Rodolfo Philippi llegó desde Berlín, María Elena Gertnet viajó desde la Pampa del Tamarugal, Pablo Neruda se mudó desde Parral hasta Playa Las Gaviotas, Nicanor Parra pasó por Isla Negra y luego se avecindó en Las Cruces. Así se formó una “Constelación Litoral” desde San Antonio y Cartagena hasta Algarrobo. Precisa narrativa, origen y relato en la obra de Pablo Salinas.


Por Marcel Socías Montofré

Gran aporte de Pablo Salinas. La “Constelación Litoral”, (Ediciones de “Los Diez”, 2023). Un libro y Litoral Central de Chile que se abre y extiende generoso de historias, biografías, paisajes, buen hogar y cobijo para las artes y las letras. El “Litoral de Los Poetas”. Entre San Antonio y Algarrobo.

Pero haciendo memoria y justicia. Pasando por Cartagena.

Memoria por extenderla mucho más allá de Pablo Neruda, Vicente Huidobro y Nicanor Parra. Las tres grandes figuras y figuraciones. Pero ni únicos ni excluyentes. Y justicia porque en estricto rigor, con buena investigación y mejor prosa, Pablo Salinas se va expandiendo con su antología residente a otros universos creativos de la zona.

Como explica en la página 11: “El caso de Parra es interesante, porque es el último en instalarse en estas tierras y, cuando lo hace, está plenamente consciente de dónde lo está haciendo y por qué lo está haciendo”.

“De los tres -recuerda Pablo Salinas-, al único que conocí fue a Nicanor Parra. Lo visité muchas veces en su casa crucina. En cierta ocasión, saliendo a la terraza, me comentó: ‘además me gustó esta casa porque desde aquí se puede ver la tumba de Vicente’, señalándome los lomajes de Cartagena, justo enfrente, por el sur”.

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Y sigue “al rato, en un tono de voz más bajo, hizo un alcance (Nicanor Parra), propio de su mente de matemático, respeto de la equidistancia de su casa con la de ‘Pablito´ y de la ´Vicente’: “Las Tres Cruces” (Pág. 11).

“Tiempo después me mostró un artefacto –sigue recordando Pablo Salinas- un dibujo suyo sobre una bandeja de cartón, con ese título. Parra no sólo sugirió la idea, sino que instauró en toda su línea lo que algún académico sin pecar de ser hiperbólico podría apuntar como la “santísima trinidad” de la poesía chilena. Estoy seguro que a Parra le habría gustado esa idea”.

Morada y mucho más

Pero la historia no comienza con Parra. Es mucho más antigua. Tanto como los pueblos originarios de la zona. Batos, Llolleos, los de la Cultura Aconcagua y hasta el naturalista alemán Rodolfo Philippi –de los mismos tiempos que Charles Darwin, pasando por Chile y la evolución de la especies-, “un sabio alemán que destinó párrafos enteros a una pequeña localidad, ubicada a medio camino en el litoral entre Valparaíso y San Antonio: Algarrobo”.

“…y no podía ser de otra forma –explica Pablo Salinas en la página 15-, cuando se hizo cargo en 1853 de la dirección del Museo de Historia Natural de Santiago, la limitada colección de fósiles estaba integrada, en buena parte, por piezas provenientes de aquel humilde villorrio de la costa central”.

Eso se agradece de “Constelación Litoral”. Recuerda y renueva. No sólo es poesía y prosa. Es arte y fotografía. También caricatura, paleontología y escultura. Sílabas sin quedarse en la reversa. También es un viaje por el tiempo a la orilla del mar. Desde el plesiosaurio hasta las imágenes más recientes. Siempre amenas y atractivas. Hasta divertidas.

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Como “Pepo”, “Condorito” y René Ríos Boettiger en El Quisco. En la página 87: “un arte versátil que se desplegó con brillo en el ámbito de la caricatura política, picaresca e infantil. Curiosamente, pocos meses después de la muerte del dibujante en el año 2000, uno de los primeros lugares de Chile que materializara un homenaje público, con una estatua en una plaza céntrica, fue El Quisco”.

