La noticia irrumpió alumbrando bien fuerte, tal como sale el sol por la mañana. Gracias a una lúcida y vigorosa propuesta formulada por el presidente Vladimir Putin, Moscú y Washington llegaron a un acuerdo definitivo para detener por completo la amenaza de un ataque militar contra Siria y, a la vez, eliminar la posibilidad de uso futuro de armas químicas.

La verdad es que ya en San Petersburgo, durante la Cumbre de los 20, los días 5 y 6 de septiembre, en una reunión muy discreta, Putin le propuso a Obama la solución de colocar el arsenal químico de Siria bajo control internacional, y a la vez exigir con mucha fuerza a los rebeldes la entrega de sus arsenales químicos clandestinos.

El lunes 9, el presidente Putin anunció que el gobierno sirio había aceptado la propuesta de Rusia. Y al día siguiente, martes 10, el presidente Barak Obama anunció la postergación del voto del Congreso de Estados Unidos sobre el proyecto de ataque militar a Siria.

Los días siguientes, los cancilleres John Kerry y Sergei Lavrov continuaron afinando los detalles que harían factible el plan de Rusia, y el sábado, a primera hora, se supo que la tesis de paz había triunfado.

Pero ¿quién estaba triunfando como campeón de la paz?

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