Ante las numerosas interrogantes aún sin resolver que nos plantea el Covid-19, lo único que queda -a quienes pueden- es refugiarse en casa y distanciarnos socialmente por un largo tiempo, muy probablemente por todo el invierno. Sin embargo, el confinamiento es una de las situaciones que más estresa a nuestro cerebro. ¿Por qué?

El doctor Alexies Dagnino, investigador del Laboratorio de Neurobiología del Estrés y del Centro de Neurobiología y Fisiología Integrativa (CENFI) de la U. de Valparaíso y que ha desarrollado una línea de estudio basada en la neurobiología del estrés y la resiliencia, explica por qué el confinamiento es una de las situaciones que más estresa a nuestro cerebro y también, entrega una serie de consejos para evitar que nuestro cerebro se enferme.

Alexies Dagnino, investigador del Laboratorio de Neurobiología del Estrés y del Centro de Neurobiología y Fisiología Integrativa (CENFI) de la U. de Valparaíso advierte que a nivel de salud mental llegamos mal preparados a esta pandemia. La salud mental en nuestro país ya estaba muy deteriorada antes del estallido social de octubre pasado y el COVID-19 llegó a atacar algo esencial en los seres humanos, nuestro comportamiento social, el corazón del mundo del siglo XXI, una sociedad hiperconectada en todos los sentidos.

El doctor Dagnino explica que “al igual que cuando existían los primeros humanos, un área que se localiza en el centro del cerebro, llamada complejo amigdaloide comenzó a especializarse en detectar el peligro y activar el miedo. Así, como cuando escapábamos de un león, ahora escapamos de un virus, para nuestro cerebro es el mismo mecanismo primitivo de sobrevivencia que se activa. Una vez que se activa el miedo, el hipotálamo (otra estructura cerebral) también se activa y controla otro mecanismo primitivo en el cerebro llamado el eje HPA, un sofisticado sistema neuroendocrino que nos hace luchar o escapar del peligro y así sobrevivir, adaptarnos, eso es el estrés”.

Además – continúa el investigador- el distanciamiento social es una de las cosas que más estresa a nuestro cerebro. Esto ocurre porque “los humanos somos una especie muy sociable, sentimos placer cuando compartimos con amigos o familiares, porque nuestro cerebro se baña con un neurotransmisor llamado dopamina, nuestro comportamiento social es un recompensante natural, como el sexo o comer”.

Asimismo, explicó que “el distanciamiento social nos estresa mucho porque a nuestro cerebro le cuesta adaptarse a lugares en que hay poca interacción social. La consecuencia de esto es lo que conocemos como “Distrés crónico”, en palabras más simples, es un estrés tóxico que produce neuroinflamación y daña áreas del cerebro que regulan nuestras emociones, aumentando la probabilidad de desarrollar enfermedades neuropsiquiátricas, como la depresión o los trastornos ansiosos”.

Pero ¿qué podemos hacer?

De acuerdo al investigador debemos tratar de acelerar nuestra capacidad de adaptación al nuevo escenario que generó la pandemia. Es decir, debemos aprender a ser resilientes una vez más en la historia de nuestro país.

“La resiliencia es la capacidad que tiene nuestro cerebro de adaptarse más rápido a situaciones estresantes. La vulnerabilidad de nuestro cerebro al estrés depende de nuestros genes (epigenética), del desarrollo de nuestro cerebro en etapas tempranas y de nuestras experiencias de vida. Todos estos factores tienen un impacto importante en los circuitos neuronales que regulan nuestra respuesta al estrés. En un mismo hogar podemos tener cerebros susceptibles y resilientes al estrés que nos genera el COVID-19. Varias investigaciones han demostrado que el comportamiento resiliente al estrés se contagia entre las personas, como un virus, algo muy extraño y la neurociencia lo está tratando de entender”, agregó Dagnino.

Como la mayoría de las y los chilenos no puede tomar un helicóptero y viajar a su segunda vivienda para pasar de mejor manera lo que estamos viviendo, el doctor Dagnino entrega una serie de consejos con sustento en la Neurociencia, que serán útiles a la mayoría de la población, que también vivirá los efectos económicos de esta crisis.

Muestras de amor

“Un colega inglés que se llama Francis McGlone descubrió que cuando nos hacemos cariño en la piel se activa la parte social de nuestro cerebro, esa que no podemos activar por la aislación social que nos impone el COVID-19. Recientemente hemos realizado experimentos pioneros que nos indican que este tipo de estimulación en la piel hace que el cerebro sea más resiliente al estrés”, asegura el académico de la U. de Valparaíso .

Estimulación sensorial

Tal como lo explica el neurobiólogo lo que estamos viviendo es un distanciamiento social, esto no significa un aislamiento social estricto. El doctor Dagnino afirma que nuestro comportamiento social no solo se reduce a un contacto físico, es más complejo porque involucra a todos nuestros órganos de los sentidos.

