andrea participaron los bioquímicos Francisco Oyarzún Sjöberg, profesor en ese entonces de la U. de Chile, y el asesinado Eugenio Berríos Sagredo, responsable de fabricar gas sarín.

Las vivencias del bioquímico Romilio Espejo Torres y del físico Boris Chornik Aberbuch son parte de lo acontecido en nuestra historia. En ese sentido, mi libro Los pétalos de la Rosa Blanca. Dos científicos chilenos durante la dictadura de Pinochet es un aporte más a nuestra verdad histórica.