Las protestas en Siria se han hecho claramente más radicales con llamados a la caída del régimen, y se han extendido geográficamente a pesar de las tentativas del presidente Bashar Al Asad de acelerar las reformas, estiman los expertos.

Paradójicamente, es la represión lo que ha dado nuevas fuerzas al movimiento.

“Las fuerzas de seguridad, que garantizaban la estabilidad del poder, son la primera de las razones de su desestabilización, pues la respuesta represiva es una provocación para la población”, afirmó Basma Kodmani, investigadora de origen sirio y directora de la Iniciativa Árabe de Reforma, un centro de estudios con sedes en París y en Beirut.

El movimiento que en un comienzo reunió apenas a algunas personas en emulación de las revoluciones en Egipto y Túnez, ha provocado la adhesión de decenas de miles en Deraa (sur), en las grandes ciudades de Lattaquié, Banias (noroeste), Homes (centro), parte de los suburbios de Damasco, como también en regiones de mayoría kurda en el norte y recientemente en Sueida, en el sur druso.

Hasta ahora, la capital Damasco y Alep, la segunda ciudad del país, no han sido afectadas por el movimiento.

Para Abdel Karim Rihaui, presidente de la Liga siria de Derechos Humanos, “la contestación se amplía debido al aumento de la cólera por la utilización de la fuerza contra los manifestantes, y las cosas irán de mal en peor si continúan disparando contra éstos”.

Desde que comenzó la contestación, el 15 de marzo, al menos 200 personas han muero, según Amnistía Internacional, y decenas han sido detenidas, según las ONG de defensa de los derechos humanos.

Para Burhan Ghaliune, director del Centro de estudios Árabes y del Oriente contemporáneo en la universidad de la Sorbonne, “el régimen pierde cada vez más su margen de maniobra pues no hay unaninimidad sobre una política precisa: el presidente Asad promete algo y los servicios de seguridad siguen reprimiento pues están en una lógica de seguridad que podría llevar a una ola masiva de manifestaciones”.

“Ahora las consignas también han cambiado completamente. Ya no se habla de reformas sino que se pide la cabeza de Bashar y del régimen. Se está en una dinámica de radicalización”, aseguró este profesor de origen sirio.

En efecto, en las manifestaciones de los primeros días, las consignas se referían a las reformas para liberalizar el régimen instalado desde hace medio siglo. Hoy, los llamados se centran en la salida de Asad, como en Homs el lunes, donde 20.000 personas gritaban “la sentada va hasta que caiga el régimen”.

Por el contrario, los analistas divergen sobre el papel de los militantes políticos en este movimiento.

“En una sociedad tan controlada por los servicios de seguridad, se necesitan elementos bastante determinados, es decir politizados, para lograr la agitación, como podrían ser los Hermanos Musulmanes (islamistas), los comunistas u otros. Estos pueden constituirse en la columna vertebral”, afirmó Basma Kodmani.

“No cre que sean sólo jóvenes que se reúnen en Facebook. Es un poco esto, por supuesto, pero en Siria hay militantes políticos”, agregó.

Pero según Ghalioune, “los partidos políticos, entre ellos los Hermanos Musulmanes, no tienen realmente mucha influencia en el seno de estos movimientos”.

“Son grupos dispersos que ahora comienzan a crear coordinaciones en cada ciudad. Son jóvenes que comunican a través de las redes sociales y sus ideas evolucionan progresivamente. Al comienzo sólo querían enmanciparse del sistema de opresión, ahora quieren terminar con el régimen”.