En nuestra pasada crónica destacábamos el luminoso renacer del diálogo inteligente y eficaz, en el seno de las Naciones Unidas. Primero fueron los encuentros de los ministros de exteriores de Rusia y Estados Unidos, seguidos luego por la reunión directa de los presidentes Obama y Putin.

Ya en las conversaciones discretas y laterales, Putin había mencionado la necesidad de encontrar una fórmula verdaderamente democrática no sólo para definir una fórmula de paz para Siria, sino, además, para terminar con la permanente tensión bélica en contra de Irán, que posiblemente sea la nación más avanzada cultural, tecnológica y científica de todo el mundo islámico.

El presidente Obama sopesó los argumentos de Wladimir Putin y, de hecho, se comprometió a no oponerse a la participación de Irán en las negociaciones de paz para Siria. Luego, al iniciarse la Asamblea 68 de las Naciones Unidas, los cancilleres John Kerry y Sergei Lavrov presentaron formalmente la propuesta para su aprobación por el Consejo de Seguridad.

El jueves pasado, la ONU dio a conocer la aprobación de la propuesta ruso estadounidense, así como el borrador de las acciones y el calendario para dar comienzo a las negociaciones de paz en Siria. Por lo pronto, el acuerdo no incluye un posible uso de la fuerza militar en el caso de que el gobierno sirio no cumpla sus compromisos, y se anticipó que participarán como fuerzas de paz efectivos militares de Rusia y varias naciones de la ex Unión Soviética.

Es decir, las fuerzas de paz invitadas dan garantía equitativa para imponer el alto al fuego e iniciar la destrucción de los arsenales químicos. Y un detalle importante: las armas químicas deberán ser destruidas en territorio sirio y en ningún caso podrán ser transportadas a algún otro país.

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