Una gigantesca tormenta de arena azotó a la ciudad china de Dunhuang el pasado 25 de julio. La nube, que fue registrada en impactantes videos, alcanzó una altura de unos 100 metros.

El fenómeno obligó a la policía a realizar controles en las autopistas para evitar accidentes, debido a que la visibilidad se redujo a apenas cinco metros.

Un evento similar ocurrió el mismo día pero a unos 6.700 kilómetros de distancia, en una carretera en las cercanías del poblado de Kanosh, en el desierto de Utah, Estados Unidos.

Ese día, una tormenta de arena provocó diversos accidentes de tránsito, dejando un saldo de al menos ocho personas fallecidas, incluyendo niños.

Estos inusuales fenómenos han generado comentarios en todo el mundo, principalmente por los registros captados en imágenes y videos. En ese sentido, una de las preguntas que más se ha repetido es: ¿cómo se originan?

Tal como explica el sitio especializado Meteorologia en red, este tipo de tormentas se componen de partículas de arena que se quedan en la superficie y que provienen de zonas áridas.

“Cuando aumenta la velocidad e intensidad del viento, estas partículas son impulsadas hacia arriba, pudiendo recorrer largas distancias en horizontal”, menciona.

“Los terrenos donde más se producen son aquellos en los que no hay apenas vegetación alguna, hecho que favorece que las partículas puedan ser elevadas hacia arriba. Por ejemplo, en el desierto del Sáhara o en las llanuras de América del Norte, son muy habituales”, añade.

Cabe señalar que para que se produzca una tormenta de arena debe ocurrir un contraste térmico entre el suelo y las capas medias y altas de la atmósfera.

De esta manera, debido a que la superficie está más cálida, las masas de aire con el polvo pueden alcanzar altos niveles de la troposfera.

Y aunque no lo creas, no todo es tan malo con estas tormentas, ya que tienen un efecto positivo. De acuerdo al Programa para el Medioambiente de la Organización de las Naciones Unidas (UNEP en inglés), este polvo que se desplaza tiene una función vital en los procesos biogeoquímicos del sistema terrestre.

“La deposición de polvo mineral aporta nutrientes como el hierro y otros oligoelementos a los ecosistemas terrestres y marinos, los cuales favorecen la productividad primaria y el crecimiento del fitoplancton”, señala el UNEP.

“El polvo sahariano actúa como fertilizante natural en la selva amazónica, donde efectúa aportaciones de fósforo que equilibran el que se pierde en los caudales”, precisa.