“Siempre hay cuerpos que no logramos identificar”, lamenta un representante de una comuna costera del norte de Senegal donde, como en muchos lugares de África y Europa, la identificación de migrantes tiene un porcentaje “muy bajo”, lo que convierte el duelo en algo muy arduo para los allegados.
“Muchos cuerpos de migrantes encallan aquí debido a la barrera”, los bajíos que bordean la costa atlántica y hacen la navegación peligrosa, añade el representante, Arona Mael Sow, diputado y alcalde de Ndiébène-Gandiol, una localidad de pescadores y agricultores situada en la desembocadura del río Senegal, cerca de la ciudad de Saint-Louis. Llamamos inmediatamente a la gendarmería y los bomberos para identificarlos.
“En 2006, mi marido partió a bordo de una piragua hacia España. Desde entonces no tengo noticias de él”, cuenta Khady Dièye, una habitante de Ndiégène-Gandiol, mostrando una foto de ella y su marido, quien tenía 54 años en el momento de su desaparición.
Dièye dirige una asociación para las familias de migrantes desaparecidos, fundada con ayuda del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), que difundió fotos de ellos.
En ausencia de noticias o de cuerpos, las familias intentan, a pesar de todo, llevar a cabo su duelo de acuerdo con las tradiciones, en este país de mayoría musulmana. “Recitamos el Corán y dimos limosna cinco meses después”, recuerda Dièye, quien vive con sus cuatro hijos en una concesión familiar con paredes decrépitas.
“Esperamos siete meses antes de iniciar el duelo”, explica por su parte Safiétou Ndiaye, de la misma localidad y quien perdió a un hermano en 2006.
Pero no todas las familias lo hacen. Algunas “mantienen la esperanza de que sus padres sigan vivos”, añade Khady Dièye.
Las salidas al mar desde las costas occidentales de África se reanudaron “hace dos años”, según un responsable de seguridad de Saint-Louis.
Tasa “muy baja”
A mediados de agosto, una piragua procedente de Gambia que había sufrido una avería encalló en una playa de Dakar, en pleno centro de la ciudad, con 150 personas a bordo.
También se señalaron naufragios cerca de Saint-Louis y en Mauritania. A finales de mayo, 25 personas originarias de África occidental que habían salido de Cabo Verde fueron rescatados por pescadores en el noreste de Brasil.
Cuando la odisea va mal, surge la complicada cuestión de la identificación. “Los cuerpos retirados del agua suelen estar en estado de putrefacción avanzada”, explica el responsable de Saint-Louis.
El número de migrantes que mueren en el mar en todo el mundo es “enorme”, contándose por miles, pero la tasa de identificación de cuerpos sigue siendo “muy baja”, reconoció José Baraybar, del servicio de medicina legal del CICR en París durante una reunión de especialistas en Dakar.
Las poblaciones se organizan a nivel local. “Con la gente de Thiaroye”, una localidad cercana a Dakar, “hablamos sobre estos desaparecidos, sobre cómo identificarlos por sus ropas, relojes, el rostro o los documentos de identidad”, explica Dièye.
Reconocidos por los anillos
Cuando en abril dos jóvenes de Gandiol perdieron la vida al salir al mar, sus allegados solo pudieron identificarlos por la “vestimenta” que llevaban, según el alcalde de la localidad. En un pueblo cercano, Pilote-Bar, lo que permitió reconocer los cuerpos fueron las “pulseras y anillos”, confirma Issa Wade, responsable de otra asociación de ayuda.
La tarea es especialmente ardua cuando el drama ocurre a cientos o miles de kilómetros.
“El problema principal son las informaciones ‘ante mortem’. Es imposible sin la información de parientes cercanos, sin saber quién era, si medía 1,80 metros, cómo iba vestido o si llevaba un anillo o una pulsera”, explica José Baraybar.
Además, en países de tránsito como Túnez, “se encuentran todas las nacionalidades africanas” y los “migrantes borran todos sus datos para evitar que los envíen a su país” si son detenidos, subraya el doctor Moncef Hamdoun, jefe del servicio de medicina legal del hospital Charles-Nicolle de Túnez.