“Tardó en emerger la médula del asunto: la rica relación del gran Pepo con el litoral, particularmente con El Quisco. Tan rica como la de su vecino del mismo sector norte de la comuna, el escritor Manuel Rojas”.

“El creador de Condorito –recuerda en “Constelación Litoral” Pablo Salinas- y el de “Hijo de Ladrón”, con casas distantes apenas por un centenar de metros –la del primero en la parte baja, junto a la playa; la del segundo justo sobre la ladera-, alcanzaron a coincidir poco más de una década”.

Por cierto, “el uso que Pepo le dio a su casa de la actual Costanera Norte quisqueña fue, desde el primer momento, intenso. El artista tenía 50 años y estaba en la cima de su carrera profesional”.

La historia sigue

Según recuerda Pablo Salinas en la página 97, la historia sigue y se expande cuando “años después de ese encuentro en los dominios nerudianos, María Elena Gertner se reconectó con el litoral. Arrendó una casita en Isla Negra donde pasó cada verano junto a su hija Fernanda”.

La misma Gertner que “había escrito y publicado un libro de poemas y tres novelas. En paralelo, mantenía una intensa y destacada labor teatral, como actriz y directora. Es posible que haya sido la aparición de su cuarta novela, “La mujer de sal”, la que despertó el interés de Neruda por conocerla. O, más bien dicho, avivado su interés, al punto de pedirle a Manuel Rojas, amigo en común, que la invitara a su casa de Isla Negra” (Pág. 97).

“Así como Neruda había elegido cuarenta años atrás ese punto específico de las costas de Chile central, justo donde desemboca la Quebrada de Córdova, como espacio de vida y trabajo, la Gertner replicó esa decisión en 1990 y se radicó a pocas cuadras de distancia del ya mítico refugio del Nobel”. (Pág. 98).

Cercano como simple

Así se expande la “Constelación Litoral”. Tal como explica Pablo a modo de mapa y plan de ruta, “este libro pone foco y se interna en aquellas zonas menos exploradas del firmamento, pero sin rechazar ni excluir nada, sino integrando” (Pág. 12).

Queda claro en la misma página y obra que por principio “el ejercicio no pretende ser concluyente ni totalizador. Apenas abrirse a descubrir el sinfín de voces que convergieron en este litoral”.

Como citando a Pedro Prado en la página 50 y las siguientes, “…más llenos de serenidad que todas las cosas, nubes de una blancura deslumbrante vuelan proyectando sobre los lomajes ondulados grandes sombras de pájaros fantásticos”.

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O más leña al fuego, al mar, la estrellas y resarciendo a Vicente Huidobro en el libro de Pablo Salinas: “…dentro de nuestras letras, la cuestión está de sobra consignarla, pero conviene repasarla: su voz fue fundacional. Él estaba plenamente consciente de ello. Neruda, más joven, llegó después y reclamó similares pretensiones, con similar conciencia y cálculo, además”.

Como todo punto de partida.

“…mientras Vicente Huidobro abría los fuegos de las vanguardias, el de Parral todavía no pensaba en otra cosa más que en cantarle a los crepúsculos y a los bamboleos de los corazones enamorados” (Pág. 68).

Una excelente razón para leer “Constelaciones Litorales”. No sólo es la triada de Huidobro, Neruda y Parra. Es la marejada y universo costero donde llegar, donde se quedan, crean, multiplican y todo paisaje es más que gente, personas o personajes. Es sincero y mejor que eso. Es Litoral como en la página 69: “esa consistencia, esa sola, es señal, potente, inequívoca, de su real estatura”.

Como en la página 41 y dado la vuelta, redondeando con orilla, como sonido de Alfonso Leng Haygus, de la “Hermandad de la Costa” y “Doloras para piano”, aquel que vino y no volvió “sentía una confesada pasión por el mar”.

Suele suceder.

Constelación Litoral
Marcel Socías

Constelación Litoral

Pablo Salinas
Ediciones de Los Diez

2023