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Gracias, cuidadoras

12 noviembre 2025 | 12:34

Lo que antes fue visto como una carga privada, hoy debe ser reconocido como un derecho social, donde el Estado y la sociedad, por un asunto de justicia, asuman también su corresponsabilidad.

Hay palabras que se repiten tanto que pierden su peso. “Ayuda”, “vocación”, “deber”. Así se nombró por años al trabajo de cuidar. “Mi mamá no trabaja, cuida a mi abuelo en la casa”. Frases como esas todavía se escuchan todos los días, dichas sin mala intención, pero cargadas de una subestimación que se repite generación tras generación.

Durante demasiado tiempo, el trabajo de cuidar fue invisible, considerado una extensión del cariño o un mandato por ser mujer, una tarea sin salario ni reconocimiento. Pero cuidar exige tiempo, dedicación, energía emocional y física. Es un trabajo sin el cual no se puede sobrevivir, estudiar, crear, cosechar o fabricar. Sin él, nada en el país funcionaría.

Hoy Chile puede mirar esa realidad con datos y nombre propio. Según las estadísticas de la Subsecretaría de Evaluación Social, más de 233 mil personas están consignadas como cuidadoras en el Registro Social de Hogares. El 86% son mujeres, muchas en plena edad laboral, que reorganizan su vida para acompañar a hijos e hijas, padres, madres o personas mayores o con discapacidad.

Detrás de cada cifra hay vidas reales: mujeres que sostienen la vida de otros, muchas veces sin pausa y sin relevo, que abandonan sus estudios, trabajos remunerados o proyectos personales por asumir la responsabilidad de cuidar. Son historias de esfuerzo y cariño, y, al mismo tiempo, la expresión de una forma de organizar la sociedad que descansa sobre la renuncia y postergación de las mujeres.

Según un estudio del Ministerio de Hacienda y ComunidadMujer, el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado equivale al 19,2% del PIB ampliado de Chile. De ese total, el 65% corresponde al valor que agregan las mujeres.

En otras palabras, este trabajo es la actividad económica más importante de nuestro país y el bienestar nacional se sostiene sobre él, un trabajo que no se paga, pero que hace posible todos los demás.

Por eso, el Gobierno del presidente Gabriel Boric ha hecho del cuidado una prioridad pública. El proyecto de ley que crea el Sistema Nacional de Apoyos y Cuidados – Chile Cuida, recientemente aprobado por la Comisión de Familia, Niñez y Adolescencia del Senado y que ahora pasa a la Comisión de Hacienda, busca transformar esta desigualdad estructural y hacer del cuidado una responsabilidad compartida entre hombres y mujeres, entre las familias, las comunidades, las empresas y el Estado en sus distintos niveles, central, regional y municipal.

Durante esta administración, la Red Local de Apoyos y Cuidados ha pasado de estar en 90 a 215 comunas y amplió su cobertura de 4.200 familias a más de 37 mil. En ese marco, Chile Cuida, con sus múltiples programas, es una red que acompaña, alivia y sostiene. Una red que busca que nadie cuide en soledad y donde el bienestar de quienes cuidan también sea una prioridad.

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Nada de esto habría sido posible sin las cuidadoras organizadas. Fueron ellas las que levantaron la voz con fuerza y valentía, visibilizando sus demandas, transformando su experiencia cotidiana en una causa colectiva.

En sus palabras, “buscan ser la última generación de cuidadoras en soledad”. Y tienen razón, debemos construir un país donde cuidar no signifique empobrecerse ni agotarse, sino que sea una tarea digna, compartida y acompañada.

Lo que antes fue visto como una carga privada, hoy debe ser reconocido como un derecho social, donde el Estado y la sociedad, por un asunto de justicia, asuman también su corresponsabilidad. Cada avance en esta agenda no es un gesto simbólico ni fue un regalo. Fue una conquista, con lucha y organización.

Por las cuidadoras, que con coraje abrieron camino, tenemos el deber de seguir construyendo un Estado que ponga la vida al centro. Chile no puede volver atrás. Cuidemos lo avanzado.