Los denominados Pandoras Papers han dejado al descubierto muchos eventuales hechos de corrupción política y empresarial, donde mandatarios, políticos, celebridades del espectáculo y deportivas de todo el planeta se han visto salpicados por esta investigación periodística.

Chile y América Latina

La realidad de América Latina no se ha escapado a esta tormenta desatada, viéndose inmiscuidos, especialmente, los presidentes de Ecuador, República Dominicana y Chile, entre otros políticos de altas esferas del continente.

Nos centraremos en el caso de Chile, un país que hasta hace unos años, al menos para los organismos internacionales, parecía ser una nación estable dentro del continente, con bajos niveles de corrupción, un crecimiento económico aceptable, al tiempo de avanzar -según la CEPAL-, en su lucha contra la pobreza con bajos índices en la materia en comparación a sus vecinos de América Latina.

Caso Riggs, las farmacias, Caval y Sebastián Piñera

Según los Índices de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional en el Mundo, Chile siempre ha figurado en una excelente posición. Sin embargo la situación pareciera ser solo una mascarilla, ya que estos últimos años, muchas empresas chilenas se han visto en el ojo del huracán por temas de corrupción como fue el caso de la colusión de farmacias en 2012, la colusión en el precio de la venta de pollos en 2015 o la bullada colusión en el mercado del papel del holding forestal y papelero chileno CMPC Tissue y SCA Chile, entre los años 2000 y 2011.

A su vez el escenario político tampoco ha escapado de esta realidad. La guinda de la torta la ha puesto el actual presidente chileno, Sebastián Piñera, quien ha sido señalado con el dedo por los Pandora Papers por cohecho y evasión de impuestos en paraísos fiscales. Al mandatario se suma una larga lista de políticos y jefes de instituciones públicas que prácticamente han inundado el sistema de corrupción, donde la malversación de fondos públicos y la concentración de poderes económicos y políticos en solo unas pocas familias es el pan “histórico” de cada día.

Dentro de los más emblemáticos casos de corrupción a nivel político en Chile -por nombrar algunos- está el caso Riggs. Aquí se ha investigado el origen de la fortuna que el dictador Augusto Pinochet había dejado a sus herederos en el Riggs Bank de Washington D.C. El caso Penta, una trama que se ha destapado en la nación austral donde la corrupción política y evasión de impuestos son los protagonistas. Los principales grupos empresariales de Chile por medio del holding de empresas Penta, son acusados de financiar irregularmente a candidatos presidenciales y al parlamento.

El caso Caval o Nueragate que ha involucrado al hijo de la presidenta socialista Michelle Bachelet, Sebastián Dávalos, quien tuvo que renunciar a su cargo en La Moneda por los negocios millonarios de su esposa. A esto se agrega el caso MOP-GATE y el denominado Milicogate.

En la actualidad Gustavo González Jure y Bruno Villalobos, ex directores de Carabineros han sido puestos en prisión preventiva imputados por malversación y falsificación de instrumento público en el marco del caso Fraude de Carabineros. A su vez, la justicia chilena ha formalizado a Javiera Blanco, ex ministra de justicia de Michelle Bachelet y le prohibió salir del país, tras ser acusada de recibir mensualmente sobres con dinero de gastos reservados de fondos públicos por cerca de sesenta mil dólares.

Las claves que nos da la Neuroeconomía

Pero ¿qué pasa en nuestro cerebro cuando llega la corrupción?, cuando la ciudadanía percibe que muchos lideres políticos, independientes de su ideología, tienen el veneno metido en el cuerpo y por años han operado a la orden del día sin mayores obstáculos, privilegiando sus propios intereses, sin importar las normas sociales incluso el perjuicio a otros ciudadanos.

Nuestro sistema de toma de decisiones involucra distintas regiones cerebrales por lo que se puede hacer un análisis de la corrupción desde la neurociencia y la neuroeconomía. Esta ultima intenta explicarnos la interacción “mente-cerebro” y la economía, instancia clave para comprender las cosas que influyen en las decisiones que involucran gran cantidad de recursos financieros.

