“Fue una tarde que, conversando con mi abuela, encontré el ángulo adecuado. El de la confianza, del no rencor, del asumir que la gente mayor ya no cambia, que las peleas no tuercen la razón ni los corazones...”, relata Kati Lincopil luego de aclarar de entrada que “tardé muchos años en descubrir que mi apellido es mapuche”.

Por Marcel Socías Montofré

Para “desmitificar la vía láctea”, como diría Mario Benedetti. O darse una vuelta por el libro, la realidad y el “Santo oficio de la memoria”, de Mempo Giardinelli. Pero con una voz propia, singular y fluida. La de Kati Lincopil (Santiago, 1989).

La comparación vale tan sólo como simple elogio para valorar la construcción de “personajes que transitan por una realidad opaca y triste, luchando por sobrevivir, apenas llegando a fin de mes”, como se advierte en la contratapa.

Y como se puede leer en las páginas interiores de Número equivocado (Editorial Emecé. 2022). Opera prima de Kati Lincopil donde destaca su capacidad de dar vuelta el relato y pasar del apellido mapuche a la reivindicación de la mujer –la madre, la abuela- en la construcción de un origen común, pero también disperso en la necesidad de atrapar una identidad.

Retrato de realidad

Algo que queda elogiablemente retratado en la escritura de Kati Lincopil es un conflicto existencial entre su origen mapuche y la realidad de ser una descendiente de mapuches viviendo en la ciudad, lejana de los territorios, tierras y costumbres.

Aunque describiendo poco a poco y en el relato el origen más íntimo de la existencia humana, su infierno o su cielo prometido –incluyendo las “promesas incumplidas”– con perfecta prosa para retratar simplemente la actualidad.

Como en esa misma atmósfera que se recuerda de la “La ciudad está triste”. De Ramón Diez Eterovic en los años ´70. La atmósfera de una generación que sabe usar la prosa para recrear la realidad. Pero en este caso más cercana en el tiempo.

Un Chile desgarrado. Un Número equivocado. Un relato de estos tiempos.

Para darse cuenta que los relatos de Kati Lincopil no tienen por territorio ni propósito sólo instalarse fácilmente en su apellido y desde allí relatar la opresión del pueblo mapuche.

Más bien se trata de recrear una atmósfera donde la opresión es otra. Además del apellido, ser mujer. Allí está lo interesante de profundizar en los relatos de Kati Lincopil.

La identidad

En la narrativa de Kati Lincopil –y es lo que se elogia- se encuentra una atmósfera universal que recuerda incluso a Agota Kristof, la escritora húngara de “El Gran Cuaderno”.

Así se desprende que la vida, además de tener un apellido y un origen, tiene historias propias que –por bien escritas- generan empatía y resultan universales de leer. Porque identifican tanto como desgarran.

La misma empatía que se genera como lector. Para dar cuenta que la vida es más que el apellido -que sin duda importa y queda por escrito en los relatos de Kati Lincopil-, sino también son las manifestaciones de un espíritu propio, un estilo singularmente propio en su escritura.

Excelente prosa y mejor todavía su manera de estructurar un libro de relatos que pueden leerse por separado, o mejor en su conjunto –como todo en la existencia humana-, siguiendo un hilo conductor que además del apellido mapuche, nos habla de “hijos que ya no están, madres ausentes y una chica en busca de su identidad”.

Como en la página 21, en el relato “Ojitos Rasgados”:

“Una vez una compañera de universidad me dijo: “Con ese apellido no te venden ni fósforos”. Unos años después se cambió el nombre a uno mapuche, aprendió mapudungún, empezó a usar la ropa tradicional y a subir contenido a TikTok sobre las dificultades de ser y habitar como indígena”.

Por poner evidente distancia de esos estereotipos es que se aprecian los relatos de Kati Lincopil en Número equivocado.

Como en la página 55:

“…letras para ilustrar a la guagua sobre las cosas del mundo y los hombres”.

O como en la página 88:

“…o quizás es verdad que los gatos habitan dos dimensiones o dos mundos, el de los vivos y el de los muertos, y es por eso que no le teme a la muerte ni al dolor ni al duelo”.

Más allá de lo aparente

Por una cierta sensación de resarcimiento del libro como sincera catarsis generacional. Por eso se aprecia la narrativa de Kati Lincopil.

Relatos que no sólo resultan hermosamente escritos –incluso poéticos-, sino también constancia de una vida que se construye de relatos, generaciones, fragmentos, a ratos brutales, otras veces “por la tarde toma la regadera y la llena de agua. Abre la puerta de entrada y sale al jardín”. (Pág. 90).

Gran aporte a la literatura chilena Número equivocado. A ratos se lee como también se escucha. Como en esas canciones de Los Prisioneros: “Corazones Rotos”, o “No necesitamos banderas”.

Con esa misma intensidad de Jorge González para retratar musicalmente a una generación, la de los ´80, pero en la voz propia y nueva de una narrativa que en Kai Lincopil, en el hilo conductor de las mujeres en su libro, retrata de manera más actualizada la realidad, la de los 90 y pasando el 2022.

Como se espera en todo excelente aporte literario. Escribir más allá de lo aparente. Con la suficiente reflexión.

Para encontrar, por fin, cierto origen, como en la página 90, en el relato “La Caja”:
“…le tiene fe. Limpia con las manos las hojas secas, como haciéndole cariño, con cuidado, sin pasar a llevar los brotes”.

Como bien escribe y describe la vida y toda su complejidad –con sincera calma, actualidad, prosa y estilo literario- Kati Lincopil.

Portada de Número equivocado
Editorial Emecé

Número Equivocado

Kati Lincopil
Editorial Emecé
2022.