Las discusiones sobre las brechas de género han sido para mí, ahora como ingeniera y como una niña muy interesada en las ciencias, algo bien particular. Por mucho tiempo pensé que las brechas no existían, porque nunca he visto discriminación ni diferencia en el trato hacia mí y tampoco me he sentido menos capaz con respecto a los hombres, sobre todo en el campo en el que me desempeño, que es el de la ingeniería Eléctrica y Electrónica, en donde la mayor parte de los profesionales, son varones.

Pensaba también que mi éxito académico y profesional se debía solo a mis habilidades y a mi esfuerzo, pero si bien son aspectos importantes, ahora estoy convencida que lo que hizo la diferencia no fue eso, fue el ambiente familiar y escolar y las oportunidades igualitarias que tuve. Mi familia no pertenece a un estrato socioeconómico alto. Más bien se pueden definir como clase media, en la que siempre ha reinado un ambiente muy igualitario, con más mujeres que hombres: mi padre ingeniero, mi madre, profesora y ambos muy motivadores.

Siempre me incentivaron a estudiar y aprender lo que quisiera y, sobre todo, a ser independiente. También estudié en un colegio que no hizo diferencias entre hombre y mujeres, y estimuló mucho el aprendizaje y exploración. Todo eso forjó en mí mucha seguridad en mí misma, a tal punto que nunca fue para mí una diferencia o desventaja ser mujer.

Pero cuando comparo mi historia con lo que veo a diario en nuestro país, siento que tuve suerte al crecer en ese entorno. Si bien no me vi afectada por la falta de oportunidades o espacios para desarrollarme como persona y profesional, no puedo dejar de pensar en todas aquellas niñas y mujeres que no han tenido esa fortuna, porque más allá de los recursos económicos, esta falta de espacios e incentivos para que las ciencias y tecnología sean un sector atractivo para el desarrollo profesional femenino, es una brecha condicionada por la misma sociedad. Por ello creo que es una gran noticia la que se conoció el 1 de julio, día en que culminó un proceso único en nuestro país, con la publicación de una Política Nacional de Género en Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación (CTCI), cuyo objetivo es promover la participación equitativa de hombres y mujeres en el ecosistema CTCI, aumentando así las posibilidades de capturar y potenciar talento e incorporarlo a áreas relacionadas con la ciencia, tecnología e innovación.

Todo este esfuerzo de generar una iniciativa pública para incentivar y promover la participación equitativa de género, debe ser también un llamado a la acción del sector privado, de la academia y de la sociedad civil, para que se abran nuevos espacios y se fomente de manera firme esta participación. Un ejemplo de ello, es lo que viene haciendo el Centro Avanzado de Ingeniería Eléctrica y Electrónica de la Universidad Técnica Federico Santa María, AC3E, en donde este impulso se ha ido fortaleciendo con la participación de nuevas investigadoras titulares a su equipo, entre las que me cuento, una mujer a cargo de la Unidad de Desarrollo y la llegada de dos nuevas investigadoras postdoctorales. Junto con eso, en los últimos años ha incrementado el número de alumnas que realizan sus tesis con el apoyo de reconocidas científicas y científicos nacionales.

Creo con más medidas que activamente busquen disminuir estas desigualdades de participación y se visibilicen, se genera un círculo virtuoso. Una mayor participación de mujeres y un mayor posicionamiento de su rol protagónico en ciencias y tecnología pueden contribuir a que las niñas se sientan mucho más seguras y motivadas a proyectarse en las áreas CTCI, dando vuelta el ciclo.

Como sociedad debemos tomar conciencia de nuestro rol y apoyar, desde nuestra posición, toda iniciativa que busque no coartar las oportunidades y sueños de niñas y niños, fomentando su imaginación y la experimentación, así como la participación de estos en actividades relacionadas a la Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación.

Pamela Guevara
Investigadora titular AC3E y profesora asociada Universidad de Concepción

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