“Había aprendido que cuando Ricardo aparecía en el patio había que arrancar y procurar no ser vista por él; que las tías sabían todo lo que pasaba de día y de noche. Me había acostumbrado que ya era una rutina que mi abuela nos llevara a su casa, al menos, fin de semana por medio, y que la felicidad se acababa cuando llegábamos cada domingo a la avenida en donde al fondo se veía la fachada del hogar; que jamás éramos invitadas a los cumpleaños de nuestros compañeros de curso; que ninguna era dueña de sus cosas; que si querías conservar algo como tuyo, debías encontrarle un escondite en algún lugar, como un árbol o un hoyo en la tierra; que la mejor forma de acortar las tardes era jugar payaya; que el tío Ricardo parecía otra persona cuando estábamos en la escuelita dominical, a veces hasta llegábamos a pensar que era bueno”, fragmento de la novela.

Por Francisco Marín Naritelli

Un testimonio en primera persona. Aurora relata los vejámenes, abusos, torturas, hambre y desesperanza que vivieron sus compañeras en el Hogar de menores El Alba de Osorno entre 1981 y 1994. De eso se trata Memorias de una niña alba. Historias de una infancia ultrajada (Mago Editores, 2020), una novela que estremece por su crudeza, pero también por su honda actualidad y sentido de reivindicación, valentía y justicia respecto a niñas que fueron vulneradas sistemáticamente por una comunidad religiosa que debió protegerlas.

A continuación, la conversación con Bruna Faro (Pinto, 1981) respecto a su primera publicación que de seguro no dejará a nadie indiferente.

-¿Cómo fue el proceso de producción de este libro? ¿La consulta de fuentes? ¿La reconstrucción de una memoria tan dolorosa?

Cuando comencé a escribir, bien pocas cosas tenía claras. Una de ellas era el lenguaje simple con el que quería transmitir y que debía reunir los testimonios de las ex internas. Testimonios que tampoco sabía cómo conseguir, y que gracias al contacto que tenía con una de ellas, se logró concretar. Todo el resto se fue dando de manera circunstancial a medida que iba avanzando.

Borré varios capítulos y cambié algunos otros. Solo Aurora, la protagonista testigo, se mantuvo estoica desde el principio.

Fue un proceso doloroso, tanto el de reunir los testimonios, como el de plasmarlos en el papel. Me demoré años, en un libro que, por su tamaño, podría haberse desarrollado en menos tiempo. Pero fue agotador. Sentía que cada capítulo me dejaba sin energías. Perdí la cuenta de cuántas fueron las veces que lo corregí, pero lloraba a escondidas después de cada revisión. Y es algo que aún me pasa.

El libro y su composición

-La historia parte con la actualidad, o sea, con la protagonista, ya adulta, decidida a relatar los cruentos acontecimientos vividos; y de ahí nos va contando desde el principio, cuando Aurora y su hermana Margarita llegan al hogar San José, ¿por qué quisiste partir así?

Creo que es imprescindible visibilizar lo importante que es formar niños felices. Valorarlos por su acto y no por su potencia. La importancia de tomar conciencia de que si se entrega amor, contención, oportunidades, igualdad, derechos y se aseguran necesidades básicas, se consigue plenitud y jamás tendríamos que preocuparnos por reparar adultos rotos. Creo que ese debe ser el eje principal de nuestra sociedad. Y quise comenzar así, para mostrar lo que una infancia llena de torturas provoca en la adultez. Las niñas del Alba, en su mayoría, son, ahora, mujeres fuertes pero rotas y traumadas. Este tipo de adultos son los que fabrica nuestro Servicio Nacional de Menores, los que fabrica nuestro país.

Portada
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-Hablemos de formatos. ¿Por qué la elección de una novela que está dentro del ámbito de la ficción, y no un reportaje de investigación o una crónica?

Esta es una pregunta habitual, y siempre contesto lo mismo porque es la verdad. Si hablamos netamente del formato, no creo tener la competencia para realizar un trabajo de investigación que podría llevar a cabo un periodista, porque yo no lo soy. Por otro lado, tampoco soy escritora, o al menos no creo tener el mérito aún para ser merecedora de identificarme por ese oficio. Pero apelé a la capacidad intrínseca que poseemos, cada ser humano, de contar una historia. Y si nos enfocamos en la necesidad de visibilizar los hechos, creí necesario hacerlo al margen de las estadísticas, con la intención de generar reflexión. Tuve la necesidad de invitar al lector, a conocer qué se siente desde la carne, ser vulnerada, no amada, abusada, abandonada y torturada. Que el lector entienda el proceso de las niñas y niños en esta lucha por la sobrevivencia.

El Hogar de Niñas

-Hay cierto sentimiento contradictorio. Por un lado, la violencia de los castigos y por otro, dada las carencias, las pequeñas alegrías por tener un techo, ropa limpia o comida, al menos en el primer hogar. Y la hermandad entre las internas, en el caso del segundo. ¿Cómo se va manejando eso, desde la perspectiva psicológica? ¿Las ensoñaciones nocturnas, las oraciones, jugar a la payaya como una forma de alivianar la existencia?

Es tremendo para una niña de 7 años valorar lo positivo dentro de tanta aberración, pero ocurre. Así comenzaron muchas sus relatos; “por lo menos algo comíamos”. Y sí, algo comían, un plato escueto de comida, o menos que eso.