Por ejemplo, “podemos escucharnos y transmitir nuestras emociones sin necesidad de tener un contacto físico. Para los que tienen acceso a internet pueden contactarse con familiares y amigos a través de las redes sociales. Sin embargo, hay una gran cantidad de chilenos que no tiene acceso a internet. En estos casos quizás es bueno conversar con nuestros vecinos algunos días, siempre manteniendo el distanciamiento social. Esto disminuirá el estrés y ansiedad, además de mantener fuerte nuestra red social”.

El investigador plantea que el estrés negativo (distrés) genera deprivación sensorial, es decir “va aislando lentamente a nuestro cerebro del mundo en que vivimos. Esto ocurre porque las neuronas de los órganos de los sentidos se conectan con el complejo amigdaloide para adquirir un componente emocional”.

“Cuando no nos adaptamos al ambiente en que vivimos, por ejemplo, a la amenaza del COVID-19, el complejo amigdaloide se va hipertrofiando y se deteriora el procesamiento emocional de lo que percibimos del mundo. Hay dos sistemas sensoriales que son más vulnerables a esto, el sistema auditivo y el olfativo, este último es porque tiene conexiones neuronales directas en el complejo amigdaloide. Cuando olemos algo, en nuestro cerebro primero se traduce en emociones y después en algo racional. Entonces, en este tiempo de distanciamiento social es bueno estimularnos sensorialmente, buscar sonidos u olores que nos hagan evocar recuerdos positivos de nuestras vidas”.

Recuerdos gratificantes

El doctor en Neurociencias agrega que “estudios recientes de neurofeedback han demostrado que cuando evocamos memorias autobiográficas, en nuestro cerebro se activan áreas relacionadas con el control de las emociones y el estrés, como el complejo amigdaloide. Quizás es bueno sacar fotos antiguas que tenemos en nuestros hogares y compartir las vivencias con nuestros familiares”.

Pexels (CCO)
Pexels (CCO)

Adiós a la comida chatarra

Asimismo, cuidar nuestra alimentación es clave en este periodo de distanciamiento social, porque el estrés y una dieta poco saludable, “como la comida chatarra, aumentan la vulnerabilidad de nuestro cerebro a desarrollar enfermedades neuropsiquiátricas como la depresión. La comida chatarra es muy concentrada en unos ácidos grasos llamados omega-6, como el ácido araquidónico. Cuando estas moléculas llegan en abundancia al cerebro se transforman en lípidos que favorecen la neuroinflamación. Se cree que este proceso es fundamental en el desarrollo de la mayoría de las enfermedades mentales” señaló Dagnino.

Actividad física

En la misma línea, continua el neurobiólogo, el ejercicio voluntario y tratar de mantener un buen humor tiene efectos muy positivos en el cerebro, ya que “permite que el cerebro se oxigene mejor lo cual tiene un impacto positivo en la fisiología cerebral. Cuando nos reímos se liberan endorfinas, estas moléculas mejoran la actividad del sistema inmunológico. Contrariamente, el cortisol conocido como la hormona del estrés es el principal inmunosupresor endógeno que tenemos”.

Niños y adultos mayores

“Es muy importante cuidar estos grupos de riesgos en la aislación social que estamos viviendo. El cortisol se libera a la sangre desde las glándulas adrenales que están ubicadas sobre nuestros riñones. Cuando envejece esta glándula comienza a liberar más cortisol. Esto genera que en los adultos mayores la respuesta al estrés sea más exacerbada que las personas más jóvenes”.

“Por otro lado, en los niños la corteza frontal está menos desarrollada que en los adultos. La corteza frontal regula la actividad del complejo amigdaloide durante la respuesta al estrés. En palabras simples, la corteza frontal es como el freno a la respuesta al estrés. Por estas razones, los cerebros de los adultos mayores y el de los niños son muy vulnerables a los efectos del estrés que genera la aislación social”.

El doctor Dagnino concluye diciendo: “Sin duda, el COVID-19 puede colapsar nuestro sistema de salud, ese es el punto de inflexión. Si tratamos de controlar el estrés que nos produce el distanciamiento social contribuiremos un poquito a que no lleguemos a ese punto de inflexión. Existe una probabilidad muy grande de que pasaremos un invierno con la amenaza del COVID-19 y en distanciamiento social en nuestros hogares.

“Cada día que pase, el estrés y nuestra salud mental van a ir adquiriendo un peso mayor, porque la incertidumbre será mayor, al igual que el miedo y la ansiedad para que todo termine pronto. Sin embargo, la solución sigue estando en nuestras manos, debemos aprender a adaptarnos al nuevo escenario que estamos viviendo, debemos aprender a ser resilientes, tengo la convicción de que lo lograremos”.