Uno de los principios básicos de esta disciplina es que el proceso de toma de decisiones financieras y económicas tienen un alto componente emocional, esto cobra mayor relevancia debido a la interrelación directa que tienen las personas con los valores morales, las creencias y el mundo afectivo descifrando cómo interactúa el cerebro de manera funcional cuando se expone a una realidad de esta naturaleza.

Si tomamos el concepto de neuroplasticidad, las personas desarrollan patrones de conducta en base a la repetición de actos, por lo que paulatinamente modifican sus redes neuronales las que están directamente relacionadas con el proceso de toma de decisiones mencionado y la instancia fraudulenta que se ha tomado por opción.

A su vez la amígdala cerebral es en esencia el centro de la memoria emocional. Está situada en la profundidad del lóbulo temporal formando parte del sistema límbico que es el encargado de regular las emociones. La amígdala está relacionada con sentir emociones negativas tales como el miedo o la ira, vinculando la percepción del mundo y la emoción.

En este sentido las investigaciones han evidenciado que los comportamientos deshonestos generan malestar en las personas, sin embargo, el University College de Londres ha descubierto que esta sensación emocional negativa disminuye y pierde sensibilidad cuando se cometen nuevas infracciones o transgresiones. El comportamiento deshonesto aumenta a medida que se repite. En este plano se desprende que existe una reducción en la señal en la amígdala, por ende en el procesamiento de las emociones y su relación con la toma de decisiones en un acto que provoque miedo, culpa o vergüenza.

Los resultados que han sido publicados en ‘Nature Neuroscience’ especifican que “la amígdala cerebral se activa fuertemente como respuesta a los primeros actos deshonestos, pero en la medida en que se repetían, sus respuestas eran cada vez menores, hasta llegar casi a no reaccionar, cuando estos se convertían en frecuentes”.

Por otra parte una investigación publicada por la prestigiosa revista científica ‘Frontiers in Behavioural Neuroscience’ en 2014, ha develado que cuando existe mayor vigilancia sobre los “ladrones de cuello y corbata” la tendencias a cometer irregularidades disminuye.

Para llegar a estas conclusiones se ha realizado un experimento donde se ha evaluado la conductancia de la piel, que es una medida de variación emocional general, al ofrecer un soborno, recibirlo o esperar para ver si se había descubierto el hecho de corrupción en el que se estaba implicado.

Antes esto los científicos simularon una subasta, al tiempo de darles a las personas la posibilidad de sobornar al subastador para obtener beneficios. Las primeras veces, podían sobornar libremente pero, luego, el perdedor podía exigir inspeccionar la operación. Entre los resultados se encontró que tanto subastadores como sobornadores eran menos corruptos cuando sabían que podían ser observados.

Es importante dimensionar y poner freno a las conductas económicas irregulares en todos los estamentos públicos y privados, cuando las cúpulas no cumplen con las normas mínimas, automáticamente se va perdiendo la confianza ciudadana en la estructura política, económica, comercial y jurídica mermando los cimientos de la democracia, al tiempo que las familias vulnerables y honestas son las llamadas a ser las más perjudicadas en un país donde mayoría de los electores se encuentran tan desencantados que ni siquiera se molestan en participar en las elecciones.

Para evitar que este futuro sea tan siniestro será necesario mantener a raya estas actividades económicas ilícitas bajo un Estado fuerte con nuevos organismos fiscalizadores, incurrir en la denuncia de las irregularidades y generar leyes más estrictas a fin de evitar la impunidad. Al no haber sanción el delito se naturaliza en la sociedad.

A su vez, es fundamental incorporar los conocimientos de la neuroeconomía y la economía del comportamiento (behavioral economic) en estas problemáticas con el propósito de avanzar en mejores estrategias de prevención, al tiempo de impulsar una transformación cultural donde se contengan las motivaciones económicas egoístas de un grupo de ciudadanos que por décadas han ostentado el poder en la nación austral.

Andrés Fredericksen

Docente de la Universidad Abierta de Recoleta.
DEA del programa de doctorado en Ciencias Políticas y Sociología por la U. Pontificia de Salamanca.
Máster en neurociencias cognitivas aplicadas a la empresa por la U. Rey Juan Carlos de Madrid.