"Cuando era niño dibujé un cordero, pero los adultos no entendieron nada". Esta frase de Saint-Exupéry podría haber sido dicha por Gabriel Boric. Su llegada a La Moneda evocó la imagen de un Principito en la política chilena: un idealista dispuesto a desafiar el mundo de los adultos. Con él llegó la generación del Frente Amplio, una tropa de "principitos" que prometió no ser como los viejos políticos. Spoiler: no lo lograron.

Como en el relato de Exupéry, la historia de Boric tiene un giro inquietante. El Principito se cruza con un Rey solitario que exige obediencia. Boric no solo se cruzó con él, sino que poco a poco ha comenzado a parecerse. La diferencia es crucial: mientras el Rey de la novela ordena la puesta de sol y el sol, puntualmente, se pone, Boric ordena conferencias de prensa de dos horas y ni el sol ni la narrativa se mueven a su favor.

Monsalve: El Vanidoso que quiso dirigir su propia película

Si Boric es el Principito, Manuel Monsalve podría ser el Vanidoso. Este personaje vive solo en su planeta, exigiendo aplausos cada vez que se quita el sombrero. Monsalve no solo quiso los aplausos, también quiso acceso a la “función privada” de los videos que lo involucraban.

Primero negó, luego admitió y finalmente se refugió en una conferencia de prensa junto a Boric, que, como buen Principito, intentó protegerlo. Pero en la era de las cámaras omnipresentes, cualquier acto de magia se convierte en un truco burdo cuando la prensa lo filma.

Monsalve desfiló por el Congreso con la ilusión de que lo aplaudieran, pero no hubo ovación. La prensa, que primero miró de lejos, terminó enfocando la escena: el hombre que quería verse fuerte desde el estrado acabó viéndose débil frente a la cámara. Es difícil quitarse el sombrero cuando todos esperan que lo hagas por vergüenza.

Luis Hermosilla: El Príncipe Oscuro

Luis Hermosilla no tiene nada de Principito. No busca admiración ni ternura. Hermosilla se mueve con la astucia de Maquiavelo y la contundencia de un consigliere. No es un personaje de Saint-Exupéry, es uno de Mario Puzo.

Si alguna vez soñó con ser Vito Corleone, su realidad se parece más a la versión criolla de Tom Hagen. Los audios filtrados no dejan dudas. No son conversaciones; son clases magistrales de control de daños. La precisión con la que pide “10 palos” no es improvisada. En su mundo no hay preguntas sobre zorros ni planetas, hay fiscalizadores que deben moverse o desaparecer.

Hermosilla aplica la vieja lección de Maquiavelo: “Es mejor ser temido que amado”. Y aunque la frase estaba pensada para príncipes renacentistas, Hermosilla la actualizó para el ecosistema chileno. ¿Para qué pagar multas si puedes conseguir que te las perdonen con una llamada? Si el Rey del Principito se atribuía la puesta de sol, Hermosilla se atribuye la caída de fiscalizadores.

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El anuncio del “Puntito”: De Principito a Rey

El momento más inesperado de esta crónica no proviene de Hermosilla ni de Monsalve, sino del propio Boric. En medio del caos mediático por los audios del abogado y los videos de Monsalve, el presidente anuncia su futura paternidad. Y no es cualquier anuncio. No es “tendré un hijo”, es “tendremos a Puntito”.

Con dos sílabas, Boric reescribió la narrativa. Monsalve y Hermosilla pasaron a segundo plano, mientras los medios internacionales se deshacían en notas sobre el “presidente humano”, “el padre comprometido”, “el hombre sensible que nos recuerda que la política también tiene corazón”.

La estrategia no es nueva. La monarquía británica lleva siglos humanizando a sus príncipes a través de bodas, nacimientos y funerales. No importa cuán abollada esté la corona, una foto con un bebé puede convertir la crisis en épica. Si fue una jugada estratégica o una casualidad, nunca lo sabremos, pero la lección es evidente: si no puedes controlar la historia, escribe otra.

Boric no controló el sol ni las conferencias de prensa, pero con “Puntito” logró lo que parecía imposible: desviar la atención.

El poder que se delega, se pierde

En la novela de Saint-Exupéry, el Rey le dice al Principito que “lo esencial es invisible a los ojos”. En Chile, lo esencial es demasiado visible. Lo escuchamos en los audios de Hermosilla, lo vemos en los videos de Monsalve y lo leemos en las conferencias de Boric. Los reyes, los príncipes y los vanidosos no necesitan coronas doradas, solo acceso a la cámara correcta.

Monsalve se aferra al cargo no por principios, sino por miedo a perder la silla. Hermosilla construye su red de poder en la sombra, pero los audios lo exponen a la luz. Y Boric, el niño que prometió cuidar la rosa, termina pareciéndose más al príncipe que intentó combatir.

Por Amanda Durán
Poeta

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