Tenemos una oportunidad invaluable para volver a hablar de pedagogía, interesarnos por lo que sucede en cada establecimiento, escuchar las aspiraciones y anhelos de nuestros niños, niñas y estudiantes, y reencontrarnos en el compromiso irrenunciable de trabajar por una buena educación para todos y todas.

El jueves 21 de marzo tuvimos el placer de entregar a la opinión pública los resultados del Congreso Pedagógico y Curricular, realizado por el Ministerio de Educación en colaboración con UNESCO, durante agosto y septiembre de 2023.

La instancia contó con tasas inéditas de participación: más de 800 mil personas entre estudiantes, apoderados, docentes, asistentes de la educación, gremios y ciudadanía en general, recogiendo voces social y geográficamente diversas respecto a lo que la ciudadanía espera para la educación de sus niños, niñas y estudiantes.

Las conclusiones de este proceso deberán contribuir a la formulación de políticas educativas, así como a la elaboración de las bases de un nuevo currículum escolar que serán sometidas a consulta pública entre junio y julio, para, posteriormente, ser presentadas ante el Consejo Nacional de Educación en noviembre de este año.

Los Congresos Pedagógicos tienen una larga data en la historia Latinoamericana. En ellos se han discutido las necesidades y desafíos que enfrenta la educación en cada contexto, incorporando la participación de diversos actores del mundo educativo.

En el caso chileno, las conclusiones de los congresos pedagógicos celebrados desde el año 1889, cuando tuvo lugar el Primer Congreso Pedagógico de Chile, permitieron reflexionar sobre los problemas, desafíos y proyecciones de nuestro sistema, y sirvieron de inspiración a importantes transformaciones educativas, como la Ley de Instrucción Primaria Obligatoria de 1920.

Al retomar esta historia de diálogos ciudadanos e instancias participativas, estamos rescatando una práctica fundamental para avanzar hacia la educación que todos y todas queremos.

¿Qué dicen esas más de 800 mil voces sobre la educación del siglo XXI?

En primer lugar, que si queremos avanzar hacia una propuesta curricular moderna y pertinente, debemos partir por la incorporación de estrategias y metodologías novedosas.

Se nos pide innovar en la didáctica y en las actividades en aula, siguiendo atentamente las necesidades y preguntas de los estudiantes.

Se detectan también altas expectativas en torno a la inclusión de las tecnologías de la información y herramientas digitales en el aprendizaje.

No hay oposición ni competencia, sino complementariedad en torno a los usos pedagógicos de esos instrumentos. Se trata de una impresión que coincide con un documento que presentamos hace unas semanas con orientaciones para que las comunidades regulen el uso de celulares y aparatos digitales en los establecimientos educacionales.

También se promueven nuevas asignaturas y la utilización de espacios distintos al aula como escenario para el aprendizaje.

Los detalles del informe son numerosos y desbordan los márgenes de esta columna. Por eso les invito a informarse, a apropiarnos de sus conclusiones, discutir sus hallazgos, para que este esfuerzo efectivamente nutra la reflexión sobre los diversos ámbitos de la política educativa, como la formación inicial docente, el financiamiento de la educación, la evaluación de la jornada escolar completa, la recuperación de las escuelas como espacios de bienestar y seguridad, y las habilidades y conocimientos que queremos ver priorizados en nuestro currículum.

El Congreso Pedagógico y Curricular ha abierto un camino crucial hacia una educación participativa, democrática y pertinente para los desafíos del siglo XXI.

Tenemos una oportunidad invaluable para volver a hablar de pedagogía, interesarnos por lo que sucede en cada establecimiento, escuchar las aspiraciones y anhelos de nuestros niños, niñas y estudiantes, y reencontrarnos en el compromiso irrenunciable de trabajar por una buena educación para todos y todas.