Condenado por el Vaticano en 2011 a “una vida de oración y penitencia”, el expulsado sacerdote Fernando Karadima se convirtió en el símbolo de los casos de abusos sexuales cometidos por el clero católico en nuestro país, marcados por la impunidad judicial chilena.

En abril de 2010 un reportaje de Informe Especial destapó lo que a la larga sería uno de los mayores escándalos al interior de la Iglesia Católica criolla, a partir de los testimonios de Juan Carlos Cruz, José Andrés Murillo y James Hamilton.

Sin embargo, no eran los únicos que habían sido víctimas de abusos a manos del otrora poderoso cura diocesano de la Parroquia El Bosque, desde donde tejió una red de contactos -y protección- gracias a su influencia en personajes de la clase alta, en plena dictadura cívico-militar.

El círculo de Karadima

Uno de sus principales aliados fue Ángelo Sodano, el entonces nuncio apostólico con vínculos estrechos con el dictador Augusto Pinochet, y que posteriormente volvió a la Santa Sede para convertirse en Secretario de Estado Vaticano y decano del Colegio Cardenalicio, entre otros importantes puestos que consiguió, hasta 2019 cuando presentó su renuncia a Francisco.

Encabezando el movimiento Acción Católica, Karadima se rodeó de un círculo de sacerdotes que posteriormente iban a parar a influyentes puestos dentro de la iglesia chilena, con lo cual se generó un prestigio que lo llevaron a ser considerado un guía espiritual para los jóvenes que llegaban a la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, donde fue párroco por 21 años hasta 2006, periodo en el cual se produjeron los abusos.

Así lo recuerda Eugenio de la Fuente, exsacristán de El Bosque, quien también denunció a Karadima por abuso de conciencia.

“Karadima tenía mucho poder porque en el fondo fue generando redes con personeros eclesiásticos, tenía vínculos con Sodano y de ahí generaba un espacio de poder muy grande porque ese era un personaje muy complejo”, relata hoy a BioBioChile.

“También tenía obispos a los que también controlaba y que uno no sabe cuán culpables o menos culpables son, pero en el fondo, los controló mentalmente por mucho tiempo”, agrega.

“Esa red de poder creo que ya cayó”, sentencia.

Exsacerdote Eugenio de la Fuente | Sebastian Brogca | Agencia UNO

Las denuncias

Aunque el caso estalló mediáticamente en 2010, seis años antes Juan Andrés Murillo ya había presentado una denuncia, a la que siguió un año después la de Verónica Miranda -esposa de James Hamilton-, y la de este último, en 2005.

Sus testimonios dieron pie a que otros, como Eugenio de la Fuente, alzaran la voz denunciando también los abusos de conciencia que cometía Karadima.

“Hay una cosa que se habla muy poco en los medios, es la capacidad de control mental, que es el abuso de conciencia. En el fondo es esa capacidad que en el nombre de Dios empiecen a controlar tu vida. Esa es la gran base de Karadima, los abusos sexuales fueron de algunos, gravísimos y que generaron más daño aún en las personas, pero debajo hay una cantidad de gente dañada por este abuso de conciencia enorme y yo fui una de esas víctimas”, relata.

“El 2009 salí agotado del círculo de Karadima, pensando que yo era culpable porque no era suficientemente de élite espiritual para aguantar la exigencia de Karadima, que finalmente era una dictadura espiritual, pero jamás pensando en que había una cosa delictual sexual detrás”, añade.

“Recién desperté en el año 2010, y ahí me di cuenta que lo que me había pasado en el ámbito de mi conciencia y del control que ejerció sobre mí, era una cosa mala. Recién en 2010, cuando Juan Andrés Murillo, James Hamilton y Juan Carlos Cruz hacen la denuncia de los abusos sexuales”, reconoce.

“A partir de ese momento comencé a indagar mucho más de lo que había hecho Karadima en El Bosque y comprender que había mucha más gente dañada. Y darme cuenta que esto ocurría en muchos espacios eclesiásticos”.

Ante el escándalo, en 2011 la Congregación para la Doctrina de la Fe de la Santa Sede, le condenó a “una vida de oración y penitencia” y se le prohibió tener contacto con antiguos feligreses o actos religiosos en público.

Sin embargo, en febrero de 2014 se revelaron imágenes de Karadima oficiando una misa, lo que causó nuevamente revuelo por el real castigo que estaría purgando, a lo que se sumó el sentimiento de impunidad debido a que en noviembre de 2011 la justicia chilena determinó que sus delitos habían prescrito.

Sin embargo, hay que destacar a la ministra de la Corte de Apelaciones de Santiago, Jessica González, quien pese a todo logró acreditar que efectivamente habían ocurrido los abusos.

Si bien la causa penal terminó sin una condena, hace dos años la Corte de Apelaciones de Santiago ordenó a la Iglesia pagar $100 millones por “daño moral” a tres de sus víctimas: James Hamilton, José Andrés Murillo y Juan Carlos Cruz.

