Los médicos que las intervenían pensaban que todo se trataba de una exageración producto de el aura del dolor.
Cuando un paciente se somete a un procedimiento quirúrgico, por menor que sea, la anestesia se vuelve un aliado tanto químico como psíquico. No obstante, centenares de mujeres no pudieron contar con esa posibilidad, ante la presencia de una enfermera roba anestesia.
Es una historia que se desarrolla en una prestigiosa universidad estadounidense, reconocida por graduar a los mejores profesionales, que sobresalen a nivel mundial en distintas disciplinas, entre estas la ciencia.
No obstante, el traspié de la entidad tuvo lugar en una de sus connotadas clínicas, en la que durante un año, una de sus profesionales de la salud complicó algo más que la reputación del lugar.
Y es que, lo que los médicos calificaban como exageración, dados los gritos de dolor de las pacientes, se tornó en una turbia realidad, sobre todo para las víctimas del crimen.
Donna Monticone: la enfermera roba anestesia
El Centro de Fertilidad de Yale, gozaba de un tremendo prestigio, por lo que miles de pacientes mujeres, confiaron en sus procedimientos para la extracción de óvulos.
Nadie, entre 2019 y cerca del 2021, podía intuir que dentro de sus filas existía una enfermera que robaba medicamentos para anestesiar a las féminas que llegaban hasta el quirófano y los sustituía con solución salina.
Donna Monticone tenía en su poder las llaves del almacén donde poderosos anestésicos, entre ellos fentanilo, yacían en los registros para dar calma a las pacientes que a diario llegaban para someterse al trabajo de los profesionales de la salud, quienes les prometían un mínimo dolor, con un máximo de eficacia.
Para el periodo antes mencionado, se concretó un faltante de al menos el 75 por ciento de anestesia, según las indagaciones posteriores.
Los brutales testimonios de las pacientes intervenidas en carne viva
Varias mujeres brindaron sus testimonios al Daily Mail, cuando fueron sometidas, algunas, a casi una decena de procedimientos de extracción de óvulos, sin embargo, el fentanilo y el y midazolam, para provocar somnolencia, había sido reemplazado por solución salina.
“Era como si alguien hubiera estado dentro de mí, me hubiera raspado y estuviera ardiendo”, dijo la paciente llamada Leah, quien no olvidará ese momento en el quirófano.
No era para menos. El procedimiento consistía en el uso de una aguja guiada por ultrasonido, con la que el médico perforaba la pared de la vagina para acceder a los ovarios. La idea era extraer óvulos a través de un aparato de succión, según lo describe Mayo Clinic.
Se supone que el procedimiento debía a lo sumo causar un pequeño dolor, en un lapso de 20 a 30 minutos con anestesia.
Sin embargo, nadie sospechaba del robo en la prestigiosa clínica de Yale. A los testimonios de los 200 procedimientos, se sumó el de Laura, quien dijo que “Se sentía como si alguien estuviera arrancando algo del interior de tu cuerpo”.
“¡Siento todo lo que estás haciendo!”
El episodio no quedaría ahí para esta paciente. Varias semanas después debió regresar para una nueva fase de extracción, pasando por el mismo calvario, por el cual intentó parar a los médicos que la intervenían y que pensaban que todo era una exageración.
“Me quedé en shock otra vez. Era la misma situación, yo estaba empujando mis caderas y diciéndoles a estas personas, como si estuviera completamente despierto, hablándoles: ‘¡Siento todo lo que estás haciendo!"”.
En ‘The Retrievals’, el podcast con varias entregas oficiales de The New York Times, una docena de pacientes recuerda la más amarga experiencia, acostadas en la cama, sintiendo en carne viva el procedimiento en el que se supone estarían anestesiadas.
Por su parte, Julia, madre de un niño, estuvo con una agudo dolor que fue creciendo y fue tal que cayó de la cama rompiéndose el labio. Los médicos la revisaron y le dijeron que no encontraban la fuente de su dolor.
(El médico) “no estaba alarmado sino perplejo y sorprendido por mi experiencia. Esas palabras suenan bastante sagradas ahora que sabemos que había un patrón en el que muchas mujeres sentían un dolor extremo e inexplicable después de la extracción de óvulos”.
Los gritos de dolor que hicieron a la clínica de Yale, darse cuenta del robo
Pasaron decenas de procedimientos, unos con auras de dolor diferentes, entre altas y bajas, para que los médicos especialistas de la Clínica de Fertilidad de Yale.
Sin embargo, no fue hasta que una neurocientífica, miembro de la prestigiosa universidad, se sometió a un procedimiento de extracción de óvulos. En efecto, Katie, pensó en cuestión de segundos que estaba soñando despierta, viendo a la enfermera con un tubo que iba vía intravenosa hasta su brazo y otro tubo desde su vía intravenosa hasta su bolsillo.
“Casi de inmediato se me ocurrió que la enfermera estaba robando el fentanilo y recuerdo haberles dicho a mis amigos después del procedimiento: ‘La enfermera está robando el fentanilo’, porque me parecía muy obvio”.
Sin embargo, lo consideró un sueño, hasta que supo las quejas de dolor de otros pacientes, similar al que ella experimentó y creyó que se trataba de un sueño.
Poco después, un anestesista notó como la tapa de uno de los botes de fentanilo se removía con tal facilidad, por lo que inició una sospecha que se materializó en denuncia, sumando el testimonio de la neurocientífica, Katie.
Fue así como la institución puso en marcha una investigación, en la que intervinieron autoridades de salud, determinando que Donna Monticone estaba detrás del robo desde 2019.
Pasaron aproximadamente 200 mujeres en sufrimiento, antes de ser descubierta como la enfermera roba anestesia.
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La confesión de la enfermera roba anestesia
Cuando las sospechas cayeron sobre la enfermera Monticone, la mujer fue interrogada. Sin embargo, negó haber robado fentanilo de los suministros de la clínica de Yale.
La intensidad de los interrogatorios no surtió efecto, al igual que la solución salina en el organismo de las pacientes, por lo que decidieron practicarle una prueba de drogas. La mujer dio positivo en fentanilo, por lo que tuvo que confesar de inmediato.
No le quedó más que describir el cómo y por qué de su proceder, asegurando que durante meses tomó viales de fentanilo del almacén, para luego inyectarse en el baño de la clínica cuatro veces al día.
Para disimular el hurto, se llevaba los pequeños botes vacíos a su domicilio, donde los llenaba con solución salina. Pero la preocupación se cernía sobre el uso de las jeringas en cada dosis que se suministraba, como adicta a este anestésico.
No obstante, ella aseguró que usó una aguja limpia en cada ocasión y que esta no fue utilizada en las pacientes víctimas de su proceder, por el cual fue sentenciada a 4 semanas de prisión, lo que luego se revirtió a reclusión domiciliaria y a 3 años de libertad vigilada, desatando las críticas en EEUU.
Le dijo a la jueza del caso, que se hizo adicta en medio de una batalla judicial en la que su esposo pretendía quitarle a sus hijos.
(El fentanilo) “Me ayudó a tranquilizarme y mantener mi mente en calma en esos momentos. Es lo que sentí que necesitaba hacer para aguantar y mantener la unidad por mis hijos. Es difícil explicar cómo esto tiene algún sentido”.
En tanto, el Departamento de Justicia envió una misiva a aproximadamente 200 pacientes, en las que las denominaba “víctimas potenciales en un caso federal”.
Los abogados de algunas pacientes consideran, no obstante, que la cifra es mucho mayor y que el crimen se prolongó durante mucho más tiempo, por lo que aún se lleva a cabo un proceso judicial contra la clínica.
