En días en que su nombre ha vuelto a la polémica tras la emisión de los últimos capítulos de “Allen v. Farrow”, serie documental centrada en las denuncias de abuso sexual de parte de su hija adoptiva Dylan Farrow (y que se remontan a sus 7 años), Woody Allen fue obligado a romper su silencio habitual arrinconado por los alcances del movimiento #MeToo y un bloqueo cultural que se acrecienta cada año.

“Estos cineastas de documentales no estaban interesados en la verdad. En cambio, (…) se involucraron en una empresa de demolición, plagada de falsedades”, comentó el director y su esposa Soon-Yi Previn, en un comunicado difundido por varios medios estadounidenses.

Dylan Farrow, hija adoptiva del autor junto a la actriz Mia Farrow, reafirma que el cineasta la agredió sexualmente en agosto de 1992 cuando tenía 7 años, lo que Allen siempre ha refutado.

En 2020, y luego que algunas editoriales se negaran a publicarla, el neoyorkino lanzó su autobiografía, hoy disponible en Chile bajo el título “A propósito de nada” (Alianza Editorial) en donde repasa diversos pasajes de su vida personal y cinematográfica, siempre en el tono irónico característico de su obra.

Aquí, un repaso por algunas de las definiciones del director de “Zelig”, “Annie Hall” y “Manhattan”, entre más de 80 títulos, muchas de ellas reveladoras y abiertamente provocadoras a pesar del huracán que lo rodea.

Sus padres

Eran dos personajes tan opuestos como Hanna Arendt y Nathan Detroit, que no se ponían de acuerdo en nada excepto Hitler y mis calificaciones escolares. Y sin embargo, a pesar de toda esa carnicería verbal, siguieron casados durante setenta años, sospecho que por puro rencor. De todas formas, estoy seguro que se quisieron a su manera, una manera que probablemente sólo compartan algunas tribus de cazadores de cabezas de Borneo”.

Timador

“Yo me había convertido en un mago aficionado (en su ninñez)… Me quedaba a solas y practicaba movimientos con naipes y monedas, aprendía a manipular la baraja, a hacer mezclas falsas, cortes falsos, reparto inferior, escamoteos… Habiendo heredado de mi padre el ADN de la deshonestidad, en poco tiempo empecé a practicar timos con el póker, dejaba sin blanca a los incautos, repartía las cartas que me convenían, manipulaba el corte de la baraja y me quedaba con las pagas de todos los demás”.

Fan del cómic

“Con excepción de ‘Gangs de Nueva York’, la totalidad de mi biblioteca consistía en libros de historietas. Hacia finales de la adolescencia sólo leía cómics. Mis héroes literarios no eran Julien Sorel, Raskolnikov o los palurdos locales del condado de Yoknapatawpha, sino Batman, Superman, Flash, Namor, el Hombre Halcón. Y también el Pato Donald y Bugs Bunny y Archie Andrews, el protagonista de la historieta ‘Archie"”.

La “inteligencia”

“Pero si tienes un CI (Coeficiente intelectual) alto” (le decía su madre). Y, por cierto, lector, no era tan alto, pero a juzgar por el ‘cri de coeur’ de mi madre uno creería que yo podría explicar la Teoría de Cuerdas. En realidad es fácil de ver en mis películas: si bien algunas son entretenidas, ninguna de ellas bastaría para establecer una nueva religión”.

Agence France Presse

Su hermana

Apenas posé mis ojos sobre mi hermana (Letty, ocho años menor que Woody Allen) en la cuna quedé completamente prendado de ella, la quise y colaboré en su crianza, protegiéndola de las fricciones entre mis padres que podían escalar exponencialmente a partir de discusiones triviales… Hoy produce mis películas”.

Sobre sí mismo

“Era sano, querido, muy atlético, siempre me escogían en primer lugar a la hora de formar los equipos, jugaba a la pelota, corría y, sin embargo, me las arreglé para terminar siendo inquieto, temeroso, siempre con los nervios destrozados, con la compostura pendiendo de un hilo, misántropo, claustrofóbico, aislado, amargado, cargado de un pesimismo implacable”.

La muerte

“Nunca acepté ser finito. Si no os importa, quiero que me devolváis el dinero… Los seres humanos estamos programados para resistirnos a la muerte. La sangre es más fuerte que el cerebro. No hay ningún motivo lógico para aferrarse a la vida, pero, ¿a quién le importa lo que dice el cerebro? El corazón dice: ¿has visto a Lola en minifalda?”.

Intelectual

Por cierto, me asombra cuántas veces me describen como un “intelectual”. Esa es una concepción tan falsa como el monstruo del lago Ness, puesto que no tengo ninguna neurona intelectual en la cabeza. Iletrado y sin ningún interés en nada académico, cuando crecí era el prototipo del vago que pasa el tiempo sentado delante de la tele, cerveza en mano, con el partido de fútbol americano a toda pastilla y con el póster central desplegable de Playboy pegado en la pared con cinta adhesiva”.

Su prima, el arcoíris

“El verdadero arcoíris de mi niñez, mi prima Rita. Cinco años más que yo, rubia, rellenita. Su compañía fue, tal vez, la influencia más significativa de mi vida… Era una chica atractiva, que había padecido polio y que cojeaba ligeramente, a quien yo le caía bien y me llevaba a todas partes -al cine, a la playa, a restaurantes chinos, golf en miniatura, pizzerías-, que jugaba conmigo a las cartas, al Monopoly. Me presentó a todos sus amigos, chicos y chicas que eran mayores que yo y a quienes al parecer les encantaban mis rasgos precoces, fueran cuales fueran”.

La confianza

“Me gradué en la escuela secundaria con un promedio de setenta y dos sin dejar de trabajar y, con el tiempo, me aumentaron el salario una o dos veces. Yo no tenía ningún deseo de asistir a la universidad y estaba bastante seguro que conseguiría hacer carrera en el mundo del espectáculo, pero, para evitar que mi madre se prendiera fuego a lo bonzo, le di una oportunidad a la Universidad de Nueva York”.

Alianza Editorial
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