La adaptación a las medidas sanitarias para prevenir los contagios por coronavirus han presentado un gran desafío a millones de personas alrededor del mundo. Para nadie fue fácil pasar semanas encerrado en su casa, limitando las visitas y salidas.

No obstante, una de las cosas que más repercusión tuvo, fue justamente el distanciamiento social. Esta medida, que incluso en algunos lugares ha ocasionado problemas entre las personas por no respetarla, ha sido una de las más complejas de superar.

¿La razón? De acuerdo a estudios científicos, todos ser vivo, tanto humanos como animales, necesita sociabilizar para sobrevivir en el ambiente, motivo por el cual el distanciamiento social se haría tan complicado mantener.

El responsable de nuestra capacidad de adaptación es el cerebro. “Los cerebros humanos exhiben más plasticidad, con propensión a ser modelados por el medio ambiente, lo que pudo haber influido en la evolución humana”, señalaba un estudio sobre comportamiento de la Universidad de Washington en 2015.

¿Cómo incide esto en nuestra capacidad de adaptación?

Como se mencionó anteriormente, el ser humano por sobrevivencia necesita mantenerse en comunicación y cercanía con otras personas. Por esta razón, una de los factores que más afectaron a las personas durante el confinamiento fue la repentina disminución de reuniones sociales, generando cuadros de depresión, estrés y ansiedad.

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Un estudio realizado por la Universidad de Harvard durante el 2020, arrojó que cerca de un 36% de los adultos dijo sentirse “muy solitario”, lo cual fue relacionado directamente por las cuarentenas alrededor del mundo.

Dicha investigación arrojó además un porcentaje de personas que en más de alguna ocasión habían pensado en el suicidio como opción, además de un aumento en los niveles de violencia doméstica, razón por la cual los científicos enfatizaron en la importancia de trabajar desde otros aspectos la salud mental de las personas afectadas por el encierro en pandemia.

Sin embargo, también ocurrió desde otra perspectiva, ya que otro grupo de personas manifestó que les costaba volver a relacionarse con el mundo luego de pasar meses confinados en sus hogares.

“El cerebro es extraordinariamente adaptable, aunque no podemos saber exactamente por lo que han pasado nuestros cerebros durante el último año, los neurocientíficos tenemos una idea de cómo el aislamiento social y la resocialización afectan al cerebro”, explicó Kareem Clark, neurocientífico, a Infobae.

La profesional explica al medio antes citado que “los seres humanos tienen una necesidad evolutivamente cableada de socializar. Desde insectos hasta primates, mantener las redes sociales es fundamental para la supervivencia en el reino animal (…) Pero se debe lograr la homeostasis social: el equilibrio adecuado de conexiones sociales“.

“La homeostasis social involucra muchas regiones del cerebro, y en el centro está el circuito mesocorticolímbico o “sistema de recompensa”. Ese mismo circuito motiva a comer chocolate cuando se desea algo dulce o entrar Tinder”, sostiene Clark.

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Sin embargo, tanto el distanciamiento como una repentina inclusión social pueden ocasionar también mayor estrés y ansiedad al liberar mayores niveles de cortisol.

Otro punto importante para la homestasis es el hipocampo, región del cerebro que se encarga del aprendizaje y memoria. “Los círculos sociales exitosos requieren que los sujetos aprendan comportamientos sociales, como el desinterés y la cooperación, y que se reconozca a los amigos de los enemigos. El cerebro almacena enormes cantidades de información y debe eliminar conexiones sin importancia. Entonces, los datos que no se usan se pierden”, explica el científico.

En un reciente estudio realizado en Escocia, determinó que durante el confinamiento varias personas presentaron un deterioro en sus funciones congnitivas y memoria social, pero que lograron recuperarlo una vez se redujeron las restricciones sociales.