Miles de personas sufren las duras condiciones impuestas por el régimen norcoreano en campos de concentración en el que se castiga a quienes consideran "traidores de la patria". Pese a que salir con vida es casi imposible, algunos testimonios permiten conocer cómo se vive en estos centros de detención y tortura.

“Incluso si pisabas un trozo de vidrio, debías seguir trabajando”.

Jihyun Park es una desertora norcoreana que vivió en carne propia el brutal trato que reciben quienes son enviados a los campos de concentración en el régimen de Kim Jong-Un.

Su historia la cuenta ella misma en un libro titulado “The Hard Road Out”, en el que, afirma, explica cómo volvió a sentirse “ser humano”.

Park huyó de Corea del Norte por primera vez en 1998 en compañía de su hermano, quien había sido condenado a la pena de muerte. Tras asentarse en China tuvo un hijo. Sin embargo, fue deportada a Norcorea, en donde fue internada en el campo de concentración de Chongjin.

“No existen las emociones personales en Corea del Norte, solo emociones políticas. Y únicamente hay dos. Una es la felicidad: si el régimen es feliz, nosotros también lo somos”, indicó en junio pasado en conversación con Agencia EFE.

“La otra es el odio: a América, a los surcoreanos, a los países antisocialistas. Solo aprendemos odio desde que nacemos”, agregó.

En diálogo con Freedom United, sostuvo que al ser devueltos a Norcorea, son recibidos como ‘criminales ‘antisocialistas’.

“Muchas personas que escapan de Corea del Norte solo quieren encontrar comida y quieren sobrevivir. Pero las autoridades de Corea del Norte no reconocen esto, solo dicen que son criminales. Es por eso que terminamos en detención. Somos torturados, encarcelados y castigados”, dijo.

“Muchas personas escapan en primer lugar por razones económicas, pero cuando son enviadas de vuelta a Corea del Norte son tratadas como si se hubieran ido por razones políticas. El gobierno norcoreano nos hace tres preguntas: ¿se reunió con surcoreanos en China?, ¿Visitaste una iglesia? e ¿intentamos llegar a Corea del Sur? Así que todos estos son problemas políticos. Porque Corea del Norte nunca permitió iglesias o religiones dentro de Corea del Norte, y Corea del Sur sigue siendo un enemigo en Corea del Norte”, remarcó.

La experiencia en el campo de concentración la marcó profundamente. En este lugar, las mujeres embarazadas que son traídas de regreso desde el extranjero son sometidas a abortos forzados.

“El gobierno de Corea del Norte no acepta a ese niño así que matan a estos bebés por nacer. Después de ser sometidas a esto, las mujeres son obligadas a realizar trabajos forzados en las montañas”, mencionó.

“Algunas mujeres no se recuperan médicamente del procedimiento de aborto y terminan muriendo. Es indescriptible que esto esté sucediendo dentro de Corea del Norte y que hoy existan sistemas de campos de detención”, puntualizó.

En el campo, Park enfermó gravemente a causa de una lesión en la pierna: era grangena. “La policía me dijo que no podía morir dentro del campo, sino que moriría afuera. Así que me liberaron”, mencionó.

En 2004 logró escapar una segunda vez, llegando a China para reunirse nuevamente con su hijo, tras lo cual buscó asilo en el Reino Unido. Hoy en día es una reconocida activista por los derechos humanos.

Park aseguró que las condiciones en los campos eran indescriptibles, comparándolo con el holocausto. “Estaba trabajando en el campamento sin zapatos, descalza en las zonas montañosas haciendo trabajos forzados. Tuve un problema severo con mi pierna y casi muero en ese campo de prisioneros”, puntualizó.

“Trabajábamos más duro que animales. El día empezaba a las 4:30 de la mañana, antes de poder comer nada. En verano, cuando los días son más largos, trabajábamos hasta las 8 o las 9 de la noche”, relató, de acuerdo a Clarín.

“Parábamos cuando oscurecía. Pero el día no terminaba ahí. Después de comer, teníamos que meditar acerca de nuestro día de trabajo y recitar los principios del Partido Obrero y aprender sus himnos. Para entonces ya era medianoche”, añadió.

Park afirmó que las mujeres comían papas crudas directamente sacadas del suelo, agregando que producto de la desesperación, ni siquiera se molestaban en quitarles la tierra. Otros prisioneros, contó, comían semillas encontradas entre el excremento de animales o de los restos de comida para perros y vacas.

En 2013 la organización ‘Free the North Korean Gulag’ aseveró que en Corea del Norte existían cinco campos de concentración, en los que se hallaban recluidas unas 200.000 personas.

Seis de ellos son los hermanos de Kwang-sun, nombre ficticio con el que una refugiada contó su experiencia. De acuerdo al medio 20 Minutos, sus familiares sufrieron el llamado “castigo por tres generaciones”, método con el que el régimen de Kim castiga a los descendientes de quienes considera como “traidores a la patria”. De esta manera, miles de niños son condenados a pasar el resto de sus vidas encerrados entre las vallas electrificadas del gulag.

Shin Dong-hyuk es otro de los que pudo escapar del campo de concentración conocido como Campo 14. Tenía 23 años cuando huyó de un encierro en el que vio la ejecución de sus familiares cercanos, siendo sometido a constantes vejaciones y torturas que llegaron a deformar su piel y articulaciones.

Thomas Buergenthal, en tanto, fue un juez de La Haya que durante su infancia pasó por dos campos de concentración nazis. En conversación con BBC Mundo, reveló sus sensaciones al haberse entrevistado con desertores norcoreanos.

“Me estremeció que algunas de las cosas que suceden en los campos de prisioneros de Corea del Norte son incluso peores de lo que recuerdo de los campos de concentración alemanes”, llegó a decir en 2018.

“Permítame explicarle. Los campos de concentración nazis eran máquinas de matar muy bien organizadas. La mayoría de las veces, los guardias hacían lo que se les ordenaba, cumplían órdenes (…) Lo que pasa en Corea del Norte es que a los guardias se las da casi una libertad absoluta para hacer lo que quieran. Imagínese lo que pasa en esos lugares”, sostuvo.

“No sólo está el hecho de que encarcelan a una persona que pudo haber dicho algo negativo sobre el régimen, sino también a tres generaciones completas de su familia”, precisó.

Cabe señalar que el hermetismo del país hace casi imposible obtener datos 100% certeros sobre estas instalaciones. “Al margen de los testimonios de los refugiados, las imágenes (lejanas) de satélite son la única evidencia de los campos de prisioneros”, explicó Joo Ji-eun, gestora de Free the North Korean Gulag.

Como era de esperar, Corea del Norte niega la existencia de estos campos, asegurando que son una invención de la campaña en su contra impulsada por Estados Unidos y Corea del Sur. Pese a esto, múltiples ONGs siguen trabajando para sacar a la luz la realidad de miles de detenidos.