Se ha dictado sentencia por un crimen cometido en Berlín. En el banquillo de los acusados estaba un ciudadano ruso, pero el veredicto atañe también a Vladimir Putin y al Estado ruso, opina Christian F. Trippe.

El ruso Vadim Krasikov fue condenado durante la jornada de este jueves a cadena perpetua por el asesinato de Zelimkhan Khangoshwili.

Durante la instancia se aprobó más allá de toda duda que fue él quien dio muerte al ciudadano georgiano, de origen checheno, el 3 de agosto de 2019 en pleno centro de Berlín.

Los cómplices aún no han sido identificados y se sigue investigando. El tribunal berlinés sospecha que tras este crimen está Rusia.

El tribunal aceptó en lo sustancial la argumentación de los fiscales, que ven en Krasikov, alias Sokolov, a un asesino que actuó por encargo de un servicio secreto ruso.

Dichos argumentos se basan en buena medida en indicios. Y esos indicios, a su vez, fueron recabados en su mayor parte por redes de periodistas y no por investigadores.

Estos últimos pudieron corroborar muchas de las pesquisas periodísticas, pero no todas. Y eso es problemático por varias razones, también para el derecho procesal alemán.

Daño político

Desde el punto de vista político, el daño será difícil de reparar, independientemente del resultado del proceso de apelación, al que la defensa ha dado señas de querer recurrir.

Aunque el tribunal supremo alemán dejara sin efecto el juicio por debilidades procesales, las consecuencias políticas permanecerán. Y son devastadoras.

El hecho de que Rusia no participara en el esclarecimiento de las acusaciones contra Krasikov forma parte de la verdad de este histórico veredicto. Y también que el presidente Putin calificara al asesinado de “terrorista”.

Grande es la probabilidad de que el asesino Krasikov haya recibido el encargo de parte del aparato de poder ruso.

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¿Pero, quedó comprobado, con solidez jurídica, que se haya tratado de un asesinato político por encargo, de un acto de “terrorismo de Estado”, como lo llamó el juez? La fundamentación escrita del veredicto probablemente estará disponible en enero.

Hasta entonces, el fallo del tribunal de Berlín le depara al gobierno alemán un mal comienzo en el complejo intento de encontrar una base sobre la que poder trabajar con Rusia.

Moscú mira con profunda desconfianza a la ministra de Relaciones Exteriores germana, Annalena Baerbock. La considera una marioneta de los intereses estadounidenses.

La jefa de la diplomacia alemana, por su parte, retribuye ese recelo con su lucha contra las ambiciones neoimperialistas rusas. Su política basada en valores se interpreta como un modelo contrapuesto a la política de poder de Putin.

Juicio a un ruso por asesinato

En la élite gobernante en Moscú, el veredicto del tribunal berlinés dará alas a la mentalidad de trincheras, que presume la existencia de una confabulación de Occidente contra Rusia.

Putin necesita ese relato para justificar su política agresiva y, al mismo tiempo, para poder explicar el deterioro de la situación social en el país tras este asesinato presuntamente cometido por un ciudadano ruso.

Occidente tiene la culpa, Occidente quiere nuestro mal: el fallo contra el asesino Krasikov alimenta esa narrativa del Kremlin, tan sustancialmente falsa como eficaz.

El veredicto demuestra cuán valiosa es una Justicia independiente. Ya sea que se trate del fallo de hoy, dictado en Berlín, o del próximo proceso de segunda instancia: el Estado de derecho está por sobre cualquier cálculo de política exterior.