La sentencia judicial consideró que la Iglesia local fue negligente al no investigar las denuncias de abusos y acreditó el “daño psicológico” que sufrieron Hamilton, Murillo y Cruz.

“Para mí, Karadima había muerto hace mucho tiempo”, asegura De la Fuente.

“Francamente, salvo el impacto evidente que es una persona que generó tanto daño y que hizo todo lo que hizo fallezca, pero a mí como que emocionalmente no me pasa mucho porque es una persona que había muerto ya hace rato”, señala.

Caída final de Karadima

La oscura sombra de Karadima cayó sobre el propio papa Francisco durante su visita a Chile en enero de 2018, principalmente por lo sucedido con el obispo Juan Barros, discípulo del expárroco de El Bosque y apuntado como uno de sus principales encubridores.

Su nombramiento como obispo en Osorno generó una oleada de manifestaciones, pese a lo cual se mantuvo en su cargo. Pero su presencia en los actos del pontífice en Chile, fueron la gota que colmó el vaso. Tras una pregunta de Radio Bío Bío, el líder de la iglesia dijo que necesitaba ver pruebas para tomar acciones sobre él.

Las críticas fueron tales que Francisco decidió buscar esas pruebas y mandó al obispo Charles Scicluna a nuestro país para indagar qué ocurría en la iglesia local con las acusaciones de abusos sexuales. Todo esto terminó con la salida de Barros de su cargo, pero también de otros de sus colegas tras un viaje inédito de todos los obispos a Vaticano y que culminó con todos ellos poniendo sus cargos a disposición.

“Cuando viene a Chile el Papa, en el fondo una visita que fue un fracaso total, con una iglesia chilena muy desafectada, con una feligresía muy molesta, ocurre todo lo que ocurre y ahí mandan a estos dos visitadores, Scicluna y Bartomeu”, afirma De la Fuente.

“En ese momento las víctimas de casi todos los espacios eclesiásticos donde hubo abusos, se sintieron que los iban a escuchar de verdad y les cae encima este tsunami de denuncias, que queda en el informe Scicluna”, dice.

“Y posteriormente esa carta del Papa a Chile donde dice que en la iglesia chilena hay una cultura de abuso y encubrimiento, que es una frase fuertísima, que yo creo que nunca se ha tomado suficientemente el peso a lo que significa eso”, puntualiza el expárroco.

Lo lamentable, según dice, es que “sigue ocurriendo y yo lo ampliaría a Chile y a una importante parte de la iglesia mundial y en parte también a los dicasterios vaticanos, donde hay mucho encubrimiento, hay mucha protección y falta del debido proceso”.

Precisamente, el encubrimiento que quedó en evidencia, terminó por hacer caer a los exobispos de Santiago, los cardenales Ricardo Ezzati y Francisco Javier Errázuriz. Este último, incluso declaró que la fama que tenía Karadima le hizo desestimar las denuncias en su contra en una carta enviada a la Conferencia Episcopal.

De la Fuente fue uno de los denunciantes que se entrevistó con Scicluna, por lo que su testimonio forma parte del informe.

“Fue una experiencia fantástica, porque sentías por primera vez que alguien en la iglesia te escuchaba, te creía y estaba de tu parte. Mi experiencia con la iglesia de Ezzati, fue de que uno era una persona sospechosa, que era una persona que estaba queriendo hacer daño a la iglesia, que uno estaba enfermo y que era un enemigo”, resalta.

El oscuro legado de Karadima

Si bien este lunes dejó de existir, el oscuro legado de Fernando Karadima seguirá estando presente en la Iglesia Católica chilena. Así también lo reconoce Eugenio de la Fuente.

“Siempre se habla de Karadima como un abusador sexual. Lo era, pero era la punta de iceberg, eran pocos los que llegaban a ser abusados sexualmente. La gran aberración, que no era una cosa católica, sino en su provecho, era usar el nombre de Dios para controlar la vida a la gente en provecho propio, generando una verdadera secta en base a una distorsión de la religión”, explica.

“Esta es una oportunidad para que nuevamente se ponga en el tapete el tema, porque en la Iglesia en Chile en general y en los dicasterios, hay un mundo oscuro de falta de transaparencia, de falta de justicia, del debido proceso enorme, y el tema del abuso de conciencia simplemente no es estudia, ni se trabaja y no se legisla al respecto”, lamenta De la Fuente.

“Creo que lo importante de este evento concreto, es volver a poner sobre la mesa es que hay muchos espacios eclesiásticos donde hay Karadimas. Hay muchos más Karadimas, incluso algunos son públicos, pero no se les toma el peso”.

“Finalmente Karadima es una especie de imagen como niño símbolo y que debajo de él se esconden muchos, que pasan desapercibidos”, afirma el exsacerdote.

“Hay movimientos eclesiásticos de mucha influencia donde hay muy poderosos, con redes de poder enorme en Chile y no solamente en Chile, que están operando y con un nivel de control y dominio mental sobre personas gravísimo y eso sigue pasando hoy día”, concluye.