Fue el 3 de febrero 1966 cuando la Unión Soviética logró posar con suavidad por primera vez en la historia una sonda espacial en la Luna.

Se trató de Luna 9, una nave de casi 100 kilos que tomó imágenes del satélite y realizó mediciones de radioactividad. Hasta entonces, el ser humano sólo había experimentado fracasos tratando de llevar dispositivos a la superficie lunar.

Desde aquel hito, diversas misiones se han llevado con gran éxito, incluyendo la llegada del hombre a la Luna en el Apolo 11.

De esta manera, no sólo hemos podido ver a través de videos cómo es la superficie de nuestro planeta, sino que incluso los astronautas han podido traer polvo lunar a la Tierra, permitiendo importantes avances en diferentes investigaciones.

No obstante, cuando ya han pasado más de 50 años desde la llegada de la primera sonda a la Luna, se ha registrado más de una misión fallida en viajes de este tipo, a pesar de lo mucho que ha avanzado la tecnología desde entonces.

Sólo durante este 2019, una misión de India y una de Israel fracasaron en sus intentos por posarse sobre el satélite, aún cuando se destinaron enormes esfuerzos humanos y económicos para que resultara como estaba previsto.

El pasado 7 de septiembre, la agencia espacial india, ISRO, perdió contacto con la sonda sin tripulación que debía convertir al país en la cuarta nación en posar un aparato sobre la Luna, en un intento de regresar a este satélite considerado como una etapa hacia Marte.

Anteriormente, en abril, la tentativa israelí de enviar una sonda a la Luna fracasó en el último momento al estrellarse en la superficie lunar tras sufrir un fallo de motor durante el proceso de alunizaje.

“No lo conseguimos, pero definitivamente lo intentamos”, dijo el impulsor del proyecto, Morris Kahn, en un video desde el centro de control cerca de Tel Aviv.

Considerando estos fracasos espaciales, es inevitable hacerse la siguiente pregunta: ¿cómo es que aún cuando se han alcanzado enormes avances en la ciencia y tecnología, los ingenieros de hace 50 años pudieron posar máquinas en la Luna, y los de ahora no?

Precisamente es la misma interrogante que se planteó El País, en un artículo en el que tratan de encontrar respuestas frente a este escenario que para muchos resulta contradictorio.

En ese sentido, el periódico español menciona que la manera en que se desarrolló la tecnología espacial de los 50 y 60 puede ayudar a explicar por qué no ha habido un progreso generalizado en cuanto a la tecnología espacial, si la comparamos con otros campos de la ciencia.

Tomando en cuenta lo anterior, resulta necesario situarnos en el contexto de cada época. Cuando comenzaron a surgir las misiones espaciales hacia la Luna, el planeta se encontraba dividido en la llamada Guerra Fría, por lo que las dos superpotencias -Unión Soviética y Estados Unidos- luchaban por la hegemonía.

Fue así como ambos países comenzaron a destinar exhorbitantes cifras de dinero para llevar naves al espacio, sin importar si no había una retribución económica ni tampoco se exploraban métodos más eficientes.

A modo de ejemplo, los cohetes que llevaron al hombre a la Luna en 1969 tenían un coste de más de 1.000 millones de dólares por lanzamiento, cifra que hoy en día ningún país estaría dispuesto a desembolsar.

Pero hay más. Hace un tiempo, el ingeniero espacial argentino Pablo de León, que está diseñando para la NASA dos prototipos de trajes espaciales para la Luna y Marte, cree que es “bastante optimista” pensar en volver al satélite en 2024, fecha estipulada por Donald Trump.

Según explicó el trasandino, la respuesta es bastante sencilla: los astronautas aún no tienen qué ponerse.

“La NASA no tiene un traje todavía pensado para esto porque esta decisión de ir a la Luna en 2024 es algo que apareció por generación espontánea”, dijo De León a la AFP cuando visitaba el Centro Espacial Kennedy de Cabo Cañaveral, en el oeste de Florida.

“Por un lado tienes un mandato de llegar a la Luna en 2024 y por otro ni siquiera tienes trajes espaciales desde 1977”, prosiguió, lo que refleja la poca preocupación que se la ha dado a las misiones lunares en el último tiempo, en comparación a lo que ocurrió en décadas pasadas.

En tanto, Philippe Schoonejans, director de proyectos robóticos y de futuro de la Agencia Espacial Europea (ESA), señala que la prolongación de los viajes puede influir en el fracaso de una misión como la de Chandrayaan 2 de India.

Al lanzarse en un cohete menos potente, un GSLV Mk III de fabricación india, la sonda necesitó casi 30 días de viaje para acercarse poco a poco al satélite.

“Esto ahorra combustible, pero al necesitar tanto tiempo de aproximación, los componentes electrónicos estuvieron expuestos a la radiación cósmica durante más tiempo”, indicó Schoonejans. “Esto puede haber provocado daños que expliquen en parte el fallo posterior”, agregó.

Es importante mencionar que a pesar del paso del tiempo, las misiones gubernamentales a la Luna, así como los proyectos privados, han tenido un resurgimiento, por lo que todo indica que en los próximos años habrá importantes novedades al respecto.

Debido a la concientización sobre temas como el reciclaje y cuidado del ambiente, firmas como SpaceX del magnate sudafricano Elon Musk, están prestando especial atención a la reutilización de cohetes.

Y aunque los expertos esperan que haya errores, como los que se registraron en los 50 y 60, antes de los primeros éxitos espaciales, todo apunta a un desarrollo sostenible en cuanto a las misiones de este tipo.

En todo caso, nadie asegura que la Luna siga siendo el objeto de deseo de los científicos, ya que tal como afirmó Donald Trump, Marte podría quitarle el protagonismo. Sólo tendremos que esperar para tener novedades.