En medio del preocupante conflicto entre Rusia y Ucrania que ha acaparado la atención de la opinión pública mundial, está ocurriendo un hito positivo que merece ser destacado y que puede traer algo de esperanza a un contexto internacional marcado por la tensión y las lamentables consecuencias humanitarias.

Reunidos en Kenia, representantes gubernamentales de más de 190 países están sentando las bases de un comité de negociación encargado de elaborar un tratado global destinado a frenar la contaminación por plásticos. Se trata, en palabras de la ONU, de algo “histórico”, que representará el mayor avance medioambiental desde el acuerdo de París para combatir el calentamiento global en 2015.

Esta acción apunta a resolver un problema que ha sido catalogado como una verdadera epidemia. Y no es para menos: de un total de 460 millones de toneladas de plásticos producidos durante 2019 en el mundo, menos del 10% se recicló y el 22% fue abandonado en vertederos improvisados, se quemó al aire libre o se arrojó en plena naturaleza, de acuerdo con estimaciones de la OCDE. Asimismo, se estima que cada año llegan a los océanos un total de 11 millones de toneladas de desechos plásticos, lo que equivale a la carga de un buque por día.

Mi llamado en ningún caso es a celebrar este hito, pues el problema es mucho mayor que cualquier avance, sin embargo, me parece notable que se esté trabajando por un compromiso colectivo, jurídicamente vinculante, con mecanismos de supervisión y un financiamiento adecuado por el presente y futuro del planeta. En medio de un panorama sombrío esto puede ser una luz que nos ayude a recuperar la esperanza y la fe en que todos queremos, finalmente, lo mejor para la humanidad.

Rodrigo Sandoval, fundador de I Am Not Plastic.

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