Primer dato, un hecho real: el gran físico teórico alemán Albert Einstein (1879-1955) y su esposa Mileva tuvieron una hija, en 1902, de cuyo paradero nunca más se supo: que no sobrevivió a la escarlatina es una conjetura.
Segundo dato, sólo ficción: cuatro décadas después, Einstein es entrevistado sobre el tema por Margaret, una periodista que también parece esconder un trauma de abandono y padre ausente.
Dos premisas que el dramaturgo estadounidense Mark St. Germain integra para abordar aquellas aristas semi ocultas de personajes a quienes se les exige “ser buenas personas”, además de sus aportes a la humanidad.
La fórmula equilibrada de su escritura -reflexión intelectual y una dosis de humor-, esta vez para hablar de la vida privada de Einstein, se aplaudió desde que la obra se estrenó en Broadway, en 2017.
St. Germain, especialista en ficción histórica, escribió también Scott and Hem in the Garden of Allah (sobre Scott Fitzgerald y Hemingway) y La última sesión de Freud.
Traducida en Chile por Milena Grass y Andrés Kalawski, y producida por Teatro UC y The Cow Company, Relatividad contempla el diseño de vestuario de Francisca Jorquera y el trabajo audiovisual de Fernando Pérez.
Mundo cotidiano
Las contradicciones en la vida diaria de un gran personaje están en el núcleo de esta obra, una propuesta que subraya Héctor Morales.
El director se preocupa que se vean con claridad en escena aspectos esenciales del pensamiento del físico, en un ambiente tranquilo y hasta familiar.
Sólo que de pronto el autor instala al genio -sin que él lo advierta al comienzo- fuera del territorio que conoce y maneja, para que responda por un pasado éticamente cuestionable: el abandono de una hija.
Con esta opción la propuesta adquiere inmediata actualidad al tocar lo público y privado en la vida de las personas connotadas.
Más aún, si al mismo tiempo asoma el debate sobre las conductas humanas entre Einstein (Tito Bustamante) y la periodista Margaret (Blanca Lewin), que se completa con las intervenciones de la secretaria del físico (Alessandra Guerzoni).
Un diálogo ordenado, estructurado e inteligente que va describiendo aspectos que sorprenden del físico, como su ironía y cierta crueldad, la distancia y frialdad respecto de ciertas emociones y, especialmente, la nostalgia por una época en que nada interrumpía su pasión por el trabajo científico…
Todo en contrapunto con la búsqueda personal y terrena de la periodista que cree saber quién es su padre, aunque no sabe si éste será capaz de reconocerla afectivamente.
En todo momento se desarrolla un diálogo que disecciona ante el espectador ideas y conceptos sobre temas humanos y controvertidos, además de presentar al protagonista lejos del mito urbano.
La imagen que se crea es la de un Einstein reflexivo y de impulsividad controlada, y de una Margaret que también se mueve dentro de un civilizado protocolo profesional.
Y aunque hay en momentos voces fuertes y muy expresivas, predomina un discurso expositivo al que le falta algo de sangre y sorpresa.
Aquello que escénicamente conecte mejor la ficción, lo cotidiano y lo biográfico con la monumentalidad de las vivencias comunes, pero alojadas en la historia grande de la humanidad.
Una percepción que sí proyectan la escenografía y la iluminación de Cristián Mayorga (plataformas y parrilla de luces circulares) y la música de Daniel Marabolí que estimulan a viajar por el tiempo y el espacio einsteniano.
Teatro UC. Jorge Washington 26. Miércoles a sábado, 20.30 horas. Entrada general $ 10.000; adulto mayor $ 6.000; súper jueves $ 7.000; miércoles popular $ 5.000. Hasta el 15 de septiembre.
