Es notorio que los jóvenes integrantes de este montaje disfrutan con la comedia negra, género efectivo para una crítica dura a los valores y costumbres de la sociedad… sin perder la risa ni la sonrisa.

Por Leopoldo Pulgar Ibarra

Las agudas características de este género se advierten de manera especial en la primera mitad de la obra, escrita y dirigida por Belén Zambeat.

Sucede cuando el elenco, agrupado y en gran primer plano, desarrolla a coro la acción escénica casi encima del público.

Desde esta posición de foto familiar destacan gestos, reacciones, incluso, la falta de control que tienen sobre sus vidas los personajes, además de sobresalir las pelucas y el colorido vestuario.

Esta cercanía también permite apreciar un énfasis exacerbado, no exagerado, que tiñe de ridiculez el comportamiento de estas personas, mientras se devela que son parte del todo familiar y social… en estado de crisis.

Una dinámica vertiginosa y sin tropiezos –factor fundamental- desarrolla este montaje de La Ratonera Teatro, responsable también de “Uz el pueblo”, del dramaturgo uruguayo Gabriel Calderón, texto que propone un perfil similar.

Bomba en fiesta

La obra se centra en la celebración rutinaria de los 80 años del abuelo, a la que hijos y nietos acuden ataviados con una elegancia algo relamida.

Era un encuentro bien aburrido hasta que un grupo extremista anuncia el inicio de una actividad mayor, haciendo estallar una bomba en la calle.

Al parecer, fue la cercanía de la explosión, respecto de la casa donde se realiza la fiesta lo que generó el terror entre los asistentes.

La bomba no mató ni hirió a nadie, pero sí amenaza las certezas de seguridad que tiene toda familia acostumbrada a disfrutar de su comodidad y poder.

Esta arista más sutil es la vertiente que la directora presiona para enfatizar lo que quiere decir la obra, junto con enclaustrar al elenco en el formato de la foto familiar.

Aquí nadie sale corriendo, pero la pérdida del confort, aunque sea transitorio, pincha las epidermis y abre las compuertas a conflictos, provocaciones, rechazos y controversias que subyacían entre ellos.

Todo lo que sucede a continuación ocurrirá entre esas dos filas de personas apretujadas que hablan, gritan, comentan, pelean, demonizan y odian en medio del caos.

Lo que genera situaciones divertidas, absurdas, tragicómicas y críticas al poner al descubierto la estupidez, fatuidad, clasismo y otros rasgos del grupo familiar y de sus integrantes… sin dejar de hablar de terrorismo y violencia social.

El trabajo colectivo y su reflejo en cada actor y actriz es una ecuación bien administrada por la directora, factor que asegura la soltura, además del punto de vista y sentido de esta entretenida obra.

Una fuerza que se advierte con toda su potencia en la primera mitad del espectáculo, cuando la obra dialogaba mirando a los ojos a los espectadores.

Después, cuando el elenco se instala hacia el fondo del escenario, esa energía se diluye un poco e impide, por ejemplo, apreciar bien el influjo de la empleada que, hasta poco antes, tenía sólo una presencia casi rígida en este sacrosanto espacio familiar.

La parte del todo, La Ratonera Teatro (c)
La parte del todo, La Ratonera Teatro (c)

Sala Sidarte. Ernesto Pinto L. 131.
Jueves a sábado 21.00 horas.
Entrada general $ 5.000; estudiantes y tercera edad y jueves populares, $ 3.000.
Hasta 7 septiembre.