En los años 70, hubo un grave incidente en Estados Unidos que dejó expuesto a un trabajador a una dosis radiactiva 500 veces superior a la que una persona podría recibir sin recibir daños.

Por increíble que parezca, y contra todo pronóstico, el hombre pudo sobrevivir.

Se trata de Harold McCluskey, un trabajador del complejo nuclear de Hanford, Estados Unidos, quien en 1976 sufrió un accidente que lo dejó expuesto a niveles de radiación extremadamente altos. Con el paso de los años, McCluskey pasó a ser conocido como el “Hombre Atómico”.

Todo comenzó el 30 de agosto de aquel año, cuando el profesional se dirigió hasta su lugar de trabajo. Curiosamente, ese día no le tocaba trabajar. Sin embargo, la ausencia de uno de sus compañeros lo llevó a tener que hacer un reemplazo.

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La planta había estado cerrada debido a una huelga durante los últimos cinco meses, por lo que el material con el que se trabajaba se había vuelto inestable.

Aquella jornada, McCluskey se sentía algo preocupado por el hecho de tener que trabajar con Americio 241, elemento producido artificialmente y que es 50 veces más radioactivo que el plutonio, del cual se obtiene.

Lo que el trabajador debía hacer era bombear ácido nítrico de una tubería -ubicada al interior de una cabina- para extraer el americio. Esta labor la realizaba desde el exterior, mirando a través de un grueso vidrio de plomo y utilizando guantes especiales.

cityherald.com
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Durante los cinco meses en que no hubo actividad, la resina permaneció en la tubería, algo que había pasado inadvertido para los empleados.

Fue en ese momento en que bombeaba el ácido nítrico cuando de pronto ocurrió lo inesperado: McCluskey comenzó a ver humo y trató de escapar. Sin embargo, la ventana explotó.

Tal como recoge la cadena CBS, una mezcla de ácido nítrico, cascos de metal, vidrio y resina radioactiva cayó sobre él. Y aunque intentaba inhalar aire, sólo respiró vapores de americio.

La explosión le arrancó el respirador, y el ácido nítrico le quemó la cara. Fue así como terminó por recibir la mayor dosis de radioactividad registrada en un humano, 500 superior a lo que se había calculado que una persona podría recibir sin sufrir daños.

Archivo de prensa de 1985
Archivo de prensa de 1985

Rápidamente se activaron las alarmas y luces de seguridad, y médicos y enfermeras cubiertos con trajes especiales llegaron a socorrer a un herido McCluskey. El ácido lo había dejado ciego temporalmente, mientras que el estallido lo había dejado sin audición.

Mientras lo trasladaban al centro de descontaminación, lo único que murmuraba el hombre era: “No puedo ver”.

El grave accidente lo llevó a ser aislado en un tanque de acero y hormigón, y durante tres semanas no tuvo contacto con nadie debido a su extrema radiación. De hecho, su familia recién pudo acercarse a menos de 10 metros después de un mes.

Fueron cinco meses en los que McCluskey fue sometido a una terapia de quelación (administración de agentes quelantes para tratar el envenenamiento tóxico del metal), todo bajo la supervisión del doctor Bryce Breitenstein.

Harold siendo tratado | Gizmodo
Harold siendo tratado | Gizmodo

“Le dijimos que nunca habíamos visto algo así”, comentó posteriormente el médico, según un artículo de la revista People.

En anteriores casos de radiación en personas, se había utilizado con éxito un agente llamado ADTP, el cual fue inyectado en el trabajador para luego sumergirlo en baños de treinta minutos.

Los niveles de americio en los poros de la piel de McCluskey eran tan elevados, que cada vez que le acercaban el detector para medir su radiación, la aguja se disparaba hasta el máximo, de acuerdo al sitio de tendencias Gizmodo.

Rehaciendo su vida

Aunque en un comienzo la mitad de los médicos que lo vieron pensaron que moriría, el hombre rompió con todos los pronósticos, y poco a poco fue mostrando mejorías. De hecho, cinco meses después del accidente, su nivel de radiación había bajado en un 80%.

No obstante, la fama que había adquirido hizo que no pudiera volver a tener una vida normal, ni siquiera después de volver a su casa.

El calificativo de “Hombre atómico” ya se había hecho conocido, y nadie quería estar cerca de él. Incluso, según reveló el propio McCluskey, muchos de sus amigos lo llamaron por teléfono para decirles que a pesar que lo querían mucho, ya no podrían volver a estar juntos.

Además de correr con los gastos médicos y de rehabilitación, el gobierno norteamericano inició una campaña informativa para educar a la población. Esto ayudó, en parte, a eliminar la aprensión que muchos sentían hacia el trabajador.

Finalmente, Harold McCluskey murió el 17 de agosto de 1987, a los 75 años, por causas no relacionadas con los hechos: sufrió problemas en la arteria coronaria, dolencia que ya padecía desde antes del accidente.