Hablando en clases con los alumnos, con respecto a la reforma previsional y el porcentaje de la tasa de reemplazo respecto de la PGU, una alumna me interrumpe y en tono desafiante me interpela diciendo: ¿acaso usted cree que eso es suficiente? Mi respuesta fue por supuesto que no, pero el problema de las pensiones viene de antes, es decir, que los sueldos son malos en el país.

Esta situación me siguió dando vueltas en la cabeza y continué buscando respuestas a dicho problema. Me encontré con que el problema es más profundo de lo que las personas suelen ver. ¿Por qué son malos los sueldos en Chile? O, mejor dicho, ¿por qué no alcanzan para vivir? Dejando a un lado el factor inflacionario y de bajo crecimiento, nos encontramos con que tenemos un problema de baja productividad, del cual no nos hacemos cargo.

¿Cómo se mejora la productividad?, la respuesta es con valor agregado de nuestro capital humano y para ello es necesario que nuestro sistema educacional sea el adecuado, lo que implica un trabajo de décadas, pero por el ideologismo y mirada cortoplacista de derecha e izquierda no se hace.

Hace algunas semanas se dio a conocer, por parte del Ministerio de Educación, que 50.529 escolares desertaron del sistema educacional. Esta cantidad, si se ve entre el año 2014 y 2021, se aumenta a 227.000. Además, durante el tiempo de pandemia 1.200.000 escolares presentaron un nivel de asistencia grave, lo que equivale al 39% de la matrícula del país. Esta situación produce que se profundice la brecha de la cual tanto se reclama.

Si seguimos revisando cifras nos encontramos con un informe del Banco Mundial que señala que, como consecuencia de la pandemia, la pobreza de aprendizajes se incrementó en un tercio en países de ingreso bajo y mediano, y que un 70% de los niños de 10 años no puede comprender un texto simple.

La Universidad de los Andes, por su parte, publicó un análisis en el cual dice que 9 de cada 10 estudiantes de 1º básico no conocen las letras, los alumnos de 4º básico tienen una comprensión lectora correspondiente a la de niños tres años menores, y los de prebásica conocen un 20% menos de palabras que hace cuatro años.

La educación privada y universitaria, de igual forma, sigue decayendo en sus niveles de exigencia, esto hará que en los próximos años aumenten los problemas de cohesión social y productividad, creciendo aún más las diferencias de remuneraciones y jubilaciones.

El centro de estudios Horizontal hizo un estudio donde calculaba la pérdida que han tenido los escolares en contenidos durante la pandemia, siendo equivalente a un año educacional completo. Esto, proyectado su vida laboral, implica que a la larga dichas personas recibirán un 8% menos de ingresos.

Se ha perdido la creencia de que la educación es un trampolín a una mejor condición de vida y por ende de tener mejores sueldos y mejores pensiones después.

El análisis simplista nos dice que el culpable es el sistema de AFP, porque si bien el sistema es perfectible, las AFP han hecho bien lo que corresponde, que es obtener rentabilidad del 10% de los ingresos que aportan los trabajadores y aunque esta sea de un 8% claro que será poco, porque las remuneraciones son bajas.

Y aunque se aumente en un 20% la tasa de reemplazo de lo que una persona recibe trabajando versus lo que recibe jubilada será poco, porque de por sí ya es bajo.

La educación en Chile está en crisis por los resultados académicos, que inciden en bajas remuneraciones y en la falta de valor agregado al capital humano del país. También lo está porque se ha perdido el principal objetivo de la escuela, que es aprender a convivir en la diferencia.

En la escuela se debe reforzar la formación valórica y ciudadana, con la cual los niños, niñas y jóvenes debieran venir de la casa, el problema es que en muchos casos esta es nula y por otro el Estado no entrega a los docentes las herramientas para cultivar esta formación.

El Estado, que ha abandonado la seguridad de los docentes a su suerte, ahora está abandonando a las futuras generaciones, pues durante muchos años rascó donde no picaba en materia educacional y estamos pagando las consecuencias.

Se le ha quitado a los docentes las herramientas para poder imponer orden y se les ha rebajado a unos prestadores de servicios, donde si hacen algo que a los estudiantes no les gusta sufren no solo el verse expuesto a sanciones, sino que también su integridad física. Los mismos que odian el “neoliberalismo” han llevado sus vicios al aula.

La clave es que alguien con poder se dé cuenta de todo esto, uno esperaría que quienes están en el Gobierno e instrumentalizaron el reclamo de la calidad educación para llegar al poder, tuvieran alguna propuesta, pero han permitido que las ideologías y la violencia se apoderen de los colegios, olvidando que la educación siempre debe fomentar un pensamiento crítico propio, pero sin caer en dogmatismos varios.

Hasta ahora no existe una propuesta de los partidos políticos. Mientras el presidente sale a comer con un libro, muchos niños y niñas no pueden hacer lo mismo, porque su indiferencia y la de los ministros y el resto de la clase política los están condenando a la marginalidad y exclusión.

Por otro lado, gran parte de la oposición en un análisis simplista mira la educación como un problema de docentes ideologizados y un tema de orden que se resuelve solamente con mano dura y no con una revisión completa del sistema.

Muchos organismos de la sociedad civil están preocupados por esta situación y así lo han manifestado, pero el mundo político lo mira con lejanía. Bien decía la célebre maestra y poetisa Gabriela Mistral que “en el progreso o el desprestigio de un colegio todos tenemos parte”.

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