La mañana del martes Jeff Bezos cumplió su sueño y viajó al espacio a bordo de una nave de Blue Origin junto a otros tres acompañantes.

De esta manera, el fundador de Amazon replicó lo hecho por Richard Branson, magnate británico que el pasado 11 de julio despegó en una nave de Virgin Galactic.

Ambas misiones han impulsado el tema del turismo espacial, el cual esperan democratizar en el futuro para que más personas puedan disfrutar de una vista privilegiada de la Tierra.

Y pese a que el éxito logrado por estos multimillonarios en estos lanzamientos ha sido destacado alrededor de todo el mundo, este tipo de lanzamientos ha puesto en el tapete el tema del impacto ambiental.

Lo anterior debido a que algunos expertos han alertado que este tipo de turismo al espacio podría significar el comienzo del fin de la capa de ozono de la Tierra.

Pese a que Gavin Schmidt, principal asesor climático de la NASA, señaló a la agencia Agence France-Presse que las emisiones de dióxido de carbono de los cohetes son totalmente insignificantes “en comparación con otras actividades humanas o incluso la aviación comercial”, los científicos han puesto la voz de alerta.

En el caso de Virgin Galactic, la compañía indicó que sus emisiones de carbono son equivalentes a un viaje entre Londres y Nueva York. No obstante, un análisis realizado por el astrofísico francés Roland Lehoucq y un grupo de colegas matiza esta afirmación.

Según señala el trabajo publicado en The Conversation, mientras estos vuelos transatlánticos transportan a cientos de personas, las emisiones de Virgin rondan las 4,5 toneladas por pasajero en un vuelo de seis personas.

Lo anterior representa más del doble del total anual de carbono por individuo recomendado para cumplir con los objetivos del Acuerdo de París sobre cambio climático.

“El problema son los impactos desproporcionados”, señaló a la agencia Agence France-Presse Darin Toohey, científico atmosférico de la Universidad de Colorado.

Tal como recoge el sitio Infobae, el calor provocado por el despegue de un cohete es suficiente para desestabilizar el nitrógeno presente en la capa atmosférica de la Tierra, “lo que desencadena la creación de óxido de nitrógeno que puede ser tóxico para la capa de ozono”.

Eloise Marais, profesora asociada de geografía física en el University College London, explicó, a su vez, que dependiendo de dónde se liberen en altitud, “esos óxidos de nitrógeno pueden contribuir a la formación de ozono o al agotamiento del mismo”.

A esto hay que sumar que cuando los combustibles de los cohetes hacen contacto con la estratósfera, el dióxido de carbono puede convertirse en un agente corrosivo para la capa de ozono, vital para la protección de las radiaciones nocivas y evitar el cáncer de piel.

Cabe señalar que según un artículo del científico Martin Ross, de Aerospace, las naves de Blue Origin serían bastante más limpias que la SpaceShipTwo de Virgin Galactic. No obstante, esto no quiere decir que no contamine.

Eso sí, el impacto de los lanzamientos suborbitales como los de Virgin y Blue Origin es bastante menor que el de los cohetes que alcanzan la órbita.

Para tener una idea: cuando SpaceX lleve a cuatro particulares al espacio en septiembre utilizará su cohete Falcon 9, el cual produce emisiones de carbono equivalentes a 395 vuelos transatlánticos.

La capa de ozono, conocida también como ozonosfera, es la zona de la estratosfera terrestre que contiene una alta​ concentración de ozono. Esta nos ayuda a protegernos de la radiación ultravioleta del Sol, causante de enfermedades como el cáncer o las cataratas.