Demikhov fue uno de los primeros científicos del mundo que experimentó con los trasplantes y sentó las bases para importantes avances médicos, pero es más recordado por los "horrores" de su laboratorio.

Todos los avances médicos que hoy conocemos tienen un inicio experimental, que requirió mentes temerarias, con más de alguna historia oscura en el camino. Un ejemplo de ello es Vladimir Demikhov, el científico precursor de los trasplantes.

Demikhov nació en 1916 en la entonces Unión Soviética y si bien terminó pasando a la historia como cirujano, en realidad era biólogo y experimentaba con animales, especialmente perros.

Pero incluso los referentes tienen referentes. De acuerdo con La Nación, una de sus más grandes inspiraciones fue Iván Petrovich Pávlov, un fisiólogo ruso, ganador del Nobel en 1904, que ya experimentaba con perros en esos años.

El científico decía que había que experimentar “hasta donde alcance el ingenio humano”. Demikhov se tomó aquella frase muy en serio y llevó sus estudios a otro nivel.

Mientras estudiaba biología, por allá en los 30’s, Vladimir fue reconocido por crear la primera válvula mecánica para un corazón, en 1937. ¿El paciente? Un perro, que alcanzó a vivir a penas unas horas después del procedimiento.

Sin embargo, ese breve instante bastó para demostrar que su invento era factible, Demikhov se graduó con honores y ya cierto reconocimiento en la comunidad científica.

Después de la universidad, el biólogo trabajó unos años como experto forense en el ejército, pero tras unos años allí, se fue al departamento de Fisiología de la Universidad de Moscú, donde comenzó a estudiar de lleno los trasplantes de órganos.

Perros: ensayo y error

Primero, experimentó con trasplantes renales y hepáticos, pero luego escaló a corazón y pulmones. De hecho, Vladimir fue quien perfeccionó el famoso método de reconstrucción de arterias de Alexis Carrel, un biólogo, médico y escritor francés que obtuvo el Premio Nobel de Medicina en 1912.

La primera vez que Demikhov logró trasplantar corazón y pulmones de un perro a otro, el animal solo vivió unas horas, y lo intentó un montón de veces más hasta que consiguió que vivieran más de 30 días.

Los perros ayudaban, pero el científico quería más y llegó a un punto en el que comenzó a plantear la posibilidad de realizar trasplantes de cuerpo, ideas por las que fue bastante criticado.

Nunca llegó a trasplantar un cuerpo como tal, pero sí llegó a experimentar bastante con el concepto de “huésped” y “anfitrión”, que dejó perturbadoras imágenes y opacó los brillantes avances que dejó a la medicina.

Sus aportes siguen allí y sus hallazgos fueron información valiosa para otros científicos, pero pasó a la historia como “el Frankenstein de los perros” o un “científico loco” que hacía “horrores” en los laboratorios.

Vladimir Demikhov, el cirujano pionero en trasplantes, pero más conocido por su perro de dos cabezas
Wikimedia Commons

Vladimir Demikhov y el perro de dos cabezas

De acuerdo con un documental de National Geographic, Demikhov “creó un monstruo”. En los 50’s desarrolló un método para crear básicamente a un perro de dos cabezas, uniendo parte del pecho y la cabeza de uno más pequeño (el huésped) a un perro más grande (el anfitrión).

Según relata NatGeo, incluso su jefe le había prohibido hacer aquella “atrocidad”, como la llamó, pero lo llevó a cabo de todas formas, y tal fue la sorpresa, que los perros seguían vivos cuando despertaron de la cirugía.

El biólogo utilizó a dos perros callejeros, un pastor alemán y otro más pequeño. Para unirlos, amputó el cuerpo del perro pequeño dejando intacta la caja torácica (corazón y pulmones) y lo implantó en el perro más grande desde el cuello.

Este fue su experimento más polémico y la prensa estuvo allí para presenciarlo. De hecho, Edmund Stevens, que escribía en la revista LIFE, viajó a la Unión Soviética para ver el procedimiento y así lo documentó:

“Los vasos sanguíneos principales de la cabeza de Shavka tenían que estar perfectamente conectados con los vasos correspondientes del perro anfitrión. Demikhov cortó las arterias del pequeño perro y, con una grapadora quirúrgica que es un invento especial del ruso, las empalmó rápidamente en los vasos expuestos en el cuello de Brodyaga”.

	
Vladimir Demikhov, el cirujano pionero en trasplantes, pero más conocido por su perro de dos cabezas
Edición de julio de 1959 de la revista LIFE, donde se publicó el artículo de Edmund Stevens

Su artículo causó gran impresión y dejó registro fotográfico de este hito, catalogado por muchos como “un experimento atroz”. Cuando los animales despertaron eran capaces de ver, oír, oler, tragar y hasta mordían, pero solo sobrevivieron 4 días.

Después de eso, Demikhov repitió la cirugía 23 veces, logrando que los perros vivieran hasta unos 30 días. La última fue en 1968, y tras morir, los perros fueron disecados y actualmente se exponen en Museo de Historia de la Medicina de Riga, Letonia.

Vladimir Demikhov, el científico pionero en trasplantes, pero más conocido por su perro de dos cabezas
Perro de dos cabezas en el Museo de Historia de la Medicina de Riga

El legado de Demikhov

Demikhov sentó las bases para algunos hitos de la medicina que vinieron después, como el trasplante de órganos y la cirugía coronaria en humanos. Sin embargo, en su época, sus artículos científicos no llegaban a ser tan conocidos, puesto que estaban en ruso.

Pero hubo quienes sí se inspiraron en sus hallazgos. Por ejemplo, de acuerdo con The Journal, Christiaan Neethling Barnard, el cirujano cardíaco sudafricano que realizó el primer trasplante de corazón con éxito en una persona, lo consideraba “el padre” de los trasplantes de corazón y pulmón.

“Siempre he sostenido que si existe un padre de los trasplantes de corazón y pulmón, entonces Demikhov ciertamente merece este título“, comentó en 1997, pese a la mala fama del científico.

Vladimir Demikhov, el cirujano pionero en trasplantes, pero más conocido por su perro de dos cabezas

Gracias a los pioneros (y cuestionables) experimentos de Demikhov, que partieron con animales, los cirujanos pudieron realizar los primeros trasplantes exitosos en la historia de la medicina, pero detrás de ello hay un oscuro, aunque no oculto, pasado.

Según recoge La Nación, Vladimir recibió el Premio Stalin en 1988, el principal honor de la Unión Soviética en ese entonces, y murió 10 años después en Moscú.