La “guerra contra las drogas” lanzada hace 40 años por Estados Unidos apunta menos a la salud pública y más a “perseguir” a los grupos considerados peligrosos para la sociedad, sostiene un documental presentado el fin de semana en el festival de cine de Sundance.

“The House I Live In” (La casa en la que vivo), del estadounidense Eugene Jarecki -ganador del Gran Premio del Jurado en Sundance en 2005-, compite en este festival de cine independiente, que se extiende hasta 29 de enero en Park City, Utah (oeste).

La “guerra contra las drogas”, una frase acuñada por el presidente Richard Nixon, fue lanzada en 1971 y se traduce en un despliegue sin precedentes de las fuerzas de seguridad, encargadas de erradicar al “enemigo público Nº 1″ del país.

En 40 años, esta guerra “ha costado mil millones de millones de dólares y provocó 45 millones de arrestos, sin reducir el suministro, venta o consumo de drogas. Un fracaso total”, afirmó Jarecki.

Para este cineasta, la guerra contra las drogas es “una de las tragedias de la justicia penal estadounidense. Y uno descubre que las raíces de esta tragedia son mucho más profundas de lo que había imaginado”.

La película, que aborda el problema de las drogas en todos sus aspectos y actores -distribuidores, consumidores, trabajadores sociales, policías, jueces y políticos-, también ofrece una perspectiva histórica sobre el tema.

Así, muestra que las drogas en Estados Unidos no siempre fueron un problema: en el siglo XIX, por ejemplo, fumar opio era legal. Y sus principales consumidores eran las mujeres blancas de mediana edad.

Sin embargo, cuando California decide legislar contra el opio, “los únicos que terminan presos son los chinos”, usuarios regulares, pero no mayoritarios, observó Jarecki .

De hecho, “no era una ley contra las drogas, sino contra un grupo de personas vinculadas con las drogas”, añadió.

La droga en California -que albergaba la mayor comunidad chino-estadounidense- permitía “meter en la cárcel a los trabajadores chinos”, acusados de “quedarse con el trabajo de los estadounidenses”.

El mismo escenario se repitió luego con la marihuana -asociada con los mexicanos- y la cocaína. En el siglo XX, “la cocaína era aceptada y ampliamente utilizada por las clases medias y dirigentes” antes de ser “repentinamente asociada a los negros”, señaló Jarecki.

“La droga era el pretexto para hacer creer que estas personas eran una amenaza para la sociedad”.

“Estados Unidos, a lo largo de su historia, ha utilizado las leyes antidrogas como instrumentos de persecución de las minorías vistas como una amenaza al orden económico y social”, afirmó el cineasta.

El fenómeno se amplificó aún más en el siglo XX con la aparición del crack. “A nivel federal, el 90% de las personas inculpadas por casos de crack y cocaína son afroamericanos”, aunque representan una minoría de los consumidores.

“No es un accidente, es un sistema”, dijo el realizador de documentales.

Un sistema en evolución, que ahora está más regido por una lógica de clase que de raza. Porque “el principal denominador común de los afectados por la guerra contra las drogas es que son pobres”, apuntó Jarecki.

Pero el sistema es tan imperfecto que cada vez recibe más críticas, incluso de sus propios miembros: un juez federal, obligado por la ley a condenar a 20 años de prisión a un joven negro por la posesión de varios gramos de metanfetamina, manifiesta su desconformidad en el documental.

“Las leyes que debo aplicar son injustas y no las apruebo”, dice frente a la cámara.