Las niñas Alba eran, en la realidad, niñas solidarias, buenas hermanas. Así lo testimoniaron ellas y quise plasmarlo en el libro. Ellas relataron sus ensoñaciones y sus juegos como algo positivo, y es la forma que encontré para refrescar al lector dentro de tanta desolación. Las niñas del Alba soñaban, como todos, pero creo que ellas tenían más derecho que cualquiera.
Las oraciones eran otro cuento. Sus vidas y sus cuerpos clamaban un milagro, un perdón. Les habían enseñado que solo Dios decidía sobre su destino, sobre su hambre y sus castigos. Porque “eran malas niñas, y Dios las castigaba por eso”

-El Hogar de Niñas El Alba no es muy distinto a otros en cuanto abusos y vejámenes, ayer y hoy. ¿En qué hemos fracaso como sociedad para llegar a este tipo de situaciones?

Más bien, creo que hemos fracasado como especie. Somos humanos con poca o nada de humanidad. Y no es algo reciente, toda nuestra historia ha estado marcada por la ausencia de humanidad. Creo que tiene que ver con lo que realmente se presume, el poder, el saberse y sentirse mejor que el otro. Y en ese contexto, no hay cabida para sentir solidaridad, comprensión o empatía.

El abuso y la impunidad

-¿Qué fue lo más difícil de escribir este libro? Pienso en las descripciones, y el horror patente en cada página. ¿Cómo se puede moldear la maldad de tipos como Ricardo Salgado? Me imagino que hay cosas que no pudieron contarse, por lo que significa revivir el trauma, la negación.

Definitivamente, lo más difícil, fue presenciar el enfrentamiento de todas estas mujeres con sus demonios de infancia. Verlas mirar hacia atrás y sentirlas como niñas asustadas, culpándose algunas de las torturas, creyendo, aún, que, tal vez, fueron las causantes y merecían dichos castigos.

Entender la mente retorcida de Ricardo Salgado es, para mí, imposible. Por lo tanto, moldearlo es extremadamente antinatural. Solo fue posible moldear su exterior, desde la distancia, desde lo visible. Y desde ahí mostrar su naturaleza de horror.

Lo relatado en este libro, es una pequeña parte de todo lo que se podría haber contado, pero lo consideré suficiente. Hubieron muchas mujeres que no fueron capaces de abrir sus heridas, y las entiendo completamente.

-¿Por qué crees tú que se dan estas prácticas abusivas por parte de quienes deben cuidar y proteger a niños y niñas en condición de vulnerabilidad?

Muchos aseveran que las personas que están encargadas de cuidar a estas niñas y niños tienen poca o nada preparación para hacerlo. También lo creo. Pero yo apunto a algo más profundo. Más bien tiene que ver con el bien y el mal, pero no el mal que es considerado incorrecto por la sociedad o clase política, porque, al parecer, esta clase no considera que los actos abusivos hacia niñas y niños vulnerables sean condenables, sino al mal intrínseco, el mal oculto y retorcido. Tengo la idea de que estas personas buscan la posibilidad de trabajar en estos lugares. Que se esfuerzan en mostrarse como seres compasivos ante la sociedad para luego abusar de los que nadie defiende.

-Detrás del hogar, hay una institución evangélica, y según se informó, hubo un comunicado de su parte. ¿En qué quedó eso? ¿Asumieron algún tipo de responsabilidad?

El discurso que tiene la Fundación El Alba, es armonioso y conciliador a la vista de crédulos y poco críticos. Pero lo cierto es que es un discurso que falta a la verdad y pretende confundir a la comunidad, aseverando que desde el 2013 no son la misma institución. Y sí, hubo un cambio de nombre, pero siguen bajo el alero de la Iglesia Asamblea de Dios Autónoma, que no ha asumido ninguna responsabilidad de tales delitos de violación a los Derechos Humanos, ni ha emitido comunicado alguno. También aseguran su voluntad de recompensar a las víctimas de esta otra época, cosa que no se ha concretado ante la justicia.

La novela en una realidad cotidiana

-Hablamos de abandono y pobreza. ¿Cómo podemos proyectar esta historia en vista a las discusiones constitucionales que se avizoran?

Cuando me encontraba en la búsqueda de editorial, fue justo después del 18 O, y me pregunté muchas veces si debía o no enviar el manuscrito. Casi todos en el país, gritábamos al unísono, y creí que no era el momento. Así también me lo hicieron saber algunas editoriales. Pero lo analicé, y sí, la historia en el libro transcurre en un tiempo pasado, pero es el reflejo de nuestro presente. Estos hechos trascienden tiempos y espacios, ocurren todos los días, a metros de nuestros hogares. Y me di cuenta de que era contingente, que la desigualdad y la miseria son la génesis del problema.

En esta nueva carta magna, tenemos la posibilidad de enmendar nuestra indiferencia. De generar cambios estructurales profundos, en donde se asegure la dignidad de los NNA de manera igualitaria. Debemos entender que en los niños comienza todo, desde ahí debemos volver a nacer.

-¿Con qué se encontrarán los lectores y lectoras cuando abran las páginas de este libro? ¿Crees, como dijo Patricia Espinosa, que esta historia debería ser material escolar obligatorio, indispensable para visibilizar la violencia hacia los y las más vulnerables, considerando que todavía existe reticencia para abordar estas temáticas desde los sectores más conservadores?

Se encontrarán con el rostro de sus hijas e hijos. Se encontrarán con la verdad de la que a nadie le gusta escribir ni hablar. No me atrevería a contradecir a Patricia, quién podría hacerlo. Entiendo perfectamente cuáles son los motivos para plantear algo como eso. Pero creerlo yo, me resulta un poco pretencioso. Aunque me he dado cuenta, por los lectores, que a lo mejor es el camino para generar la reflexión que nos motive a exigir justicia para todas las niñas y niños Alba de nuestro país. Exigirlo a esos sectores llamados “conservadores”, que no conservan tradiciones ancestrales admirables, sino más bien prácticas inhumanas vergonzosas para conservar su superioridad y privilegios.