Ahora que la pandemia se reconvierte en centralismo y las provincias de Chile siguen en los extremos del olvido -como alegoría contingente del arte y la cultura-, ahora más que siempre se lee con interés toda obra que persista en rescatar nuestra memoria país, mantener la calma, mirar con perspectiva el presente y, sobre todo, rescatar hechos y procesos que nos dieron y dan vida en los extremos. Como la historia y vida de Tomé. Ahora que la pandemia se reconvierte en centralismo y las provincias de Chile siguen en los extremos del olvido -como alegoría contingente del arte y la cultura-, ahora más que siempre se lee con interés toda obra que persista en rescatar nuestra memoria país, mantener la calma, mirar con perspectiva el presente y, sobre todo, rescatar hechos y procesos que nos dieron y dan vida en los extremos. Como la historia y vida de Tomé.

Por Marcel Socías Montofré

Sesenta horas de entrevistas, rigurosa investigación bibliográfica, fotos de archivo y sobre todo el logrado propósito de documentar la perseverancia, de no bajar la guardia y sostener el ánimo, de resistir a los espolonazos del tiempo.

Todo eso y un profundo sentido humano se rescata en la obra “Tomé, breve historia”, de Darwin Rodríguez (Editorial Al Aire Libro 2.0).

De principio queda claro que no se trata de plantear una novela y mucho menos poesía. Aunque mucho de guión cinematográfico se percibe a las páginas de Darwin Rodríguez.

Una suerte de documental por escrito que comienza con la incipiente caleta de pescadores en 1835, a la época dorada de la industria textil, la exportación de trigo a California, los procesos sociales, políticos, humanos y culturales que hoy cobran mayor vigencia al momento de sostener a Chile y todos sus extremos.

Tal como advierte el autor, “el rescate de la Región se hace así impostergable”.

Precisamente eso es lo que se elogia. No el estilo, sino el compromiso humano, como escritor y poeta, de Darwin Rodríguez. Su buen esmero por dar testimonio a protagonistas como también a esos eternos actores que parecen secundarios, pero que siempre terminan siendo los que empujan la historia a fuerza de comunidad.

Por eso mismo genera empatía esta suerte de crónica periodística de Tomé y su historia. Es simple. Sin grandes pretensiones de ostentar giros idiomáticos. Más bien se trata de relatar. Como si se tratara de una conversación íntima entre el autor y sus lectores. Amable. Incluso abierta a las críticas con tal de sumar.

Sin duda también se encuentra una detallada descripción del movimiento sindical, el pasmado desarrollo industrial, el regreso forzado de la fábrica al campo y finalmente el confinamiento al olvido. Como una suerte de cuarentena permanente donde Tomé reclama abrir espacios para su historia. Como lo haría cualquier ciudad lejos de Santiago, pero ciudad que también es Chile.

Hay sentido de comunidad en la breve historia de Tomé. Sensación que se retrata de cuerpo entero en la página 47: “…por eso digo yo que antes se colaboraba”.

También hay un sentido de lo cotidiano. La cultura, la pesca y la marisquería, las papas con cochayuyo, el Cerro Alegre, La Quinta Hinrichsen, los patios urbanos, las escobas de retamillos, el cerro Frutillares y sin duda la fundación en 1965 de la industria textil Bella Vista. Así también las tierras indígenas y los migrantes alemanes.

Hasta consulados de Inglaterra y Francia hubo en Tomé. Como también muchos abuelos italianos y palestinos.

Como para disfrutar en estos días de cuarentena un libro que relata en calma, sin excesos de trincheras, donde la historia no la escriben ni lo vencedores ni los vencidos. La historia, esa siempre imprescindible, la escriben siempre los vecinos.

Como así lo hace el vecino Darwin Rodríguez de Tomé.

Editorial Al Aire Libro 2.0 (c)
Editorial Al Aire Libro 2.0 (c)

“Tomé, breve historia”
Darwin Rodríguez
Editorial Al Aire Libro 2.0