Es conocido los hijos tienden a imitar conductas de los padres cuando están creciendo, por lo que sus progenitores les sirven de modelo en una etapa muy importante para sus vidas.

¿Hasta qué punto los pequeños siguen el ejemplo de sus padres? Luis Pino, académico de Escuela de Psicología de la Universidad de Las Américas, explica -en entrevista con la revista Sonríe Mamá y Familia– que efectivamente los cuidadores son los primeros referentes que tienen los niños y que, tal como dice la creencia popular, impactan significativamente en su desarrollo.

En ese sentido, detalla que lo más imitado por los menores de edad son las emociones y cómo la expresamos.

“Inicialmente, lo más imitado es lo gestual y conductual, lo cual obedece a que es una imitación de la forma en que los padres comunican. Los niños empiezan a imitar esa forma de comunicación, que finalmente es correspondiente con la dimensión afectiva. Esto quiere decir que lo más imitado respecto de los padres, dado el tipo de vínculo, son las emociones: cómo expresamos el cariño, el amor, la contención, la ira, el desprecio o la envidia, por nombras algunas“, indica a Sonríe Mamá y Familia.

El experto acota que, en ocasiones, los padres podrían no darse cuenta de lo mucho que ciertos comportamientos, como las conductas violentas, impactan en sus niños.

“Toda la conducta de los padres es una instancia de espejo para los hijos y, dentro de esa conducta, habrá ciertos elementos o estímulos que al niño le parecerán más interesantes. Por ejemplo, cómo los padres responden a situaciones de crisis”, expresa.

La violencia es fácilmente imitable porque es más notoria que otras conductas: el cómo resuelvo un problema frente a una situación cotidiana, cómo enfrento a personas en la calle, etc. Insisto en lo que dije antes: lo que más aprendemos a imitar son las emociones, ya sean positivas o negativas”, añade.

Por otra parte, hay veces en que los hijos son muy diferentes a sus padres. Luis Pino indica que eso de da por diferentes factores.

“Estas diferencias están dadas por aspectos biológicos, sicológicos y sociales. Los aspectos biológicos tienen que ver con el temperamento, que son características conductuales asociadas a la personalidad que vienen dadas por la genética y no necesariamente están relacionadas con los padres”, señala.

“Respecto a lo cognitivo, esto tiene que ver con los tipos de aprendizaje que el niño va desarrollando. Finalmente, lo social tiene que ver con los tipos de interacciones que van marcando su conducta a lo largo de su estimulación infantil: lo educativo, las amistades y el proceso de socialización”, acota.

Y recalca que incluso en la adultez podemos manifestar algunos comportamientos similares a nuestros padres, no sólo en la infancia.

“La sumatoria de lo biológico, lo cognitivo y lo social hacen la diferencia entre padres e hijos, dependiendo de qué tan profunda sea cada una de esas dimensiones. Sin embargo, cabe destacar que los elementos similares a los padres, incluso conductuales, se pueden manifestar incluso en la edad adulta, no solo en la infancia”, destaca.

Ddimitrova | Pixabay (cc0)
Ddimitrova | Pixabay (cc0)

Cuando los menores llegan a la preadolescencia, comienzan a buscar otros referentes aparte de los padres, relata el especialista.

“Eventualmente los niños pueden renegar de la imitación, aunque por lo general esta ocurre de manera involuntaria o sin que nos demos cuenta. Sin embargo, es parte del desarrollo positivo que los niños empiecen a buscar otros referentes para comenzar a imitar. Esto es típico de la preadolescencia, donde comienzan a ser otros los referentes, como el grupo de pares”, dice.

Consejos para los padres

El académico de la U. de Las Américas entrega algunos consejos para los padres o cuidadores que estén criando niños.

“Un elemento que implica buen vínculo es tener conciencia como adultos de las expresiones de ciertas emociones, es decir, tener conciencia de qué tan impulsivo soy como padre o madre o qué tan sensible soy, entre otras cosas. Esto ayudará a que cuando se vincule con otra persona no diga o haga cosas que puedan dañar a un tercero, en este caso, a su hijo”, cuenta a Sonríe Mamá y Familia.

“Será este grado de conciencia el que ayudará al padre o madre a mantener vínculos estrechos y, a partir de eso, el niño que observa su conducta tendrá cercanía y confianza con él o ella. Esto es un motor que sustenta las relaciones a lo largo del tiempo, sobre todo con los padres, que van cambiando como referentes o modelos, ya que no lo son para toda la vida”, sostiene.

Eso sí, Pino aclara que todos los casos son diferentes, por lo que no hay sólo un modo de crianza.

“Aunque existen ciertos parámetros de crianza, estos son solo referenciales ya que cada situación es compleja y única al estar formada por muchos factores”, advierte.