Quiero que Chile se entere que aquí estamos, que también somos parte de este país. Que estamos haciendo patria y que vivimos una salud precaria. Que gestar y parir acá es una odisea con la que cargamos las mujeres y todas nuestras familias.

Hace poco más de siete meses, después de doce años viviendo en Santiago y dos hijos (Clemente de 10 y Trinidad de casi 4 años), junto a mi marido decidimos cambiar de ciudad para mejorar nuestra calidad de vida familiar.

Así fue como mi marido consiguió trabajo en uno de los lugares más aislados del mundo: Chile Chico.

Paso 1: ver dónde quedaba Chile Chico.

Paso 2: irnos en menos de un mes y armar todo en una ciudad en medio de la Patagonia Chilena.

Llegar a Chile Chico es una travesía

Después de 3 horas de viaje en avión llegas a Balmaceda (a una hora de Coyhaique aproximadamente). Luego debes tomar un bus por una hora y media hasta Puerto Ibáñez y ahí tomas una barcaza, “La Tehuelche”. Dos horas y media más, atravesando el lago más grande de Chile, el majestuoso “General Carrera” (o Chelenko como le llaman acá).

La ciudad chilena más cercana es Coyhaique que, como pueden ver, está a casi cinco horas.
Aquí estamos más cerca de Argentina que de Chile y se nota muchísimo.

Es una cultura muy mezclada, donde chilenos y argentinos comparten, se visitan como familia, hablan muy parecido y, por supuesto, comparten su mate. Pero eso no es lo único que compartimos con los argentinos que viven a exactos 7 kilómetros de acá. También compartimos su salud. Y no, no compartimos la salud chilena con ellos, ellos comparten la salud argentina con nosotros.

Todo este preámbulo es para contarles lo que me ha tocado enfrentar en estos poco más de siete meses viviendo en una ciudad pequeña, aislada y abandonada en vialidad y salud.

Gestar y parir en Chile Chico

A las pocas semanas de llegar a vivir a Chile Chico me quedé embarazada y ahí empezó mi calvario. La que era la ciudad ideal para criar hijos, donde los niños salen en bicicleta solos, nadie roba, los autos quedan abiertos toda la noche y se vive realmente en paz, me presentó de sopetón su realidad paralela.

Hay un hospital y se está construyendo uno grande, lindo y muy moderno. Pero acá todos, incluidos el personal de salud, saben que es un elefante blanco.

En Chile Chico no nacen bebés. Así de categórico.

No hay pediatras, no hay ginecólogos, no hay anestesistas y no lo habrá en ningún futuro cercano. Lo que tenemos es matronas y médicos generales que hacen de todo, atienden desde niños hasta salud mental.

Tengo 40 años y estoy esperando a mi tercer bebé, una niña llamada Catalina. Figuro en el listado de alto riesgo por lo que debo viajar a Coyhaique para que me hagan una simple ecografía y me vea una ginecóloga, una vez al mes.

Cada vez que voy son días días perdidos. El día de viaje para llegar, luego el día de la atención médica y el tercer día de regreso. Debo pagar alojamiento y comidas durante todos esos días además del agotamiento físico y mental que significa.

Hablo con mis vecinas y una de ellas (adulta mayor) me comenta lo mal que lo pasa con sus tratamientos viajando tan seguido.

Otra vecina me dice que en urgencias le dan paracetamol a su hija que al parecer tiene “algo a la vesícula” pero no hay eco así es que debe ver cómo ir a Coyhaique, aunque el puerto esté cerrado por el viento y por lo mismo la avioneta tampoco puede salir.

Derechos, no privilegios

Tengo siete meses de embarazo y me dicen que a los ocho debo irme de acá, que ninguna embarazada se queda en Chile Chico a esas semanas de gestación, así es que desde ya, comienzo a sentir una gran ansiedad.

Mi hija tiene fecha para el 26 de junio y a mediados de mayo ya debo irme de acá.

¿Qué hago con mi hijo de 10 y mi hija de 4 años? Claramente mi marido no se puede ir un mes y medio antes y dejar de trabajar. No tengo más opción que irme sola con 2 niños, en pleno invierno, pagando alojamiento y con miedo a entrar en trabajo de parto estando sola.

Aquí todos los derechos a nacer en paz, con tranquilidad, acompañada, no se dan. Cuando los derechos no son para todos entonces pasan a ser privilegios.

Entiendo perfecto que en una comuna con pocos habitantes no puedes tener todos los especialistas ni todos los servicios que uno esperaría. Pero cuando es un lugar tan aislado como Chile Chico, donde todo depende de si la barcaza o avioneta salen, donde además, construyen un gran hospital que tiene una sala integral de partos que jamás será usada; para mí es un abuso, es reírse de la gente. Y es que aunque seamos 10 o 100 habitantes, tenemos el mismo derecho.

Control médico en Argentina

Falta de recursos es la respuesta para todo, pero se contradice con nuestros vecinos. Me ha tocado ir a Argentina a ver al ginecólogo (que cuenta con ecógrafo en su box), al pediatra y, hablando con mis vecinos, también cuentan con otros especialistas.

No tienen un gran hospital porque son un pueblo pequeño dentro de una provincia más grande, pero a 45 minutos tienen la ciudad de Perito Moreno donde tienen un hospital con todo lo necesario para dar atención.

No pedimos mucho, sabemos que no podemos tener todos los médicos especialistas acá, pero si se puede gestionar para que los más solicitados estén fijos y otros vengan cada cierto tiempo.

Si hay algo grave o una madre presenta alguna patología del embarazo se entiende deba irse, pero quienes somos sanas con bebés que vienen sanos no deberíamos pasar por esta angustia. Si Argentina, con todos sus problemas económicos, puede, entonces nosotros también podríamos.

Quiero parir en paz

Sea cual sea la decisión que tome para que nazca mi hija me va a tocar sacarlos del jardín y escuela por más de un mes, llevármelos conmigo y que se pierdan todo ese tiempo de clases.

¿Tiene idea el MINEDUC sobre estos niños? Porque la mayoría de las madres acá se llevan a sus hijos. ¿Qué pasa entonces con el derecho a la educación?

Quiero estar tranquila, sin esta angustia que me acompaña por meses, sin pensar en qué va a pasar. Quiero parir en paz, quiero salir del hospital e irme con mi familia a un lugar íntimo, cálido y privado, mi propio nido, y no podré hacerlo.

Sé que para mí no habrá cambios, pero tal vez sí para quienes les tocará tener a sus bebés después que yo.

Quiero que esto se sepa porque si las cosas no pasan en Santiago entonces parece no pasan.

Nosotros no existimos para nadie en Chile, no saben ni donde estamos en el mapa, menos van a saber lo que nos toca vivir por el aislamiento.

Quiero que Chile se entere que aquí estamos, que también somos parte de este país, que estamos haciendo patria y que vivimos una salud precaria. Que gestar y parir acá es una odisea con la que cargamos las mujeres y todas nuestras familias.

Quiero que cuando salgan a la calle, todas esas mujeres que para el 8M se toman las ciudades grandes y son escuchadas por millones de personas, también nos representen a nosotras, madres gestantes que debemos salir de nuestro nido con angustia y dolor para ir a parir donde al Estado le conviene.

Paula Herrera Larraín
Profesora

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