El actual avance de la tecnología y la ciencia nos hace olvidar que estos adelantos no siempre han estado disponibles para la humanidad y que debieron pasar siglos para poder llegar al nivel que existe hoy en día. Ejemplo de ello es que hace hasta hace 392 años las personas no tenían idea que la sangre circulaba.

Corría 1628 y el médico inglés William Harvey, doctor privado del entonces rey Charles I, publicó el libro Exercitatio Anatomica de Motu Cordis et Sanguinis in Animalibus en latín y en Frankfurt, Alemania, ni siquiera en su tierra natal o en su lengua madre, donde sus postulados causaron revuelo y le generaron deshonra por décadas.

Hasta ese momento, las ideas de Galeno perduraban en la ciencia de la salud, es decir, que las venas salían del hígado y que las arterias del corazón, llevando las primeras nutrición a todo el cuerpo y las segundas la energía para mantener el organismo con vida y funcionando.

No obstante, Harvey estimó necesario explorar el tema en mayor profundidad y no solamente estudiar al ser humano, sino que a todos los animales que tuvieran corazón, con “frecuentes disecciones de criaturas vivientes, y con mucho testimonio ocular, (para) discernir y buscar la verdad”, según su libro.

Esa fascinación nació durante sus estudios de medicina en Padua, Italia, donde uno de sus maestros ya se interesaba en lo que hoy conocemos como el sistema circulatorio. Y eso fue justamente lo que hizo a partir de 1616, lo que terminó con la publicación de su libro 12 años más tarde.

Sin embargo, de acuerdo a la BBC, Harvey admitió que tal objetivo sería difícil de lograr. “Llegué casi a creer que el movimiento del corazón era solo conocido por Dios(…) en razón de la rapidez del movimiento, que en algunas criaturas aparecía en un abrir y cerrar de ojos, como el paso de un rayo”, escribió en la publicación.

“Fue después de pensar por mucho tiempo y considerar cuán abundante es la sangre que pasaba (por el cuerpo), y en cuán corto tiempo, que al fin percibí que o las venas estaban completamente vacías y las arterias a punto de estallar con demasiada intrusión de sangre, o la sangre volvía a pasar de las venas a las arterias y regresaba al ventrículo derecho del corazón”, relató el médico.

“Empecé a pensar si no sería que el movimiento era circular, algo que luego descubrí que era cierto”, comentó en la misma publicación.

Tras ello, dio su veredicto de cómo funcionaba el sistema: “Primero se contrae la aurícula, que con su contracción arroja al ventrículo la sangre que contiene. Con esto queda repleto el corazón que entonces se levanta, tensiona todas sus fibras, contrae sus ventrículos y ejecuta su latido; por medio de la pulsación continuamente lanza por las arterias esa sangre que recibió de la aurícula”.

“Esas cosas (…) son tan nuevas y desconocidas, que no solo temo que me perjudiquen por la mala voluntad de otras personas, sino que también temo que cada hombre sea mi enemigo, pues la costumbre y la doctrina una vez recibida y profundamente enraizada prevalece”, sostuvo.

Como derribó siglos de conocimiento indiscutido, su corazonada se volvió una realidad y aunque trabajaba para el rey y en la dedicatoria del libro mencionó al monarca, la conexión con el jefe de Estado no le sirvió de nada.

No solo perdió a sus pacientes, sino que el público en general lo tildó de loco y se ganó el desprecio de sus colegas, lo que recién vino a cambiar 20 años después, cuando su trabajo hablo por sí mismo.

Su intención de documentar con pruebas todo lo que publicó causó que un grupo de médicos de la época le diera la razón y que, finalmente, se acreditara como cierto su descubrimiento.

Tal fue el cambio de actitud al respecto que, tras su muerte (1657), investigadores de Oxford comenzaron a discutir en 1664 lo que hoy conocemos como transfusión de sangre.

Fue así como en 1666, Dick Lower realizó el primer experimento de transfusión del que se tiene registro en ese país, todo en una carrera contrarreloj para vencer a los franceses, que estaban haciendo lo mismo.

Pero a ambos lados del canal tuvieron que parar con sus estudios, ya que uno de los participantes franceses murió.